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Josefina Loste de Mur: “Hay que valorar las tradiciones del Pirineo para que no se pierdan”

La vecina de San Juan de Plan fue pionera del turismo rural en España, ayudó a recuperar antiguos dances y ahora reivindica la labor de las hilanderas

Josefina Loste de Mur.
Josefina Loste de Mur.
S. E.

EL 17 DE MAYO de 1936, dos meses antes de que estallara la Guerra Civil española, nació en San Juan de Plan Josefina Loste de Mur, una pionera del turismo rural en nuestro país que llevó el nombre de su pueblo hasta México o Guatemala.

Quién le iba a decir a aquella niña que perdió a su padre a los 6 años que, desde su querido San Juan, llegaría a recorrer “casi toda España y buena parte del extranjero”. Todo ello gracias a su capacidad de imaginar y a una fortaleza propia de las mujeres de montaña de su generación que, como Loste, trabajaron muy duro desde bien pequeñas. “Con mi madre viuda y la casa empeñada por la guerra no tuve muchas más alternativas”, dice.

“La lana y sus usos son una riqueza, para Sobrarbe y toda la provincia”

Defensora de las viejas tradiciones y costumbres del Pirineo impulsó, junto a otras vecinas, el Corro d’es Bailes de San Juan de Plan y el Museo Etnológico del municipio. Lo que le valió, en 2019, ser nombrada miembro de Honor de la Academia de las Artes del Folclore y la Jota de Aragón.

Su compromiso con el territorio la llevó a ser alcaldesa en la década de los ochenta, respaldada por una mayoría aplastante. Y hoy, a sus 87 primaveras, sigue al pie del cañón, tan lúcida y reivindicativa como siempre con el grupo de Las Filanderas de San Juan de Plan, con quien se reúne una vez a la semana para enseñar el oficio de hilar la lana a quien lo quiera aprender.

“No sé de dónde sacaba mis ideas, pero eran buenas y sanas”

“Lo de la lana es una riqueza, no solo para el valle de Chistau, sino para Sobrarbe y toda la provincia. Hay que valorar más las tradiciones para que no se pierdan”, subraya.

En esta lucha, la de mantener vivas las prácticas y costumbres de nuestros antepasados, lleva Josefina Loste toda una vida. Recuerda que hubo un tiempo en el que las danzas de su tierra “no sonaban en ninguna parte porque se habían perdido” y era su madre y las abuelas del lugar “las mejores maestras”.

Cuenta que con el dinero que ganó vendiendo calcetines de lana se compró “una cassette” para grabar a las vecinas “sin que se enteraran, porque si no, no había manera de que hablaran”. Luego, con la ayuda de Ramón Falceto, el músico del pueblo, sacaban adelante la danza y cómo se bailaba. Fue así como se fundó el Corro d’es Bailes.

“Fui alcaldesa porque la gente lo quiso, yo prefería concejala”

Su vinculación con el Ayuntamiento de San Juan llegó después. Estuvo doce años, primero como concejala y posteriormente como alcaldesa, cuando una mayoría absoluta no le dejó otra alternativa que la de coger el bastón de regidora. “Porque la gente así lo quiso, que por mí hubiera preferido seguir de concejala”, asegura.

Lo recuerda como una época dura, de la que acabó “muy cansada”, porque Josefina es de esas personas que se olvidan de sí mismas para pensar en los demás, en este caso, en su pueblo. Llevó a la Diputación muchas iniciativas, recuerda que más de un diputado la felicitó por eso. “No sé de dónde sacaba las ideas, pero las tenía buenas y sanas”.

“El turismo ha cambiado mucho, yo ya no valgo”

Además de ser una de las principales valedoras del valle de Chistau, de sus tradiciones y costumbres, Josefina Loste es una de las precursoras del turismo rural en España.

Corría la década de los 60 cuando Manuel Fraga Iribarne, por aquel entonces ministro de Información y Turismo, lanzó el programa ‘Vacaciones en casa de labranza’ para que los de ciudad conocieran el mundo rural.

“Daban 10.000 pesetas si queríamos alquilar habitaciones en casa y con ese dinero había que hacer un cuarto de baño, porque antes no había cuarto de baño en las casas”. En toda España, solo se apuntaron al programa Josefina Loste, de casa Laplaza, y Anita Zueras, de casa Anita. Aquella iniciativa fue el germen del actual turismo rural y estas dos mujeres de San Juan, las pioneras.

Poco tiempo después, Josefina, que siempre ha sido muy “echada p’alante”, fue a contar su experiencia a la Escuela de Hostelería de Guayente, donde había un cura que impulsó la idea, y así nació la Asociación de Turismo Rural.

Gracias a ello, esta vecina de San Juan se ha recorrido medio mundo. Ha llevado su experiencia con el turismo rural a “casi toda España”, a los países vecinos de Portugal y Francia y a otros más lejanos como México o Guatemala. “Ha sido una experiencia muy bonita y he aprendido muchísimo”, afirma.

Con el tiempo, su aventura en el turismo rural fue creciendo. De dos habitaciones pasó a cuatro y, después, a montar su propio hostal que hoy llevan sus hijos, Casa Laplaza. “Gracias a Dios se han hecho cargo ellos, yo ya no pinto nada ni valgo, porque han cambiado mucho las cosas, ahora es más exigente el turismo, tiene más categoría”.

Y puede que sí, puede que el turismo rural de 2024 poco tenga que ver –o nada- con el de hace unas décadas, sobretodo porque mujeres como Josefina Loste apenas quedan. Por eso, además de las viejas tradiciones y costumbres del Pirineo, habría que reivindicar que hubiera en el mundo más personas como ella.