Cultura

FESTIVALES

Apto para todos los públicos

El festival Primavera Sound de Barcelona congregó a más de 250.000 personas el pasado fin de semana

Rosalía.
Rosalía.
EFE

El recinto del Fórum de Barcelona volvió a albergar una nueva edición del festival más importante de los que se celebran en nuestro país y uno de los más prestigiosos del mundo, el Primavera Sound, que este año desdobla en España su radio de acción ya que los mismos artistas que han actuado en Barcelona lo harán este próximo fin de semana en la primera edición del festival en Madrid.

Primavera Sound ha sabido adaptarse a los tiempos, y de ser considerado en sus inicios un festival indie ha pasado a ser un macroevento apto para todos los públicos y capaz de engullir casi todos los géneros musicales: del pop a la electrónica, pasando por el rock, el punk, el hip hop, el trap, la world music, el jazz e incluso el metal o el k-pop. Lo cual ha contribuido a renovar su público, que este año, sólo en Barcelona, ha llegado a la muy considerable cifra de más de 250.000 personas.

Toma de contacto

El primer día de cualquier festival suele ser siempre el de la toma de contacto. Y el jueves la primera apreciación fue la de que, afortunadamente, el recinto del festival se había reducido respecto a los últimos años. Las largas y agotadoras caminatas iban a ser un poco menos largas. Eso sí, el número de escenarios –nada menos que 15- se mantenía. Pero, al menos, en un espacio más reducido. Tras la actuación de los Pet Shop Boys, que había servido de aperitivo el día anterior, el jueves deparó pocas sorpresas.

En los dos escenarios mayores (Estrella Damm y Santander) lo mejores fueron unos Black Country New Road cada vez más eclécticos (del folk al punk pasando por lo experimental) y de Nxworries, proyecto de Knxwledge y Anderson.Paak, con su sedoso soul electrónico.

En cuanto a las dos estrellas de la noche, Blur estuvieron muy bien y reivindicaron su pasado, y New Order dejaron claro que Bernard Sumner sigue desafinando demasiado, aunque tienen una ristra de hits tremenda. Terminaron su actuación con himnos irrebatibles como True faith, Blue Monday, Temptation y el Love will tear us apart de Joy Division.

En los demás escenarios, destacaron el teatral y esperpéntico show de los metaleros Ghost, los vibrantes afrobeats del nigeriano Rema, el elegante y glamoroso synth pop de Alison Goldfrapp, el rap áspero y seco de Pusha T, la ensoñación electrónica de Emeralds o la brutal colisión de noise, sludge y drone metal de los nipones Boris.

Otros momentos de oro fueron la electrónica hipnótica y sutil del ucraniano Heinali, el brillante y elegante soul-pop de Self Esteem, el alborotado post-punk de Yard Act, el apocalíptico y temible post-metal de Amenra, el poderoso drill rap de Central Cee o, como novedad de este año, el k-pop de dos grupos de chicas: Perfume y, sobre todo, Red Velvet, que atrajeron a un público adolescente y colorista.

Finalmente, destacar también la vigorosa mezcla de ruido y rap de Blackhaine, los beats orientalizantes (con máquina y derbuka) de los egipcios Abadir & Hogir, el disruptivo footwork de Jana Rush, el épico maximalismo combinado con drum´n´bass de Hudson Mohawke, la retumbante bass music de Shannen & Joe Cotch, la nueva mediterraneidad de la mallorquina Júlia Colom o la loca combinación de ópera y gabba de ascendant vierge.

Entre las decepciones, el pobre directo de la sin embargo magnífica Sudan Archives, los tics del peor prog rock de Darkside y lo mal que ha envejecido la fresca propuesta de las antaño riot grrrls Le Tigre.

Caroline Polacheck.
Caroline Polacheck.
Henry Redcliffe

Del tecnopop al hip hop

El viernes el combate entre las cabezas de cartel se dirimía entre el tecnopop de Depeche Mode y el rap consciente del gran Kendrick Lamar. Pero ni uno ni otro se llevaron los laureles del triunfo, que recayeron en propuestas más recientes.

Depeche Mode, en todo caso, demostraron estar en buena forma (su último disco, Memento mori, es realmente bueno) y repasaron algunos de sus mejores temas, cerrando con Just can’t get enough y Personal Jesus.

Y con Kendrick Lamar lo que sucedió es que estaba todavía en la memoria de todos su monumental concierto de hace unos años en ese mismo escenario, con una banda espectacular. Y en cambio, esta vez vino sin banda, apoyado en un diseño de escenario conceptual, con unos telones con la historia del pueblo negro en América y con un grupo de bailarines. Pero quedó todo quizá demasiado seco y sin gancho. Eso sí, tiene canciones buenas para aburrir.

Destacó el magnífico recital flamenco de Israel Fernández y Diego del Morao, el cóctel de salsa y songo de Los Hacheros, el exquisito folk-pop de Beth Orton, The Delgados y Julia Holter, el blues-rock retorcido de Yves Tumor, el entrañable jangle pop de The Wedding Present, el rap oscuro de Baby Keem o el divertido teatrillo de vodevil hippy de The Moldy Peaches.

Fue alucinante la combinación de folk polvoriento y noise intenso y desquiciado de los Swans. Y también hay que destacar el apasionante set lleno de referencias de Four Tet, las poderosas sesiones de Mura Masa, Fred Again… y Skrillex, la vigencia del hardcore-punk de los abueletes de Bad Religion, la genial mezcla de pop de colorines, voces infantiles y duro gabba de las japonesas Kyary Pamyu Pamyu, el vogueing de Channel Tres, la extraordinaria actuación de pop con mayúsculas de una Christine & the Queens que mostró una voz esplendorosa, y el poderío de dos de los heraldos de la nueva escena latina: la mezcla de rap, trap y una gran banda del argentino Trueno y el pop urbano reguetonero del puertorriqueño Mora, con una espectacular puesta en escena.

El día de Rosalía

El sábado era el día de Rosalía, de la que se habla aparte. Pero fue también el mejor día, sin duda, de esta edición. Aunque hubo alguna que otra decepción (como un set muy previsible de Calvin Harris y sobre todo unos Bar Italia demasiado estáticos e insípidos), se pudo disfrutar con el pop de acentos jazz de James Ellis Ford, el alocado y divertido reguetón trans de Villano Antillano, el rock de autor del gran John Cale (que cerró su actuación con su onírica versión del Heartbreak Hotel de Elvis), la electrónica oriental de Sevdaliza y Anish Kumar, el pop sofisticado y funky de St. Vincent, el rock ortodoxo de The War on Drugs, el perreo impenitente de la reguetonera dominicana Tokischa o el polirrítmico drum´n´bass de DJ Storm (del dúo Kemistry & Storm) y de Nia Archives. Y es que parece que el drum´n´bass vuelve a estar de moda. Fue realmente magnético el espectáculo de Kelela con su R&B futurista, sola delante de una pantalla con toda la gama de pantone. Y también destacaron el vigoroso rock de los eurovisivos italianos Maneskin, el terrorífico y ruidoso black metal de Litvrgy, el set de dubstep de Mala, los siempre divertidos Los Ganglios (alternando bakalao y punk), la brutal mezcla de hardcore y rap industrial de Death Grips, el hip hop siniestro de JPEGMAFIA y, por supuesto, la verbenera sesión del pionero del reguetón DJ Playero, que pinchó todos los hits del género. Gran final.