Cultura

CRÓNICA

El festival más inclusivo

Les Trans Musicales de Rennes (Francia) reunieron a más de 52.000 personas

Bambie Thug
Bambie Thug
L. LL

El festival que creó hace ya 45 años Jean-Louis Brossard en la Bretaña francesa, Les Trans Musicales de Rennes, cerró este pasado domingo una nueva edición con la misma filosofía que le viene asistiendo desde sus inicios: la de servir de radar de todo lo mejor y más excitante que se mueve en el ámbito de la música. Un canto a la diversidad que se sustancia en una programación tan heterogénea como heterodoxa, que este año ha atraído a más de 52.000 personas. Un caso insólito ya que desde hace años Les Trans (como se conoce al festival popularmente) no cuenta con cabezas de cartel y solo presta atención a lo que en Francia se denomina découvertes (descubrimientos), propuestas casi totalmente desconocidas de cualquier rincón del mundo que, sin embargo, concitan el interés de más de 12.000 espectadores cada noche. Algo que sería imposible en un país como el nuestro. Pero ahí siguen Les Trans, cuarenta y cinco años después.

Este año, en todo caso, ha sido más difícil encontrar ese tipo de sorpresas estimulantes que alegran la vida de quienes vamos a Rennes en busca de tesoros sonoros por descubrir.

Por otro lado, se puede afirmar que es el festival más inclusivo, porque lo es tanto por su buen trato dispensado a las personas con discapacidad, como por el amplio rango de edades (desde los adolescentes hasta quienes pasan ya de los 60 años, que siguen fieles al festival), como por la variedad de estilos, que van del rock al techno, pasando por el pop, el folk, el hip hop, la world music, el jazz, el indie, las fusiones más extravagantes o la neo-clásica. Para todos los gustos.

Junto a Núria Andorrà, Raül Refree ofreció un show que fue como una montaña rusa.
Junto a Núria Andorrà, Raül Refree ofreció un show que fue como una montaña rusa.
L. LL

Jueves 7

La primera noche grande del festival, que se desarrolla en los hangares del aeropuerto de Rennes, tuvo como puntos álgidos el poderoso soul-funk-rock de la americana Brittany Davis, una cantante invidente y negra de vida azarosa (que incluso se atrevió con una cálida versión del Superstition de Stevie Wonder), el amable reggae-pop del británico Joe Yorke, el arrebatador y rabioso trance afro-metal industrial de Ndox Electrique (aventura “senegalesa” de François Cambuzat y Gianna Greco), el sutil y elaborado cruce de minimalismo, neo-clásica, post-rock y correos cósmicos del proyecto canadiense Flore Laurentienne, la vibrante sesión de la brasileña King Kami a base de drum´n´bass, breaks oscuros y brutal baile funk, y sobre todo, la actuación del trío californiano Sextile y su trepidante electro-punk, deudor tanto de Suicide como de Sigue Sigue Sputnik, Gary Numan o los primeros Ultravox. Pura furia.

Viernes 8

La segunda jornada del festival ya tuvo el marchamo personal de Les Trans, ése que le convierte en un festival único: la heterodoxia de muchas de sus propuestas.

Y así, en la sesión de tarde del minúsculo y caluroso club Ubu, junto a Ana Lua Caiano (una suerte de Björk folkie portuguesa) y el dulce hip pop de los británico Willow Kayne, destacó especialmente la divertida cumbia psicodélica y surrealista del colombiano Julián Mayorga, que en 2020 pasó por Huesca en el marco de Aperitivo, el mini-festival que sustituyó a Periferias en el año del covid.

Ya por la noche, el pop ligero de la americana de ascendencia iraní Rahill, el un tanto anodino jazz fusion de la baterista israelí Roni Kaspi o el rollo setentero vintage de los suecos Diskopunk no hacían albergar grandes esperanzas.

Sin embargo, hubo actuaciones muy reseñables también, como la jovencísima cantante y guitarrista austriaca de origen nigeriano Uche Yara, una suerte de Prince femenina, con unas tremendas tablas a sus 20 años y su vigoroso soul-rock lleno de potencia e imaginación. O el divertido grupo californiano Thumpasaurus, que parecía una réplica de Devo en clave de punk-funk-jazz muy vitamínico.

También fue destacable la sesión de perreo y kuduro de Twende Pamoja, un supergrupo que reunió al violinista Théo Ceccaldi con las cantantes y bailarinas africanas Kadilida y Auntie Rayzor y sobre todo con el genial dj, productor y bailarín ugandés Faizal Mostrixx.

El soulful house de la brasileña Paulette Lindacelva, el techno creativo de la australiana Surusinghe (¡este año casi todos los dj’s eran mujeres!), la tralla gabba de la francesa afrodescendiente Urumi o la mezcla de acid, drum´n´bass y techno breaks del francés Canblaster brillaron en el apartado de los disc-jockeys de la noche.

Pero, sin duda, una de las grandes sensaciones de la jornada la deparó el keniata Kabeaushé, con su look a lo Iggy Pop negro (pelo rubio platino, torso desnudo) y con una música que representa como pocas el espíritu de esta época: una combinación explosiva de punk, hyperpop, trap, bass music y mucha locura. El Yves Tumor africano.

Sábado 9

La última jornada grande del festival podía comenzar en el recoleto espacio del pequeño teatro de L’Aire Libre, donde se podía degustar el delicado electropop magrebí de Hanaa Ouassim y la fusión de hip hop y afrojazz del franco-camerunés Yamê.

Pero también se podía acudir al flamante Teatro de la Ópera de Rennes para ver, además de a Raül Refree (comentado en columna aparte), a la sutil arpista galesa Cerys Hafana, que embelesó al personal con sus preciosas melodías célticas, alternando guitarra y arpa.

Por la tarde, en el espacio de Liberté también destacó el dúo de hermanos suizos Citron Citron con su electrónica ligera y su lounge techno, en el que no faltó un tema, Violence Silence, de apoyo al castigado pueblo palestino.

Y el dúo italiano Planet Opal también ofreció un buen concierto a base de krautrock, electro-funk y pop cósmico.

Ya por la noche, de vuelta a los hangares del Aeropuerto, lo de los japo-ucranianos Heavenphetamine fue una mezcolanza difícil de asimilar, al igual que el post-punk gritón de los irlandeses Chalk o, sobre todo, el sinsentido de la ensalada sonora preparada por el francés The Caracal Project.

Pero frente a esos desatinos, Les Trans nos preparó otra buena ración de grandes sorpresas, como la mezcla de IDM y ambient de la georgiana Anushka Chkheidze o el britpop con ecos de punk y postpunk de los jóvenes y prometedores británicos The Silver Lines, que podrían convertirse en unos nuevos Arctic Monkeys.

Muy atractivo resultó también el electro-chaäbi y el bass-raï con autotune del marroquí Sami Galbi (con su pelo cherokee), el dinámico black rock con pulsión funky del trío berlinés Bam Bam’s Boogie, el poderoso combinado de rap, drill y grime de los británicos Insincere y, por encima de todos, el alocado show que montaron las argentinas Blanco Teta, un anárquico y divertidísimo batiburrillo de punk puesto al día, electrónica desaforada, gamberrismo, absurdo y alucinación creativa.

Del final de la noche, dedicado fundamentalmente a los dj’s, habría que destacar el techno cromado –pero sin raíces- de la iraní Nesa Azadikhah y el show del colectivo marsellés Maraboutage, que puso fin a la noche con sus espectaculares bailarines y su mix de ritmos africanos actuales: gqom, amapiano, kizomba o kuduro. Un fiestón.