Cultura

LINDY HOP

Huesca viaja a los años 20 con pasos de Lindy Hop y al ritmo de música swing

Unos 80 bailarines de la ciudad practican este divertido baile y se citan en "clandestinos"

Huesca viaja a los años 20 con pasos de Lindy Hop y al ritmo de música swing
Huesca viaja a los años 20 con pasos de Lindy Hop y al ritmo de música swing
P.S.

HUESCA.- Unos 80 bailarines de Huesca se citan cada semana en diversos "clandestinos", reuniones en las que quedan para bailar Lindy Hop con una gran sonrisa y disfrutar del swing alrededor de un altavoz mientras vuelan sus pies.

Ellas lucen labios rojos, faldas de vuelo y flores en el pelo y ellos, pantalones de pinzas, chalecos, gorras y corbatas estilo años 20, una época a la que viajan al ritmo de la música swing, fiel aliada del baile Lindy Hop.

Detrás de todo este movimiento se encuentra la Asociación Huesconswing de la capital altoaragonesa, abierta a todo el mundo que se enganche a este maravilloso baile. Sus componentes son quienes preparan los "clandestinos", a los que acuden compañeros de Monzón, Fonz o Zaragoza y otros que se encuentran de paso por la ciudad. "Hemos tenido bailarines de Ciudad Real, Barcelona y Guadalajara. Esa es otra de las virtudes de este baile, que te sumas en cualquier momento y sitio en el que haya un "clandestino", explica Pili Adillón, miembro de esta asociación.

Estas quedadas se fijan a través del boca a boca, las redes sociales y los mensajes vía WhatsApp. "Se anuncia un sitio y nos reunimos para darlo todo", comenta Adillón, que añade que estos "clandestinos" son un homenaje a los antiguos bailarines que tenían que reunirse en secreto y a escondidas para bailar.

"Actualmente se pide permiso unos días antes a la autoridad competente", aclara esta bailarina que detalla que los "clandestinos" se llevan a cabo los domingos de 12:30 a 14 horas en los Porches de Galicia, y los martes en el Café Central, de 20 a 21:30 horas.

Pero detrás de sus pasos y piruetas se esconde el intenso trabajo que estos bailarines realizan desde hace más de tres años con la academia Cotton Tales, que imparte clases en La Catalítica los martes y jueves, de 19 a 22 horas, ambos días.

Bárbara Lasmarías es una de las tres profesoras de este centro con sede en Zaragoza que se desplazan a Huesca para enseñar el baile Lindy Hop.

"Desde el año 2015 estamos impartiendo las sesiones. Somos una escuela de la capital aragonesa pero curiosamente empezamos a dar clases en Huesca. Apostamos por traer esta modalidad aquí y la gente respondió muy bien. Al principio no sabían lo que era pero cada vez hay más alumnos, tenemos cinco grupos y estamos muy contentos", asegura.

Si alguien se quiere apuntar, comenta, puede pasarse por la Catalítica a preguntar, enviar un correo a "cottontalesinfo@cottontales.com" o entrar en la web de la escuela (www.cottontales.es).

La profesora define este baile "como una sonrisa".

"Todo el mundo es muy feliz bailando. Es un poco como volver a una época que ya no está, pero que sigue de moda. El swing resurgió en los años 80 y ahora se baila en todas las ciudades del mundo. Tiene sus raíces en el charlestón y el jazz de los años 20-30 por lo que el ritmo es muy jazzístico y contagioso. Más que nada es un baile muy dinámico, improvisado y muy social porque nunca se tiene la misma pareja, se va cambiando y es muy divertido y muy respetuoso", explica.

Asegura que no hace falta tener ningún conocimiento o cualidad indispensable previa.

"Solo hay que venir con ganas de pasarlo bien y cada alumno sigue a su ritmo, nadie impone nada. Se empieza y se va subiendo de nivel o te vas quedando donde estás y no hay ningún tipo de problema con eso", dice.

La profesora añade que es muy importante ir a las clases, pero también participar en el baile social, "se nota mucho porque hay quien viene como un extra para hacer ejercicio, a otros les encanta y además practican y van a festivales a formarse, y la evolución es diferente", dice Lasmarías, que asegura que en Huesca "hay altas promesas de Lindy Hop" y que la ciudad cuenta con la Huesca Big Band, con la que "bailar es una delicia".

El oscense Arturo Pueyo es uno de los alumnos de estas sesiones desde hace tres años. Tras el primer curso se atrevió a bailar en público para disfrutar del baile social. "Lo mejor de todo es bailar en la calle o en cualquier otro sitio, pero las clases es lo que te hace mejorar para poder disfrutar más de esos momentos", comenta.

Del Lindy Hop destaca que se trata de "un baile relajado y juvenil en el que los brazos se caen y no vas rígido como en otros estilos". Añade que es una modalidad "muy social" ya que se baila en pareja. "Las figuras se van improvisando y es una comunicación entre esas dos personas. Lo normal es que cada tema lo hagas con otra bailarina, y eso hace que se forme bastante amistad entre nosotros", indica.

Begoña Guillén, de Huesca, otra de las bailarinas que asisten a estas clases, ya ha realizado dos cursos completos. En ese tiempo ha cogido seguridad, lo que le hace disfrutar más del baile. Las clases son un oasis para ella.

"Me aportan un relax total y en ellas me olvido de cualquier problema que tenga", comenta esta alumna que apunta que el aprendizaje de estos pasos se basa en disciplina y en mucha técnica, "o lo haces bien o no funciona". Ella también ha hecho amigos. "En el grupo siempre somos los mismos y estamos muy unidos", indica esta joven que recomienda las clases "a quien quiera hacer ejercicio, disfrutar y pasarlo bien".

Energía, movimiento y complicidad se funden en este baile que hace que Huesca viaje hasta 1927, cuando el Lindy Hop fue popularizado en Nueva York por bailarines afro-americanos desde la mítica sala de baile Savoy Ballroom, que los domingos vuelve a abrir sus puertas en los Porches de Galicia.