Cultura

FESTIVAL INTERNACIONAL EN EL CAMINO DE SANTIAGO

Ouka Leele: “Me gusta que la gente haga un poquito de Camino gracias a esta exposición”

La artista exhibe sus fotografías por la comarca de la Jacetania en la muestra Alma de peregrino, creada para la decimotercera edición del Festival 

Ouka Leele en el Museo Diocesano de Jaca.
Ouka Leele en el Museo Diocesano de Jaca.
FICS

Premio Nacional de Fotografía en 2005, Bárbara Allende Gil de Biedma, más conocida como Ouka Leele, transmite una paz infinita cuando habla. Esa misma serenidad que quiere buscar en la naturaleza, conectar con ella de la misma manera que se vincula con el arte, y con el que nos sorprende, sobre todo, a través de la luz y el color de sus obras. Bárbara cuenta cómo ha sido preparar su exposición Alma de peregrino para el XXX Festival Internacional en el Camino de Santiago de la Diputación Provincial de Huesca, en qué momento se encuentra personal y artísticamente, y por qué y para qué hace lo que hace. Respecto a la muestra, se puede visitar hasta el 29 de agosto en el Museo Diocesano de Jaca, de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:30 horas, y en espacios públicos del Camino de Santiago francés: Canfranc Estación, Santa Cruz de la Serós y Berdún.

“Todas las fotos se tomaron en la Catedral de Jaca, y es adecuado verlas allí y en sus entornos”

¿Cómo valora el hecho de que sus fotografías sean expuestas en el Museo Diocesano de Jaca y en otras localidades de la Jacetania?

—Estoy verdaderamente encantada con esta exposición y con los lugares donde se está exponiendo. Me gusta muchísimo que los peregrinos puedan verla, que la gente haga un poquito del Camino gracias a ella. Me gusta que sea dentro y fuera, que puedas ir por el campo y encontrarte una foto cerca de una iglesia o de una ermita. A mí me encanta la idea. Me parece que es un lugar ideal. De hecho, como las fotos se tomaron todas en la Catedral de Jaca, creo que es adecuado verlas allí y en sus entornos.

¿Se ha inspirado en algo en particular para Alma de peregrino? ¿Ha tenido referencias visuales? ¿Se podría asemejar en algún sentido a alguno de sus trabajos anteriores?

—Creo que yo conscientemente no me he inspirado en nada, pero dentro de mí está todo. Están todas las imágenes que he visto en los museos y el arte clásico. La Iglesia ha promovido mucho el arte en todos los siglos. En una visita al Museo del Prado, si no has leído un poco la Biblia, no te enteras de nada. Todo eso creo que está dentro de mí. Pero, sobre todo, he abordado el trabajo con una mirada nueva, sin ningún tipo de referencia consciente.

Canfranc Estación es una de las localidades que acoge la exposición.
Canfranc Estación es una de las localidades que acoge la exposición.
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Eran retratos puros y duros con los peregrinos que iban llegando. Yo no sabía lo que me iba a encontrar. Normalmente los modelos los escojo, los preparo. Esto eran fotos muy rápidas donde yo cogía la primera impresión. Esa intuición que te causa la persona que está delante de ti. Era curioso porque lo que te esperas de un peregrino es verlo prácticamente disfrazado, y aquí eran personas normales y corrientes que estaban haciendo el Camino. Cada uno con su estilo, con su forma de ser. Me pareció interesante porque era bastante contemporáneo, y aún así en cada uno salía ese aspecto místico.

Quizá sí pueda parecerse a trabajos anteriores. Toda mi obra tiene un hilo conductor que soy yo. Pero no ha sido abordado desde una continuidad con lo anterior. Esto es bastante diferente. Es verdad que luego vuelvo al color, a pesar de ser retratos muy naturales.

Durante esos intensos días de trabajo, ¿conoció alguna historia en particular que le hubiera llamado especialmente la atención?

—No recuerdo ninguna anécdota especial, pero como era una relación de mirada, de estar con la persona, muy intensa, rápida y espontánea, sí recuerdo cómo me impresionaron mucho los niños. Es verdad que con muchos de ellos me iba luego a comer, y me contaban qué estaban haciendo y por qué hacían el Camino. Recuerdo a una mujer, subida de rodillas con la falda tapándole las piernas, y parecía una especie de gárgola. Cuando bajó le pregunté si era actriz, porque era fantástico como ponía las caras. Fue la persona a la que más dirigí. Vi su faceta de actriz y jugamos con ella a hacer algo más artificial. Sin embargo, lo que más me impresionó, sigo pensando que fueron los niños. Era muy bonito verlos tan pequeñitos haciendo el Camino con sus padres.

“Cada persona tiene su luz y yo no paro hasta que la veo”

Menciona que cada persona tiene una luz única que usted ha de encontrar. ¿Le resultó fácil hacerlo con estos peregrinos? ¿Todo el mundo tiene esa luz?

—Estoy absolutamente convencida de cada persona tiene su luz. Cada objeto, cada piedra, planta, animal… Por mi propia experiencia. Son muchos años con la cámara, y no es solo por ella, aunque ayuda mucho a ver esa luz. Cada persona la tiene, y si le das su espacio, intimidad, esa cercanía y ese amor -porque el retrato sin amor no puede ser posible- esa persona deja salir su luz. Yo no paro hasta que lo consigo. Y cuando la veo, es en ese momento cuando disparo. Veo en las ruedas de prensa a fotógrafos que disparan por disparar, sin pensar, a mí me dan ganas de decir: “un momento, por favor, así no funciona, esperad a que surja ese momento donde la luz atraviesa la habitación, la luz de la persona, no solo la que entra por la ventana”. Eso para mí es la fotografía, el retrato.

