Cultura

CORTOMETRAJE

Lucía Naval: “Que nuestro corto haya sido seleccionado en Málaga ya es un premio”

 La oscense ha creado La siesta del carnero junto a la chilena Valeria Hofmann

Lucía Naval.
Lucía Naval.
S.E.

La oscense Lucía Naval y la chilena Valeria Hofmann proponen un viaje gastronómico a Embún y Llanquihue en el corto documental La siesta del carnero, que compite en el XXIV Festival de Málaga.

“Que haya sido seleccionado ya es un premio para nosotras”, asegura Lucía Naval (Huesca, 1994), guionista, protagonista, codirectora de arte y responsable de la parte gráfica y de diseño de este trabajo, que pone en valor las recetas de las abuelas.

La siesta del carnero se presenta mañana en Málaga. ¿Cómo recibisteis la noticia?

—Que haya sido seleccionado es ya un premio y una alegría para nosotras. Es el primer festival en España que lo selecciona y tenemos ganas de poder compartir y ver cómo responde el público.

Valeria Hofmann
Valeria Hofmann
S.E.

¿Qué supone estar presente en un certamen tan relevante?

—Lo celebramos especialmente porque será la primera vez que se proyecte en una sala física y no solamente virtual, como ha sucedido ya en otros festivales como Ficunam (México), Fidba (Argentina), Docs Valparaíso (Chile) y el Festival Internacional de la Imagen (Colombia). Nos resulta especial que este estreno en pantalla suceda en España, ya que fue el lugar donde lo llevamos a cabo. Al estreno solo podré acudir yo, ya que Valeria reside actualmente en Chile.

“Queríamos que la gastronomía fuera el eje central del corto”

¿Cómo se os ocurrió la idea del corto y qué mensaje queréis transmitir con él?

—En aquel momento Valeria cursaba el máster de cine experimental Máster LAV en Madrid. Durante unas clases surgió un término inventado por parte del profesor Javier H. Estrada y el director Pablo Useros. Definieron “cine roto” a aquellas películas que plantearan una estructura y que en cierto punto algo rompiera con ella, no tanto como un giro narrativo, sino que la propia forma de la película cambiase. Tenía que ver con el arriesgarse y no controlar todos los factores. Valeria me propuso trabajarlo juntas y con esta premisa quisimos plantear un proyecto que partiese de una estructura definida, pero que diera lugar a cambios e imprevistos. De ahí que nos planteáramos un proyecto documental desde nuestra experiencia, con un tiempo cerrado, ya que lo grabamos en 48 horas de convivencia. El gusto por la gastronomía y el cocinado era un tema que a nivel personal disfrutábamos y queríamos que fuera un eje central para la película. Nos propusimos cocinar, la una a la otra, un plato representativo de nuestras abuelas, en este caso maternas, a las que además asociábamos su pueblo de origen. En mi caso fueron “boliches” de Embún y en el de Valeria, el “strudel” de manzana de su abuela, que vivía en Llanquihue. De este modo procuramos un espacio de acción donde también invitamos a nuestras abuelas a participar del cocinado mediante llamadas y vídeos para que nos explicaran las claves de estas recetas.

Un fotograma del corto documental.
Un fotograma del corto documental.
S.E.

¿Cómo se desarrolló el proceso de escritura del guion?

—Más que un guion al uso, fue más parecido a una partitura o a un mapa conceptual. Hubo largas conversaciones sobre la premisa de la que partíamos, el concepto y los elementos que queríamos que estuviesen presentes.

También sois las protagonistas del corto. ¿Qué tal la experiencia de estar delante de la cámara?

—En el momento no lo viví como una interpretación, ya que se trataba de una experiencia real. El hecho de que hubiera una cámara y Valeria estuviese moviéndose o grabando con ella no me resultaba un cambio más allá del que pudiéramos hacer con nuestros móviles. Sí que es cierto que una vez pasado todo este tiempo y que esa experiencia se cerrara como un proyecto audiovisual hace que a día de hoy me vea como un personaje de ficción.

“Me gustaría que el documental se pudiera estrenar en Huesca”

¿Cuándo y dónde se desarrolló el rodaje?

Lo rodamos en Madrid a principios de 2019, en una casa antigua en la que estuve viviendo unos meses.

¿Cómo os conocisteis Valeria y tú y cómo surgió esta colaboración?

—Yo había llegado a Madrid para hacer el Máster de Grabado y Diseño de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y Valeria estaba cursado el Máster de Cine Experimental Máster LAV. Nos conocimos a raíz de algunos nuevos amigos, que hicieron de intersección entre los dos mundos.

Antes de este trabajo, ¿cuál era tu vinculación con el mundo audiovisual?

—Principalmente el teatro, en Huesca, donde empecé desde muy joven con los talleres de teatro del Ayuntamiento y esto ha marcado en mí un gusto y un placer por la interpretación. Vincularlo a lo audiovisual o al cine ha sido siempre algo circunstancial, en lo que de forma natural he disfrutado participando y experimentado tanto delante como detrás de la cámara.

¿Estrenarás el corto a Huesca?

—Me encantaría que tuviéramos la oportunidad y el espacio, especialmente al tener el documental esa ventanita que mira a la provincia y a un plato de su gastronomía.