Cultura

CRÍTICA MUSICAL

Emociones en clave pop en el concierto de Sofía Ellar

Inauguró el ciclo A Escuchete en el Palacio de Congresos de Huesca

Sofía Ellar
Sofía Ellar
Pablo Segura

En el universo literario, y más concretamente en el de la novela, la autoficción cotiza al alza en los últimos tiempos. Y parece que algo similar sucede en el mundo de la música. O al menos de cierta música. Quizá por influjo de Instagram y de las redes sociales, que son espacios en los que se airean las intimidades de forma desinhibida, abundan los artistas que conciben su música casi como una autobiografía. Es el caso de Sofía Ellar, que el sábado ofreció un concierto acústico en el Auditorio Carlos Saura del Palacio de Congresos de la capital oscense con el que se inauguró el segundo ciclo A Escuchete que organiza El Veintiuno con la colaboración del Ayuntamiento de Huesca. Nacida Sofía Lecubarri en Londres, esta cantautora madrileña utiliza sus canciones para desnudar sus sentimientos, para plasmar en ellas su relación con su madre o con sus gatos, para hablar de sus amores y desamores. Y eso es algo que conecta muy bien con un público, sobre todo femenino y joven (mayoría aplastante en la sala), que se ve reflejado en sus letras y al que le encanta sentirse partícipe de esas emociones en clave pop.

Con una clara tendencia al sentimentalismo (“estoy muy moñas”, dijo en un momento del concierto), Sofía Ellar exhibió, sin embargo, un carácter efusivo (quizá en exceso) y dicharachero. No se sabe muy bien si es que su reciente ruptura con el también cantante Álvaro Soler le ha sentado bien, pero lo cierto es que parecía más feliz que una perdiz. Y estuvo en todo momento desinhibida, verborreica y teatrera, por momentos invasiva y gritona, reclamando a los espectadores sus coros y palmas. Algo que no pareció importarle a su abnegado y entusiasta público, que cantó con ella todas y cada una de sus canciones. Acompañada únicamente por Sergio Marqueta al teclado y por Javier Rubio a la guitarra (dos buenos músicos), haciendo gala de su posición como influencer salió al escenario vestida con el mismo tipo de ropa que luego vendía en su puesto de merchandising.

Por otro lado, el formato acústico elegido, que tiene sus indudables ventajas (cercanía, espontaneidad), tiene también sus desventajas, siendo la principal la homogeneidad que otorga a los temas, que acaban sonando siempre a un cierto folk-pop estándar que elimina los detalles y los arreglos originales de las canciones. Es algo que se apreció muy claramente en el tema que abrió el concierto, el palindrómico Si es Roma amor, que por el camino se dejó el aroma tropical que se percibe en la grabación del disco. La actuación fue un recorrido por sus dos álbumes, Seis peniques y Nota en Do, y precisamente continuó con el tema titular de este segundo disco. Tras Rock´n´rolles de chiquillos, que ella misma definió como un fake dado que el tema tiene más de intimista que de rock & roll, llegó el momento de las dedicatorias con los temas Ana (dedicado a su madre) y Versión de cobarde (dedicado a su gato Dorian), temas con una gran carga confesional y autobiográfica, como todo su repertorio. Algo que se percibe también en las canciones de su vertiente más alegre, como Tus movidas, Verano con lima (con un aire casi country) o Ahora dime. Dedicó Segundas partes entre suicidas a Andrés Calamaro (en su día, Ellar hacía una versión de Flaca del argentino), y tuvo su momento más sentimental con su emocionada interpretación de Media tinta y de Bulevares y deslices, en el que el público volvió a activar la luz de sus móviles (versión moderna del mechero), tal como había hecho antes en el tema Ana.

Se despidió con Hoy que somos locos, en el que recitó en modo poema el rap que aporta Rayden al tema original. Pero, por supuesto, el entregadísimo público obligó a Sofía Ellar a volver al escenario para ofrecer un largo bis, que se inició con su nuevo tema Cancha y gasolina, y siguió con esa especie de canción en dos partes (Mundos y Mundos…?) que componen un relato muy confesional en el que habla sin tapujos de su vida sentimental. Volvió a dedicar a Calamaro el tema Amor de anticuario, con su aire de rumba, y rubricó definitivamente su actuación con Bañarnos en vaqueros, con el que el público se vino del todo arriba, mientras ella, natural y espontánea, en un arranque circense, se dedicaba a hacer ¡tres veces consecutivas! el pino puente. ¿Qué es lo mejor que se puede decir de un concierto? Que el público salió contento y satisfecho, ¿no? Pues eso.