Cultura

crítica musical

El inextinguible imperio de la Reina

Symphonic Rhapsody of Queen celebró la música de la banda de Freddie Mercury en Huesca

Las voces del espectáculo sobre Queen.
Las voces del espectáculo sobre Queen.
Laura Ayerbe

SI LA MEMORIA de este cronista no falla, ésta era la quinta vez que Symphonic Rhapsody of Queen (o su versión con el nombre abreviado de Rhapsody of Queen) recalaba en el Palacio de Congresos de Huesca. El repertorio, salvo ligerísimos cambios, apenas ha cambiado nada en todo este tiempo, desde que este espectáculo visitó por primera vez la capital oscense en 2018. Pero el público sigue respondiendo cada año fielmente a su llamada, con el mismo entusiasmo de siempre, como si estuvieran bajo el influjo de un espejismo del que no quieren salir. Y es que la huella que ha dejado Queen en el universo del rock es imborrable. Su inventario de canciones es insuperable, uno de los más refulgentes y celebrados de la historia de la música popular. Y llega un momento en que a la gente le da igual que el grupo que está tocando no sea Queen. Con tal de que los toquen (y los tocan muy bien, hay que reconocerlo), ya les ha merecido la pena. Es la magia de la música de Queen. El inextinguible Imperio de la Reina.

La banda que sirve de base al espectáculo de Symphonic Rhapsody of Queen está formada por un conjunto de competentes músicos españoles (bajo, batería, teclados, guitarra, trompeta, trombón y dos coristas), entre los que destaca el conocido guitarrista madrileño Jorge Salán, ex componente de Mägo de Oz, miembro de Avalanch y músico de la banda del norteamericano Joe Lynn Turner, cantante de los míticos Deep Purple y Rainbow.

Pero el peso principal, como es lógico, recae en los tres cantantes que “dan vida” a Freddie Mercury, todos ellos pertenecientes a bandas de heavy metal: el británico Nick Workman (del grupo Vega), el sueco Thomas Vikström (del grupo Therion) y el también sueco Kenny Leckremo (del grupo H.E.A.T.). Cada uno de ellos aporta una tonalidad diferente al conjunto: más rock en el caso de Workman, con un tono más próximo al soul en Vikström y más decididamente heavy en el caso de Leckremo, que por momentos parece un doble del Axl Rose de los primeros tiempos.

Con un montaje espectacular a nivel de luces y con un escenario situado a varios niveles, todo se desarrolló tal como estaba previsto. Ya se ha dicho que el repertorio fue prácticamente el mismo de las anteriores ocasiones. Así que volvieron a sonar temas como, entre otros, One vision, Somebody to love, Another one bites the dust, Innuendo, Under pressure (que en su día Freddie Mercury cantó junto a David Bowie), The show must go on o Don’t stop me now. La cosa se puso más emotiva y romántica con Friends will be friends y Who wants to live forever. Y tras un trepidante Tie your mother down, en el que se lució el vociferante Kenny Leckremo, llegó uno de los momentos álgidos con la interpretación a dúo del clásico Barcelona, en el que la cantante, con una gran voz de soprano, no tuvo mucho que envidiar a la original Montserrat Caballé.

Siguió más tarde la interpretación de Hammer to fall, tras el que no podía faltar el momento cómico: como ya había hecho en anteriores visitas, Thomas Vikström salió al escenario travestido de ama de casa con su faldita corta, su peluca y su limpiapolvos para interpretar I want to break free, como en el vídeo de la canción.

No faltó tampoco Radio Gaga, que se pudo escuchar justo antes de otro de los grandes clímax de la velada: la interpretación de Bohemian Rhapsody, esa absoluta ida de bolo en la que Mercury demostró sus dotes operísticas, que era temida al principio por su compañía discográfica debido a su rareza y que ha acabado por ser muy probablemente el tema más emblemático de Queen. Fue el principio de la artillería sonora que se reserva para el final del espectáculo.

Con los tres cantantes sobre el escenario sonaron We will rock you y We are the champions (imposible no pensar en la versión paródica que hacen Los Gandules de este tema: “cuídame al gato”), mientras el público, totalmente rendido, se entregaba al karaoke sin contemplaciones.

Siguió después Nick Workman con la versión que Mercury hacía del clásico de Elvis Presley Jailhouse rock (con imágenes de Elvis en las pantallas), y remataron la faena los tres de nuevo sobre el escenario con I want it all y con el alegre y vitalista Kind of magic mientras las pantallas eran surcadas por los fuegos artificiales. Gran fin de fiesta, que tuvo su colofón en forma de bis con una nueva interpretación de We are the campions, dejando al público, puesto en pie, plenamente satisfecho.

Por supuesto, Symphonic Rhapsody of Queen no aportan absolutamente nada nuevo al mundo de la música. Pero al público le aportan felicidad. Y eso, desde luego, nadie lo pone en duda.