¿Ha realizado usted el Camino de Santiago o alguna otra ruta de peregrinación?

—Paradójicamente, nunca he hecho el Camino de Santiago. Aunque ha sido mi mayor deseo desde muy joven, desde que tenía quince años. Pero nunca se me han dado las circunstancias. Me metí en una vorágine de trabajo que casi era imposible. Quizá me lo debería haber planteado como parte de mi trabajo, aunque fuera de mi trabajo interior. Haber estado esos días allí trabajando, me gustó mucho. Aunque fuera un trocito pequeñito, haber pisado esa tierra fue un deseo. No he hecho ninguna peregrinación, más allá de la época del colegio donde hacíamos cosas muy cortas. Incluso recuerdo a alguien darnos el raro consejo de meternos piedrecillas en los zapatos para sentir esa especie de pequeño dolor mientras caminabas, lo cual me parece un horror. El cuerpo para mí es el mayor regalo que nos ha dado el Creador. Hay que cuidarlo, respetarlo y admirarlo. Darnos cuenta del prodigio que es nuestro cuerpo.

Tres de los peregrinos fotografiados por Ouka Leele nen la Catedral de Jaca.
Tres de los peregrinos fotografiados por Ouka Leele nen la Catedral de Jaca.
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¿Qué diferencias pudo hallar entre los peregrinos del pasado y los contemporáneos? ¿Cree que el sentido o el objetivo de la peregrinación ha cambiado?

—Curiosamente, aunque parezca que los peregrinos contemporáneos son diferentes y más modernos, es lo mismo en el fondo. Los de antaño son los mismos que ahora. El fin es idéntico. Ese encuentro contigo mismo, con la tierra y el cielo. Estar en medio, entre los dos, entre las estrellas y las piedras. Encontrarte y el encuentro con los demás peregrinos. No ha cambiado nada. Quizá haya más bullicio, por poder llevar un coche, un móvil -aunque algunos eviten usarlo para estar totalmente en silencio-, eso sí que lo hace más moderno. Supongo que antaño eran totalmente solitarios, recorriendo el camino a pie, sin ninguna ayuda. Pero ese encuentro con el silencio y ese aprendizaje que te da la naturaleza al caminar, era el mismo. Cuando comencé a retratar pensé que eran demasiado normales. Se notaba a veces que estaban curtidos por el sol, pero nada más. No hace falta llevar un disfraz por fuera para ser peregrino. Es algo que me gustó, poder ir a la persona tal cual.

¿Cuáles son sus próximos proyectos vitales?

—Mi mayor proyecto vital ahora mismo, y creo que lo ha sido hace muchos años -aunque nunca lo cumplo- es vivir más cerca de la naturaleza. Como si estuviera siempre en el camino, conociéndote a ti mismo a través de la tierra. Lo de andar descalza me parece esencial. En los tiempos que corren tenemos que volver muchísimo a la naturaleza. Ahora por lo menos voy a los parques y ando descalza para que me entre la energía de la tierra por los pies y salga la nuestra, de la que estamos cargaditos: radiaciones, tóxicos de todo tipo, tanto relacionales como en la alimentación, los plásticos… Hay que descargarlo y evitarlo. Mi proyecto es tener una huerta y agua cerquita. Las cosas están un poco complicadas últimamente, pero ojalá lo consiga.

¿Y en cuanto a su trabajo de creación?

—En cuanto a mi trabajo, he estado trabajando mucho con carboncillo, pero no comprado en una tienda de dibujo. Uso el Palo Santo, una madera que al quemarla huele de una forma incomparable. No conozco un olor como ese. Es parecido al incienso, pero más dulce. Me imagino al entrar a la Catedral de Santiago, cuando están con el botafumeiro. Eso es una delicia. En mi colegio todos los días había un rosario, unas letanías o una misa, y toda la iglesia se llenaba de humo y olor a incienso. Era maravilloso. He crecido así. Es por eso que esos olores son muy importantes para mí y muy necesarios.

Durante toda esta época de pandemia -que por un lado es muy horrorosa y por otro muy interesante- he estado muy en contacto con el incienso, quemándolo yo. Era una necesidad vital. Esa ceniza, esa negrura del carbón, me gustaba tocarla e incluso coger las brasas, casi quemándome la mano. Era una necesidad de sentirlo. Es una belleza. Así que empecé a guardarlos y a usarlos para pintar. Me encanta el tacto. Hago fondos con ese carboncillo sobre los que luego dibujo con el mismo, y le pongo color. Estoy muy metida en el carbón y las brasas, y en definitiva en ese olor que te eleva. Es un perfume alucinante. No sé a dónde me lleva, ni dónde acabará.

El arte me conecta con la vida, con la verdad y con la belleza

Tiempos extraños y de incertidumbre los que nos han tocado vivir, para los que ayuda tener ‘Alma de peregrino’.

—Durante esta etapa de incertidumbre yo me desconecté un poco, pensando que el arte “para qué”. Hacía esta broma con mi hija y decíamos “¿para qué vamos a hacer eso? ¿Para qué?”. Y nos reíamos mucho diciendo “para qué”, si no hay salida, si no se puede entrar en un museo, con la mascarilla a todas partes… Un horror. Pero el instinto humano, lo que es mi cuerpo -esa perfección prodigiosa de la naturaleza-, me ha llevado a necesitar cosas como estas del incienso y la ceniza. A través de ese placer, de esa llamada, me he puesto a dibujar, lo cual no pensaba nunca que iba a hacer. Porque siempre decía ese “para qué”. La preparación de todas las fotos de Alma de peregrino me cogió en medio de todo este lío. Todavía el arte existe, todavía sigue y puedo hacerlo. Me ha resultado muy curativo hacer esta exposición. El arte me conecta con la vida, con la verdad y con la belleza.