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Ángel Mazana: “La historia de Aguas Vilas de Turbón es digna de escribirse”

Referencia en Campo, donde ejerce de juez de paz, ha presidido esta empresa, fundó la fábrica de lejía Mazana y cuenta con una larga trayectoria

Ángel Mazana muestra en su ordenador una foto familiar.
Ángel Mazana muestra en su ordenador una foto familiar.
Á.H.

Ángel Mazana, natural de Campo, donde reside, cumplirá 89 años el próximo 25 de septiembre y disfrutará de la efeméride familiar con su esposa, Ana, que tiene 87 años. Tal vez ese día le acompañen los tres hijos y siete nietos porque “es fin de semana” y habrá más posibilidades. Mazana ejerce ahora de juez de paz tras rubricar una trayectoria personal con muchos oficios que le sitúan entre los vecinos carismáticos de la localidad. Allí fue profesional en varios sectores: comercio en general, transporte, alquiler de vehículos, fábrica de lejía, agente de seguros, corresponsal de banca, presidente y accionista de Aguas Vilas del Turbón, una referencia importante en el valle.

En términos coloquiales se le definiría de “todoterreno” en el sector rural en tiempos anteriores a la España vaciada, expresión acuñada que no le gusta porque en sus tiempos no existía la despoblación en el medio rural. Mazana está entre los ribagorzanos testigos directos de la historia y el desarrollo de Campo y la zona.

“Se puede decir que he hecho de casi todo porque he trabajado en varios sectores, entre ellos agente de seguros colegiado con el número 3.566 que aún conservo en casa. A estas alturas de vida estoy satisfecho porque he llegado con ayuda de Ana, soporte esencial en mi vida”, recuerda. El cuarto de trabajo donde conserva la documentación archivada de su vida laboral es similar al museo personal donde lo único moderno es el ordenador que aún maneja.

“De joven y en tiempos difíciles tuve suerte de estudiar Bachillerato en el antiguo colegio Jesuitas, en Zaragoza, más tarde en la Escuela de Comercio donde saqué los títulos de Perito y Profesor Mercantil. A partir de entonces y con los conocimientos adquiridos me puse a trabajar en Campo. En esta vida laboral he sido feliz y hemos sacado adelante a la familia”, señala.

En el oficio de transportista, “desde las Vilas del Turbón, la distribución de agua en camiones por casi toda España fue una de las tareas principales”. En la misma línea, “la tradición comercial ha existido en casa por lo que no ha sido extraño y he estado a gusto siempre. El hecho de que fuera hijo único favoreció la posibilidad de estudios empresariales para continuar los pasos iniciados por la familia”.

La referencia de Casa Mazana es muy antigua. “Mi abuelo materno tenía una tienda en Bisaurri y aquí la hemos tenido siempre, aún conservo documentación con deudas pendientes de clientes que, en muchas ocasiones, no podían pagar pero se fiaba. Son cosas y costumbres propias de pueblos, deuda vencida que solo sirve para recordar hasta que elimine los archivos. En fin, que el espíritu comercial ha existido desde que los abuelos suministraban por Benasque con carros de transporte”, dice.

En aquellos tiempos, “un negocio familiar llevaba consigo una dedicación permanente y visitar entidades bancarias que ayudaban, si era preciso. Además fui corresponsal de banca en Campo. Me dediqué al transporte en general, casi siempre con camiones nuevos pero eso ha pasado a la historia. En aquella época, tener tres hijos internos que estudiaban en Huesca era un sacrificio necesario pero salieron adelante en otros oficios”.

El alquiler de vehículos contribuyó a sostener la economía familiar. “Claro, hacíamos de todo y se alquilaban vehículos, hacíamos de taxi y lo mismo bajabas a Graus como ibas a Sevilla, Madrid o Valencia, por citar destinos lejanos”. Al mismo tiempo, fundó la fábrica de lejía Mazana, que “fue muy importante porque, en principio, las materias primas se traían desde la provincia de Tarragona en bidones de sosa cáustica, entre otros productos. Una vez en casa se troceaba para elaborar la lejía que vendimos desde Benasque hasta Barbastro”.

En aquella época “había fábricas similares en Aínsa, Graus y Barbastro. En cuanto aparecieron las primeras superficies comerciales dejamos de hacerla porque la competencia era imposible por precios. En general, fue bien”. En la tienda de Campo vendía de todo. “Además era agente de seguros. Gracias a Dios la salud me acompañó siempre”. comenta. Fue asimismo accionista y presidente de Aguas Vilas del Turbón. “Mi padre estuvo en los inicios, es una historia muy interesante y larga, digna de escribirse. Conservo los estatutos originales, facturas y documentación. Agua de las Vilas fue un soporte importante pero, al final de todo, en los negocios igual que se sube, se baja. En su momento -recuerda-, firmé la venta del 100% de acciones a Cobega, de Barcelona, porque no teníamos la infraestructura suficiente para mantenerlo en condiciones. Hoy es una empresa importante”.

Al final de su vida, juez de paz: “La verdad es que nunca pensé que casaría a dos mujeres, por ejemplo, pero estamos aquí para dar este servicio. Hasta ahora he tenido suerte porque Campo es una población tranquila e incluso en casa hemos solucionado alguna situación. En esta responsabilidad tengo poca faena”.

En cuanto a comunicaciones, “se ha ganado mucho y estamos bien comunicados, aunque hubo carreteras en muy malas condiciones y para subir o bajar de Las Vilas había que tener pericia, la clave era conocer los tramos y saber conducir con nieve. El progreso es evidente aunque ha costado. Se puede hablar en términos de desarrollo sin ninguna duda”.