Cultura

OBITUARIO

Pedro Rebollo, actor: “La noche queda para quien es”

El actor, dramaturgo, director y crítico de teatro aragonés Pedro Rebollo murió este jueves a los 59 años, víctima de un cáncer

Ricardo Joven y Pedro Rebollo.
Ricardo Joven y Pedro Rebollo.
C.G.

La noche queda para quien es”. Esa fue la última frase que Pedro Rebollo dijo en un escenario. Fue en el Centro de Congresos de Barbastro . Es el enigmático final de La lluvia amarilla, era la cuarta función (la última para él). Una obra donde se cuenta la historia de un hombre a punto de morir. Irónico.

Mi relación con Pedro comenzó hace casi una década. Antes lo había dirigido en una lectura dramatizada pero le había perdido la pista. Quedé con él Zaragoza. La crisis le había sentado mal en lo personal y en lo profesional. ”Estoy a punto de cortarme la coleta” -me dijo- . Hastiado y descreído de todo. Luego aprendí que era menos descreído de lo que aparentaba. Luego entendí que intentaba no ilusionarse para no correr el riesgo de la decepción. Le ofrecí hacer Ligeros de equipaje y lo acepto sin demasiado entusiasmo (o eso me pareció).

Pensé que no nos íbamos a entender. Sinceramente.

Aquel montaje fue uno de los mejores momentos de mi vida teatral. Reímos y disfrutamos. Nos lo pasamos en grande en Lourdes (donde estábamos de residencia). Escribí el texto e hice la dirección en un mes. No sentí la presión. No discutimos. Fue un milagro (valga la expresión en esta localización).

Todo el mundo dice que era un gran actor. Era algo más. Era un tipo que disfrutaba ensayando, jugando, probando… Eso me gustó desde el principio, es menos común de lo que parece. Estaba protestando todo el día por la comida, por el viaje, por el clima…, excepto en el momento que ensayaba. Y luego, metidos en harina, tenía “un don”. He conocido muchos actores buenos, también muy buenos, pero pocos tocados así, casi ninguno con “ese oído”, esa intuición, ese “algo” para ”meterse”, para hacerlo fácil, para abrirte el camino. Él lo tenía.

Alicia Montesquiu, Jesús Arbués, Pedro Rebollo y Ricardo Joven tras una representación de La lluvia amarilla.
Alicia Montesquiu, Jesús Arbués, Pedro Rebollo y Ricardo Joven tras una representación de La lluvia amarilla.
C.G.

Nunca nos dijimos nada de esto. Contó muchas veces que le encantaba trabajar conmigo y cómo dirigía. Nunca me lo dijo a mí. Yo tampoco le dije lo que me gustaba dirigirlo. Los aragoneses somos así. Los dos lo sabíamos y nos bastaba.

Empezamos a trabajar juntos. Se vino a vivir a Huesca. Enterró algo de la guerra que le salía de las entrañas y que, a veces, se le escapaba. “Ya me conoces Jesús, disculpa” -solía decirme cuando se excedía-.

Hicimos algunos espectáculos familiares, históricos, un Lope, trabajó en la tele, hizo "El tiempo entre costuras” con un personaje bastante significativo. Nada parecía ilusionarle demasiado.

Lo comprendí luego. Quería un personaje importante, no una obra de textos sueltos, no un familiar, no quería la fama, no quería tele…, quería morder algo grande. Solo le importaba el teatro. Pero lo disimulaba. Era el capitán Ahab en busca de su ballena.

Cuando le propuse hacer La lluvia amarilla le brillaron los ojos. Antes de que yo empezara hacer la dramaturgia se había leído la novela no se cuantas veces ya. Nunca lo había visto tan ilusionado. Yo estaba asustado y él hiperexcitado.

Recuerdo los ensayos. Solos en Corral de García. Haciéndonos comida, bebiendo vino. Contando anécdotas de Pilar Laveaga (podía pegarse horas en ello, podías oírlas cientos de veces).

El montaje nos costó mucho, nos costó encontrarnos, recuerdo uno de los últimos días. Aquello no salía. El encierro nos estaba afectando. Recuerdo que le corregí bastantes cosas del pase y me miro con unos ojos que no auguraban nada bueno. Pensé que iba a hacer “un Rebollo” y me iba a mandar a la mierda y se iba a pirar. Ante mi sorpresa se echó a llorar. Me dijo que estaba poniendo todo entre sollozos, que no podía hacer más. Yo lo abracé (no sin antes pedirle que se pusiera bien la mascarilla). Nos fuimos a dar un paseo por el monte ante la estupefacción de Alicia Montesquiu. Por el monte hablamos de Andrés (el protagonista de la obra) y de su incapacidad emocional, de las similitudes con los dos. Nunca estuvimos tan cerca como aquel día.

Después del estreno me mando un WhatsApp, decía: “He bebido vino. He visto nuestra creación. Es buena, muy buena. Me avergüenza decírtelo pero es así. Saludos. Te quiero”. Entonces entendí más cosas de cómo era.

Todo parecía que iba a ir bien. Muy bien. Y no paró de ir mal.

Recuerdo frases y situaciones: ”Me están haciendo pruebas pero tranquilo, que me tenga que chutar lo que me tenga que chutar, yo en Madrid actúo, ya se lo he dicho al médico”. “A ver si es covid y ya no me tengo que preocupar de la mascarilla” -le contestaba- .Y luego: “Solo me queda una prueba y no me encuentran nada, tranquilo…”, hasta aquel día de agosto que me llamo llorando: “Te voy a joder, Jesús… Me han encontrado esto… Lo siento”.

Recuerdo la primera función de Ricardo Joven en Corral de García cuando le sustituyó, él se presentó sin avisar. No sabíamos dónde sentarlo. Estaba emocionado. Nos hicimos unas fotos que lo dicen todo (y que ilustran este texto). Bebimos vino nos abrazamos y lloramos. Aquella noche hubo emoción, compañerismo, buenos deseos y amistad para redimirnos a todos de nuestras miserias por un tiempo.

Al final no hizo la Feria de Ciudad Rodrigo, no hizo la Feria de Huesca, no hizo el Teatro Español. “Contra el destino nadie batalla”, dice el tango.

Alicia (que tanto lo quería), Ricardo (actor y persona excepcional) y yo mismo disfrutamos de un éxito que sabíamos (al principio creí que solo me pasaba a mí) que siempre iba a ser incompleto. Siempre faltaba Rebollo. No quitamos su cara del cartel, sabíamos que cambiar el cartel era asumir que no volvería. Éramos intrusos de la alegría.

La muerte ha sido extremadamente cruel. Al menos le debería haber dejado despedirse del escenario en el Español, a lo grande.

Lo deseaba, sé que lo sufrió y, sobre todo, lo merecía. No este mutis silencioso y amargo.

Hoy Javito, su compañero me ha preguntado al conocer la noticia: ¿es verdad?. Supongo que (inconscientemente) deseaba que yo cambiara la escena. Y yo también he pensado si era verdad. Si todo esto no era un guion de mierda. Una obra mala y sin sentido. Un argumento absurdo que se retuerce de puro inverosímil.

Una historia de un hombre que interpreta a un hombre que se muere y muere también.

Un lugar donde “la noche queda para quien es”.