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El arte de Arranz encuentra la luz de Lorca

El artista serrablés expone en la Fundación Pons de Madrid y ha publicado un libro sobre su última experiencia creativa

El arte de Arranz encuentra la luz de Lorca
El arte de Arranz encuentra la luz de Lorca
S.E.

HUESCA.- La creación artística de Santiago Arranz se encuentra desde hace ya varios años íntimamente ligada a la literatura y directamente entroncada con la experiencia del viaje, y una nueva aventura le ha llevado a bucear en un periodo concreto de la vida de Federico García Lorca para descubrir un montón de similitudes entre ambos y vivir con emoción el encuentro producido.

A través de dos soportes diferentes, una exposición y un libro, que llevan el mismo título, Tras Lorca por Nueva York, el artista serrablés plantea su visión sobre los temas que el poeta granadino abordó en su obra Poeta en Nueva York, escrita durante su estancia en la universidad de Columbia en los años 1929-30. La muestra se celebra en la Fundación Pons de Madrid hasta el 17 de diciembre.

Federico García Lorca se desplazó a la ciudad de Columbia para aprender inglés, algo que no logró porque realmente no era un objetivo que le interesara. El poeta se encontraba en un momento vital complicado, inmerso en una grave depresión, y sus padres, por medio de unos amigos, le buscaron esta salida para alejarle de ese momento turbulento. García Lorca acababa de escribir el Romancero Gitano y había recibido sátiras de Dalí y Buñuel. Además, había roto con su novio, el escritor Emilio Aladrén, y esa circunstancia le había dejado una sensación de desamor muy profunda.

La experiencia artística de Arranz se articula en torno a dos elementos, el libro que escribió en aquel momento García Lorca, Poeta en Nueva York, y la experiencia del viaje, desde que el poeta granadino se embarca con su preceptor, Fernando de los Ríos, hasta las diversas peripecias que vive en el continente americano. Como telón de fondo, aparece la crisis económica del crack del 29 que afectó al mundo entero.

Cuando Santiago Arranz comenzó a preparar el proyecto, la idea del viaje brotó de inmediato en su cabeza. "Para mí era muy importante desplazarme a Nueva York, no podía hacerlo desde mi taller como si fuera un laboratorio", comenta.

Arranz se instaló en Harlem e intentó reproducir los lugares de Manhattan por donde debió de deambular el poeta, visitó las dos residencias de la Universidad de Columbia donde vivió, reprodujo sentimentalmente los espacios que recorrió y para todo ello le ayudó mucho el libro del profesor de la Universidad de Boston Christopher Maurer, Federico García Lorca en Nueva York y La Habana, cartas y recuerdos.

Entre el viaje de Lorca y el de Arranz habían transcurrido 90 años. "Era una búsqueda sin encuentro, porque se trataba de recrear esa parte de verdad de los encuentros que tuvo con intelectuales y los hallazgos que luego introduce en sus poemas. Federico García Lorca utilizó la ciudad como un catalizador de emociones porque todo lo que veía lo convertía en imaginación. Todas sus vivencias se transforman en creación artística y a mi me ocurre lo mismo", explica.

La exposición consta de diez grandes obras en polípticos que se corresponden con las otras tantas secciones en las que se organiza el poemario: Poemas de la soledad en Columbia University, Los negros, Calles y sueños, Poemas del lago Eden Mills, En la cabaña de Farmer, Introducción a la muerte (Poemas de la soledad en Vermont), Vuelta a la ciudad, Dos odas, Huida de Nueva York (Dos valses hacia la civilización) y El poeta llega a la Habana.

El hecho de presentar estas obras de manera "troceada" no responde solo a una cuestión práctica, ya que la exposición va a itinerar y de esta manera resulta más fácil su transporte, sino también a la idea de fragmentación que subyace en el trabajo de Arranz, muy heterogéneo en cuanto a formatos y técnicas. "Tanto Lorca como yo no queremos dar una visión unívoca y completa del mundo -reconoce-. Su sentimiento de carencia, de pérdida, coincide muy bien con mi visión del hueco para estructurar mi plan. Creo que ambos asumimos el mundo a fragmentos".

Además, el poeta y el artista coinciden en otras muchas cuestiones, tal y como refiere Arranz, como la amenaza de la tecnología y la necesidad de naturalizar el mundo, o la fe en la bondad.

La exposición se completa con 35 dibujos en papel vegetal de pequeño formato, muy intimistas, sobre fotografías originales que Santiago Arranz realizó en sus paseos por Manhattan, en los que redescubre a Lorca en los escenarios actuales por donde el poeta transitó en su época.

El artista serrablés observa, entre otros puntos de coincidencia, que Lorca y él descubrieron dos grandes ciudades, como son Nueva York y, en su caso, París, a la edad de 30 años y ambos procedían del campo. "Esta exposición es también un proyecto de diálogo y es que el arte me interesa mucho también a través de la mirada del otro".

La editorial Ámbit de Barcelona, después de ver las obras de Arranz, pensó que este proyecto literario artístico necesitaba dejar una huella gráfica y publicó un magnífico libro que también se presentó en Madrid, junto a la exposición.

En él se incluye el poemario completo de García Lorca y un texto titulado "Baile de números", que pone en contexto el Nueva York del poeta. Además, Arranz ha escrito sobre la experiencia que vivió en su viaje a aquella ciudad en 2017 y se completa con una descripción de cada una de las obras.

Santiago Arranz siente a Lorca como una criatura que le visitó en sueños y ha seguido el hilo de su experiencia en EE. UU. para sobreponer su vida a la del poeta y mirar el mundo desde su óptica, que considera muy moderna para aquellos tiempos. "Fue precursor de ideas muy novedosas, de pensar con el corazón, atacar el sistema capitalismo, de confrontarse con la multitud", estima el artista serrablés, que recuerda que Lorca fue "un gran defensor del individualismo y marcó distancias con una sociedad con la que no estaba de acuerdo".

El viaje a Nueva York puso a Lorca en contacto con todas las contradicciones que arrastraba y empezó a entender que cuestiones como, por ejemplo, su homosexualidad era más normal de lo que había percibido en Madrid o su pacata Granada de entonces. No obstante, Arranz se opone a analizar su obra exclusivamente desde el prisma de su identidad sexual. "Está muy de moda hacerlo, pero Lorca, al igual que yo, que tengo otra tendencia sexual diferente, somos personas complejas y contradictorias, y es ese todo lo que refleja la riqueza de su mundo".

"En esta experiencia -concluye- sabía que no iba a encontrar a Lorca, pero esa luz está ahí, en la oscuridad, y el arte va al encuentro de esa luz. Y según el resultado de la exposición, creo que ese milagro se ha producido".