Cultura

CONCIERTO

Amaral cosechó un gran éxito en Huesca en el inicio del ciclo A Escuchete

Su actuación fue la primera del ciclo, que ha organizado la sala El Veintiuno en colaboración con el Ayuntamiento oscense

Amaral cosechó un gran éxito en Huesca en el inicio del ciclo A Escuchete
Amaral cosechó un gran éxito en Huesca en el inicio del ciclo A Escuchete
P.S.

HUESCA.- Se palpaba en el ambiente. Había ganas de reencontrarse con la música en vivo. Sí, esa música que durante los meses del confinamiento ha sido como un rayo de esperanza que nos ha permitido mantener la fe en que, unidos, íbamos a poder salir de ésta. La gente ha resistido los días del estado de alarma escuchando y cantando esas melodías que nos unen, esas melodías que curan, esas melodías que nos salvan del desasosiego y la desesperanza.

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Esas melodías balsámicas y adhesivas en las que, justamente, son expertos los zaragozanos Amaral, que, tras el arranque de su tour en Bilbao el día de antes, el sábado llegaron al Auditorio Carlos Saura del Palacio de Congresos de Huesca en el marco de su actual gira acústica de verano. Una gira acústica que, en todo caso, se podría decir que contó con "efectos especiales" gracias al gran despliegue de pedales para su guitarra que exhibió Juan Aguirre.

Su actuación fue la primera del ciclo A Escuchete, que ha organizado la sala El Veintiuno en colaboración con el Ayuntamiento oscense. No hace falta decir que, por supuesto, se agotaron todas las localidades (más de 500 personas, el 75% del aforo, según la normativa actual) y que el público se mostró en todo momento entusiasta y, en palabras de la propia Eva Amaral, "disfrutón".

Precedidos por las intoxicantes notas del clásico All tomorrow parties de la Velvet Underground (un tema muy adecuado para los extraños tiempos que vivimos: "todas las fiestas del mañana", de un mañana incierto) y ante una insólita horda de espectadores enmascarados, salieron al escenario Eva, envuelta en un traje asimétrico en rojo y negro, y Juan, tocado con su sempiterna gorra.

Ellos dos solos se bastaron para dar vida a un repertorio que no necesita nada más: una voz y una guitarra. Y ya. Es la prueba de fuego de toda canción: si resiste en un formato tan sencillo es que, efectivamente, la canción es buena. Y las de Amaral lo son.

Ellos son auténticos especialistas en la composición de ese tipo de melodías pensado para grabarse en la memoria personal de forma indeleble. Ya desde el primer minuto se notó la formidable y emocionada conexión entre el público y los artistas, que se mostraron afables y cercanos en todo momento.

E incluso Juan, recordando sus ya lejanos viajes a Huesca para ver conciertos en el Jai Alai o la Plaza de Toros, se atrevió a comparar la capital oscense con Seattle. Un pelín exagerado, pero ¡vaya!, se le agradece el detalle.

En su concierto fueron alternando los temas de su nuevo disco, Salto al color, con sus canciones clásicas. Y así, al inicial Señales, una canción de amor galáctico perteneciente a su último trabajo, le sucedió la muy conocida El universo sobre mí. Y a la nueva Bien alta la mirada le siguió uno de sus hits, Cómo hablar.

En ese continuo toma y daca, se fueron alternando temas como Nuestro tiempo, Kamikaze (un canto a la épica del rock & roll), el insurgente Revolución (el lado más político de Amaral) o Soledad, una bellísima canción que sonó en la tradición del romancero español. Y tras dos de sus populares himnos (Moriría por vos y un Nocturnal convertido en un blues), llegó una de las grandes sorpresas de la noche: la versión que hacen en su nuevo disco de Ondas do Mar de Vigo, una antigua cantiga de Martín Codax, trovador gallego del siglo XIII, a la que Eva envolvió en drones surgidos de su sintetizador, evocando la sonoridad hipnótica de la zanfona.

Un tema que, por cierto, le sirvió para volver a mostrar los infinitos recursos de su excepcional, personalísima y reconocible voz. No en vano, ella continúa la tradición de grandes cantantes españolas absolutamente emblemáticas como Cecilia o Luz Casal.

En principio, la actuación se cerraba con dos temas de su nuevo disco: Mares igual que tú y un Entre la multitud en el que cambiaron la letra del estribillo para hacer referencia a la inusual situación actual: si en el original Eva canta "nunca volveremos a encontrarnos",en esta ocasión lo cambió por "pronto volveremos a encontrarnos", y añadió un significativo "aunque no podamos besarnos". En el final de este tema incluyeron una cita del Bizarre love triangle de New Order, haciendo honor a su reconocida cultura musical.

Pero, por supuesto, la actuación no terminó allí, y Amaral ofrecieron dos largos bises que duraron casi tanto como el concierto en sí. En el primer bis sonaron Tardes (una de sus primeras canciones, interpretada por Juan), el popular Sin ti no soy nada (que incluyó un sorpresivo homenaje en clave spaghetti western al recientemente fallecido Ennio Morricone) o el ecologista Hacia lo salvaje en el que tampoco faltaron las citas, en esta ocasión al A galopar de Rafael Alberti/Paco Ibáñez y a El progreso de Roberto Carlos: ya saben, aquello de "yo quisiera ser civilizado como los animales".

El primer bis se cerró con Peces de colores (en su veta más íntima) y con los aires country de Cuando suba la marea. Pero un público entregado, emocionado y plenamente consciente de estar disfrutando de uno de los primeros conciertos tras el confinamiento, reclamó un segundo bis, esta vez más corto, que incluyó los temas Salir corriendo y Ruido, de su nuevo disco.

Al final, mientras los espectadores salían ordenadamente de la sala, sonaron por los altavoces los elegantes compases de Moon river, el reconocible tema central de la película Desayuno con diamantes. Y es que, al fin y al cabo, la música es el mejor pegamento para unir nuestras emociones y nuestros recuerdos.