Cultura

MÚSICA

Huesca es Jazz provoca una avalancha de ritmo y swing

Ariel Brínguez puso el broche de oro a una gran edición del festival jazzístico

Huesca es Jazz provoca una avalancha de ritmo y swing
Huesca es Jazz provoca una avalancha de ritmo y swing
S.E.

HUESCA.- Tras el tempranero segundo ensayo del proyecto Jazz for Kids en la Casa de la Música, el mediodía del sábado arrancaba en la Plaza López Allué el primero de los cuatro conciertos de la jornada más completa e intensa de la cuarta edición del festival Huesca es Jazz, clausurado este domingo. Una jornada que deparó una avalancha de ritmo y swing. Y fue, precisamente, el primero de los dos conciertos realizados por Jazz for Kids en esta edición el que tuvo el honor de abrir esta trepidante jornada.

En compañía de los Huesconswing Hepcats, que a pie de escenario animaron con sus bailes varios temas, la actuación dio comienzo con la nueva savia de Jazz for Kids, los nuevos alumnos de este experimento pedagógico que, de la mano de Dani Escolano y Alejandro Esperanza, trata de inculcar en los chavales y chavalas la pasión por el jazz.

Entre otros temas, estos "jóvenes leones" hicieron suyos el Watermelon man de Herbie Hancock, Hallelujah, I love her so de Ray Charles, el inolvidable Human nature de Michael Jackson o Treasure de Bruno Mars. Es realmente sorprendente el dominio que todos estos niños y niñas tienen de sus respectivos instrumentos, y destacaron especialmente unas extraordinarias voces femeninas llenas de feeling y groove. Después, los alumnos más mayores (algunos ya en un estadio semi-profesional) rindieron tributo a Duke Ellington con su Cotton Tail y a Dizzy Gillespie con el latin jazz de su A night in Tunisia, que, además de con los profesores de Jazz for Kids, contó con la colaboración estelar del jovencísimo hijo de Willi Giménez en las congas. Una auténtica promesa.

DEL JAZZ VOCAL AL FUNK

Por la tarde, con la amenaza constante de la lluvia, que afortunadamente no llegó a descargar, la Plaza López Allué albergó otras dos actuaciones que mostraron el poderío de las nuevas generaciones del jazz patrio. La primera en actuar fue la cantante grausina Julia Martínez, dotada de una voz dúctil y muy agradable, que sobresalió por encima del brillante tejido sonoro creado por su grupo. Joven y muy locuaz, se dedicó fundamentalmente a presentar las canciones de su primer disco, Océanos, comenzando con Curcubeu, que, según explicó, significa "Arcoiris" en rumano. Siguió con otros temas como Sobre la piel, Broken silence o Cer, una pieza con cadencia de bossa nova, que también tiene título en rumano y que significa cielo. Y también sonaron en su actuación One more love song, con ecos de Sade, Del océano a la luna, In seven mood o un "Furry Blues" en el que, con gotas de humor, imitó el maullido de los gatos. Sin duda, una voz a la que habrá que seguir la pista.

Poco después tomaban el escenario al asalto y con brío los jóvenes navarros que componen el grupo Komando Funk, cuyo mismo nombre es toda una declaración de intenciones. En esencia, se dedican a rendir homenaje a la disco music y el funk, así como a "funkizar" temas de pop y rock. Abrieron su actuación con el carnoso instrumental Pick up the pieces de la Average White Band, para después dar paso a su poderosa cantante, Erika Imizcoz, que con su excelente voz se dedicó a interpretar himnos de la música negra más bailable como Play that funky music de Wild Cherry, Blame it on the boogie de los Jacksons o I´m so excited de las Pointer Sisters. Pero también llevaron al campo del funk temas totalmente ajenos a este estilo. Y así, fueron sonando desde un sorprendente popurrí de la película Grease hasta el Enjoy the silence de Depeche Mode, pasando por Wonderwall de Oasis, Venus de Shocking Blue, Seven Nation Army de los White Stripes, Baby one more time de Britney Spears o incluso el Chop Suey de System of a Down. Todo en clave funk, por supuesto. La recta final de su actuación la enfilaron con una magnífica selección de temas llenos de groove: Celebration de Kool & the Gang, Sir Duke de Stevie Wonder, Maniac de Michael Sembello, September de Earth Wind & Fire y el vibrante Uptown Funk de Bruno Mars, con el que estos navarros consiguieron sacar de sus asientos a una buena parte del público.

BROCHE DE ORO

Pero lo mejor estaba por llegar. Por la noche, en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner saltó la sorpresa con el grupo del saxofonista cubano Ariel Brínguez, afincado en Madrid desde hace ya unos años. Estuvo acompañado por el batería iraní Shayan Fathi, el teclista David Sancho y otros dos músicos cubanos, el percusionista y rapero Kumar (que acaba de lanzar un excelente disco bajo el nombre de Afrosideral, uniendo la electrónica y los ritmos yoruba) y el contrabajista Reinier Elizarde Negrón, todos ellos músicos extraordinarios y con quienes Brínguez se dedicó a presentar su más reciente disco, Experience, con el que rinde tributo a algunos de sus héroes musicales.

Muy en la línea de un cierto jazz espiritual emparentado con John Coltrane, Pharoah Sanders y sus discípulos actuales, Ariel Brínguez es, sin duda, uno de los nombres a seguir en el panorama del jazz nacional. Estuvo soberbio en cada una de sus intervenciones, tanto con el saxo soprano como con el tenor, y dejó espacio al lucimiento del resto de los músicos. De su reciente disco interpretaron varios temas, como The Beatles Experience o The Ravi Shankar Experience, pero fue sobre todo con The Lázaro Ros Experience, dedicado al maestro cubano de los ritmos yoruba de la santería, cuando el grupo brilló con luz propia y consiguió deslumbrar al público con toda su artillería percusiva.

Fue el momento en el que Kumar introdujo una cuña de su nuevo disco como Afrosideral con un guiño a su tema Oggun Onile. Otro gran instante se produjo cuando se quedaron solos en el escenario Brínguez y el Negrón para interpretar una emocionante versión del bolero Verdad amarga de la mexicana Consuelo Velásquez. La despedida llegó con The Stevie Wonder Experience, pero el público, totalmente entusiasmado con lo que estaba escuchando, exigió un bis, que llegó con The Fela Kuti Experience, tema no incluido en el disco, que sonó con todo el poderío del afrobeat y en el que Kumar improvisó un texto en una onda más próxima al repentismo cubano que al hip hop.