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COSAS DE CASA

Panadería Buera cierra tras 70 años de entrega

El establecimiento pone fin a una larga trayectoria empresarial de gran trabajo y fidelidad a los clientes

María Jesús Feixa, Arturo Morancho y Ana Mari Buera.
María Jesús Feixa, Arturo Morancho y Ana Mari Buera.
S. E.

EL PAN nuestro de cada día se ha terminado en Panadería Buera porque el pasado viernes atendieron a los clientes por última vez desde 1953 cuando Mariano Buera abrió las puertas del establecimiento tras esperar un año la autorización de apertura desde que se iniciaron los trámites en noviembre de 1952. Siete décadas después, el cierre deja a la ciudad sin una de las panaderías de referencia como fueron Pardina, Guillén, Arnal, Puyuelo y Fermín. A partir de ahora solo queda Sierra con más de 100 años de antigüedad y relevos familiares. Las demás son más recientes en el tiempo.

El cierre ha coincidido con el derribo reciente del antiguo colegio Pedro I, ambos en calle Antonio Machado, en cuyo solar han comenzado las obras de construcción del nuevo centro de Salud. La apertura de la Panadería, por iniciativa de Mariano Buera y su esposa Joaquina Castillón, coincidió con la etapa del Instituto de 2ª Enseñanza de Barbastro (1938-1978) antes de que fuera colegio (1978-2010). En aquella época, en el Barrio Nuevo, estaba garantizada la venta de pan en la zona donde estuvieron la fábrica Textil, el Matadero Municipal y las “casas baratas” además del cuartel General Ricardos en las proximidades, por citar referencias que ya no existen.

Una de las últimas hornadas de madalenas.
Una de las últimas hornadas de madalenas.
A. H.

Las últimas masadas y hornadas en la historia de 70 años fueron en la noche del jueves al viernes para vender los productos de elaboración propia a los clientes que mostraron su fidelidad hasta última hora. Arturo Morancho como panadero, su esposa Ana Mari Buera y María Jesús Feixa que ha pasado media vida en el despacho de pan y artículos de elaboración propia, despidieron la historia entre nostalgia, sonrisas y lágrimas contenidas por la emoción del cierre.

La tradición familiar del oficio se inició con los abuelos, en Pozán de Vero, Bierge, Huerto y Barbastro. La fidelidad de la clientela ha sido referencia constante durante 70 años de buenos oficios heredados desde hace tres generaciones de la familia. “El abuelo, mi padre y mi marido han sido panaderos. Los comienzos fueron duros porque en la zona apenas había vecinos. El suministro al Regimiento de Infantería fue buena inyección económica durante años, además de los alumnos del Instituto que eran consumidores habituales de tortas caseras”, recuerda Ana Mari Buera.

Exterior del establecimiento.
Exterior del establecimiento.
Á. H.

La ampliación de panadería a repostería costó mucho. “Mi marido -Arturo Morancho- tenía experiencia en el oficio desde que comenzó en panadería Jacinta, en Campo, y siguió por Benasque, Lannemezan, Saint Lary y Barbastro, donde vino por la mili y se quedó”. La profesión se amplió con nuevos conocimientos “en numerosos cursos de panadería” y poco a poco dejaron “el suministro al cuartel” e incorporaron “la heladería como novedad”. En el transcurso de siete décadas ha destacado la variedad: “Hemos sido pioneros de muchos tipos de pan, entre ellos los de multicereales, pero nos adelantamos a los tiempos y no cuajaron. Los productos más característicos han sido pastillos, farinosos, madalenas a peso, bizcocho y con el paso del tiempo, hemos incorporado otros como los croissanes, brazos de gitano y tartas que disfrutan de buena fama”.

Arturo exclama mientras amasa en su última noche de panadero: “¡se acabó! Y lo digo con mucho sentimiento, pero ¿qué se va a hacer?... ahora toca dormir, dormir... En mi vida profesional sólo me que dormido una vez en Francia. En general, nunca he tenido problemas con las hornadas”. Se refiere a la falta de relevo generacional en el oficio. “Si te fijas, de todos los hijos de panadero, en Barbastro, solo queda José Manuel Sierra. Los demás no han seguido, tal vez porque han visto trabajar mucho a sus padres en este oficio tan sacrificado. Es muy duro y si no estás delante no funciona”.

En la misma línea, “las sensaciones son de tristeza, más que nada porque llevas toda la vida en este oficio. Alegría porque mucha gente se muestra agradecida y tener contentos a los clientes no tiene precio. Aparte de que algunos -pocos- beberán champagne por el cierre. La fidelidad ha sido constante a pesar de los supermercados y grandes áreas comerciales. Cerrar la puerta nos produce tristeza, es normal, porque de doce panaderías en Barbastro, quedamos dos de los tradicionales, los demás son nuevos. En la provincia solo quedan 90 de 200 panaderías que hubo, en cifras estimativas”. En su opinión, “se debe a que el trabajo artesano es muy sacrificado y en esta casa todo ha sido de elaboración propia, no ha entrado ningún producto externo. Pan del día anterior no se ha vendido nunca, muchas veces el que quedaba sin vender lo hemos regalado por la noche. El género ha sido del día siempre, hemos dejado de hacer productos que antes tuvieron más venta, pero se incorporaron otros. La clientela ha sido de costumbres fijas y ahora nos preguntan dónde compararán el pan. Hay buenas panaderías locales”.

Además, “se cierra porque la gente no cumplía como antes. Las leyes han cambiado mucho y ha habido quejas puntuales de vecinos. Un panadero, además de conocer el oficio, debe conocer las normas y leyes. Toda la vida he trabajado 15 horas de media. Los panaderos no disfrutamos de las fiestas”. A partir de ahora, “solo haremos pan para la familia si me compro un pequeño horno”. Con las instalaciones actuales, “no sé qué haremos porque algunas son anticuadas”. El cierre de Panadería Buera lleva consigo la pérdida de seis puestos de trabajo, entre ellos el de María Jesús, que “lleva aquí desde que salió de la escuela, se ha pasado la vida con nosotros en este oficio”.

“He sido feliz trabajando de panadero, aunque ha sido muy duro por horarios. De mi suegro Mariano aprendí mucho porque fue panadero de la vieja escuela y con Ana Mari hemos aportado productos nuevos. Está triste porque ha vivido este ambiente toda la vida. Este último viernes se nos hacía lejano, pero ya está. Mi hija no ha seguido el oficio, estudió fuera de Barbastro y eligió otro sector”. Al final, a puerta cerrada y con estantes vacíos, se muestra “muy agradecido a todos los que han sido clientes en Panadería Buera”.