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La búsqueda de un lugar en el mundo, en la Muestra de Ascaso

Nuevo éxito de público para disfrutar de 'Puyuelo', 'Bellus' y ‘Matria' y participar en el coloquio junto con los realizadores

Coloquio en medio de la naturaleza.
Coloquio en medio de la naturaleza.
Muestra de Ascaso.

En la penúltima jornada de la XII Muestra de Cine de Ascaso, la búsqueda de un hogar en el mundo donde ser dueños del propio destino, lejos del lugar de nacimiento, fue el nexo común entre las películas del programa: Puyuelo, la experiencia de recuperación de un pueblo abandonado en el Sobrarbe; Matria, la historia de una mujer atrapada en una vida gris y asfixiante de la que no sabe cómo salir; e incluso Bellus, el cortometraje aportado por el Festival du Film de Contis, en el que un joven se siente perdido tras la muerte de su padre.

Tanto la sesión de tarde como la de noche del viernes volvieron a registrar un lleno por parte del público. De hecho, el documental de Sara Sarrablo, enmarcado en la sección ‘Repobladores en pantalla’, tuvo que proyectarse una segunda vez en la borda del cine mientras en el exterior los protagonistas lo comentaban con los espectadores que habían asistido al primer pase. El éxito de público y su implicación en los debates está siendo la nota característica del festival. El viernes, tras la proyección de Matria, la charla con su director, Álvaro Gago, se alargó hasta pasada la una de la madrugada.

La actriz protagonista, María Vázquez, galardonada en el Festival de Málaga por su papel, y la mujer en que se basa la historia, Francisca Iglesias, centraron buena parte del coloquio. Gago explicó que la película era la culminación de un proceso que se inició en 2017 con el rodaje de un cortometraje dedicado a una mujer que “forma parte de mi vida desde hace más de veinte años”. 

Francisca entró a trabajar en casa del abuelo de Gago después de que se quedara viudo. “Le insufló vida, y yo fui testigo de ello. Mi admiración por ella fue creciendo y sentí la necesidad de que hiciéramos algo juntos. Y digo juntos porque ella fue fundamental en la escritura de la historia”.

Matria es el resultado de un guion en el que Álvaro Gago invirtió cuatro años de trabajo, un año de ensayos y cinco semanas de rodaje. Muestra a una mujer de 42 años atrapada en un vida de supervivencia, con múltiples empleos precarios y el único objetivo de proporcionar a su hija los medios para que estudie y, así, no repita su mismo patrón. “En el cortometraje retrataba esa rutina castrante, y pensé que con un largometraje podía abordar mejor el proceso de toma de conciencia de la protagonista”.

El realizador barajó la opción de que fuera la propia Francisca quien lo protagonizara, pero sus problemas de salud lo desaconsejaron. Fue en ese punto donde apareció María Vázquez. “Francis la aceptó muy bien, hubo un flechazo entre ambas”, recordó.

La película está rodada en gallego, pero con la peculiaridad de que los personajes hablan la variante de las Rías Baixas, no normativa, y María tuvo que aprenderla, igual que tuvo que aprender los muchos oficios en que había trabajado la mujer en que se inspira la historia y empaparse de su carácter. “María es una esponja”, sintetizó Álvaro Gago.

Okupaciones que recuperan pueblos abandonados

Las okupaciones que devuelven la vida al medio rural, el rechazo de las administraciones, el apoyo de los antiguos moradores, la represión mediante procesos judiciales, la ilusión de crear algo en consonancia con la naturaleza, la búsqueda de un hogar… Todos estos temas, y más, aparecieron durante el animado debate que siguió a la doble proyección de Puyuelo, el documental de Sara Sarrablo que relata el proceso de recuperación de la aldea del Sobrarbe abandonada, primero por las administraciones y, como consecuencia, por sus habitantes, que buscaron un futuro mejor en la ciudad. 

Desde hace unos años, cuatro jóvenes belgas y alemanes se han instalado allí y han iniciado un proceso de restauración que está permitiendo recuperar las condiciones de habitabilidad del lugar, como sucede en otros puntos del país.

No solo eso, sino que han conseguido la complicidad de dos de sus antiguos habitantes, Miguel y Ramón, nacidos y criados allí, y que ahora, pese a cierto escepticismo inicial, asisten con ilusión al proceso que se está llevando a cabo en el que fue su hogar. Ambos asistieron el viernes a la proyección, participaron en el coloquio y animaron a los jóvenes a seguir adelante.