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COSAS DE CASA

En Sena descansa la reina doña Sancha

Tras la profanación del panteón real del Monasterio de Sijena en 1936, sus restos están en esta localidad

En Sena descansa la reina doña Sancha
En Sena descansa la reina doña Sancha
M.B.

HUESCA.- Jesús Cáncer Campo, de Sena, es presidente de la Asociación Cultural Senense y colaborador en distintas publicaciones de carácter cultural y literario, entre las que destaca "El Dance de Sena" (1998); "El Dance de Aragón, su estado actual a la entrada del siglo XXI" y la novela "Ilusiones de pan tierno".

En esta ocasión sus investigaciones se centran en Doña Sancha. "Los estudiosos e historiadores que tratan o han tratado el tema del Real Monasterio de Santa María de Sijena, y más concretamente en cuanto a lo sucedido en los tremendos momentos de su saqueo, profanación e incendio del verano de 1936, indican que los restos de la reina y fundadora doña Sancha y de tres de sus hijos: el rey don Pedro II y sus hermanas Leonor y Dulce, fueron profanados tras ser extraídos de sus respectivos sarcófagos, así como algunos otros cadáveres de monjas enterradas en el cementerio aledaño al Panteón Real", expone.

Cuando aquel grupo de vándalos y ayunos saquearon y prendieron fuego al monasterio, siguieron su nefasta expedición hasta llegar a Sena (2 kilómetros más adelante en dirección al frente). En esta villa, como hicieron en tantos lugares, profanaron su iglesia parroquial quemando el magnífico retablo del siglo XVI.

Cáncer continua explicando que aquellos milicianos, venidos desde Cataluña "y apoyados por personal autóctono, llegaron desde Sijena hasta Sena entretenidos en un juego macabro: exhibiendo y haciendo mofa de una momia muy bien conservada, debido a que, como su rango exigía, parecía haber sido embalsamada a su muerte. Era el cadáver de una mujer alta y que aún mantenía unas hebras de pelo blanquecino o rubio, vestida a la manera de persona importante; eso sí, mostraba sus leñosos pies descalzos".

Según testimonios vivos de Sena, "siempre han contado la anécdota de que, cuando se cansaron del tenebroso entretenimiento, arrojaron los restos al otro lado de la tapia de corral de casa del medio, donde se hallaba una mujer desplumando un pollo y fue a caerle casi encima. La situación era muy tensa y delicada en aquellas fechas (Sijena en llamas, confiscaciones, saqueos, venganzas, acusaciones...), así que, en mitad de tanto miedo, algunos lugareños solo se atrevieron a dejar esos restos apoyados en la tapia del cementerio expuestos a la canícula", señala el escritor, conociendo que "pronto corrió la voz entre los senenses, que acudieron presos de curiosidad a contemplar la momia".

"Las mujeres, atentas a su constitución y los pliegues que presentaba la parte del vientre comentaban: "esta mujer ha tenido que parir... y no poco; no parece que fuera monja, no". El médico del pueblo, don Manuel Ibáñez, testigo directo, comentó que, efectivamente, presentaba los rasgos naturales de haber sido madre prolífera y que era una momia muy antigua que había sido embalsamada, cosa que no se hacía con las monjas, ni siquiera con las sucesivas prioras".

Unos pocos días después, según sus investigaciones "de manera secreta, almas caritativas de Sena procedieron a la inhumación en lugar ignoto del cementerio de aquellos restos que -sin ninguna duda para ellos, entonces y para nosotros, ahora- correspondían a los de la reina doña Sancha de Castilla, esposa del rey Alfonso II de Aragón, fundadora del cenobio sijenense y madre de nueve hijos, alta y rubia por su ascendencia polaca. Y así la hemos representado dedicándole, junto a su hijo don Pedro II, dos magníficos gigantes, que llevan el nombre de nuestro pueblo por tantos lugares".

Además, explica que "del médico aludido y de tantas personas más, hemos conocido, directamente, numerosos testimonios de estos hechos, y podemos señalar algunos nombres -que entonces eran niños de entre 10 y 15 años- como Clemente Nerín, Felicidad Angás, María Cruz Puyuelo, Pilar Ambrós, Carmen Cancer... (todos ya fallecidos); sin embargo, aún contamos con el testimonio vivo de Joaquina Ardanuy, quien a sus 105 años recuerda a la perfección todos estos inolvidables pasajes, ocurridos cuando contaba 22 años y ya era moza casadera".

Así que hace 5 años el pueblo de Sena, "convencido de que la historia la cuentan con rigor y honestidad quienes la han vivido en primera persona, aunque otros la quieran contar como les convenga o les resulte más cómodo, erigió una placa conmemorativa junto a la puerta de su cementerio municipal que deja memoria de este singular hecho. Muy a pesar de algunos historiadores que lo han ignorado sistemáticamente, a sabiendas, y han preferido atender a la leyenda fácil e imprecisa, antes que al testimonio vivo y fehaciente del pueblo llano. Mala cosa es esa y demasiados ejemplos hay", destaca Cáncer. Considera que "parece que moleste a algunos eruditos que los huesos de toda una reina reposen sin lápida, anónimos y callados, entre los de tantos de sus vasallos, que sirvieron durante siglos fielmente a los intereses y mantenimiento de su fundación hace ya 832 años".

De cualquier forma, "después de todo, dónde iba a reposar mejor que en el único pueblo vivo -Sena- que fue testigo de su fundación (junto con Sijena y Urgellet, desaparecidos)", plantea.

Concluye exteriorizando como "se dice que la muerte nos iguala a todos y es bastante verdad. Por eso, ya que su sarcófago de piedra arenisca se halla vacante, doña Sancha, a la que supongo virtuosa y mujer humilde, estará gozosa de compartir la tierra leve, que fue de sus dominios, con mosén Rafel, la Gitaneta, Victoriano el alguacil y todos los demás en la milenaria villa de Sena".