Cultura

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Emociones de ida y vuelta

La Orquesta de Cámara de Huesca recordó a Javi Hernández en un creativo y extraordinario concierto en el Palacio de Congresos

La Orquesta de Cámara de Huesca y La Caja de Música en su concierto en el Auditorio Carlos Saura del Palacio de Congresos.
La Orquesta de Cámara de Huesca y La Caja de Música en su concierto en el Auditorio Carlos Saura del Palacio de Congresos.
Laura Ayerbe

Se llaman músicas de ida y vuelta a aquellas que, partiendo de Europa o de África, llegaron al continente americano para después regresar a Europa y África renovadas y contagiadas por los aires de América. A veces, incluso hay vuelta y revuelta. En el caso de África es paradigmático el blues del desierto que se practica en el Sahel. Su origen está en los ritmos africanos, los cuales llegaron a Estados Unidos con los esclavos negros, que los transformaron en el lamento que dio lugar al blues. Y ese blues volvió a África para convertirse en afroblues. Por lo que se refiere a España, las músicas de ida y vuelta están muy relacionadas con algunos palos del flamenco como la rumba, la vidalita, la milonga, la guajira o la colombiana, que se infectaron con la cadencia americana para volver a nuestro país enriquecidas y mejoradas.

Javi Hernández, magnífico dibujante y editor argentino (y oscense de corazón y adopción), tristemente fallecido este año, es también un caso paradigmático de esos fenómenos de ida y vuelta. Y lo es porque los orígenes de su familia están en el Alto Aragón. Su abuelo emigró desde aquí hasta Argentina, y muchos años después Javi inició el trayecto inverso para volver a la tierra de su antepasado y asentarse aquí. Ida y vuelta en su más estricto sentido. Así que el título que ha elegido este año la Orquesta de Cámara de Huesca para su habitual concierto anual navideño, que ha estado dedicado a la memoria de Javi, no habría podido ser más certero y adecuado: Música de ida y vuelta. Todo el concierto, pura emoción, fluyó entre un lado y otro del Atlántico, como la misma trayectoria vital de Javi, a cuya figura estuvo consagrado el texto leído al inicio. Un concierto regido por la libertad creativa (sí, esa llama que tanta falta hace ahora mismo en Huesca) y que demuestra una vez más la imaginación y el ingenio que han caracterizado desde sus inicios a este concierto anual de la Orquesta de Cámara de Huesca, que, por cierto, este año celebraba su 30º aniversario. Antonio Viñuales Gracia, su impulsor, debe estar muy satisfecho allá donde esté. Y su hijo, Antonio Viñuales Pérez, parece haber recogido su batuta con su mismo aliento creativo.

En la imagen, un momento del sentido homenaje a Javier Hernández.
En la imagen, un momento del sentido homenaje a Javier Hernández.
L. LL

El concierto, que contó con la valiosa aportación de los jovencísimos músicos de La Caja de Música, de Sabiñánigo, estuvo dividido en cuatro partes muy definidas, comenzando con una verdadera apoteosis barroca: la Suite La Lyra en Mi b mayor, TWV55: Es 3 del alemán Georg Philipp Telemann, quizá el más prolífico de los compositores clásicos. Con un excelente empaste de las cuerdas de la Orquesta, la Obertura sonó suntuosa y expansiva, verdadera música de Año Nuevo, que refleja las ansias de resurgir y de reinvención. Siguieron los cortesanos y sutiles Minuetos I y II, la brevísima La vielle -que parece imitar el hipnótico ronroneo de la zanfona- y el intimismo de la Siciliana con cadencia, para desembocar en el latido rítmico, bailable y vitalista, del Rondó, las Bourrées I y II y la Giga final. Una interpretación excelente, aunque algo opacada por unos inoportunos aplausos del público en todos los interludios de la obra, que interrumpieron en parte la magia del instante.

La segunda parte estaba dedicada al compositor argentino Alberto Williams, que con su interacción entre música clásica y folclor popular, estableció una clara conexión con compositores norteamericanos como Leonard Bernstein (ahora en el candelero por la película Maestro) o George Gershwin, que también fundieron la música clásica con el legado popular norteamericano. La OCH y La Caja de Música interpretaron la primera de sus tres Suites Argentinas, de una naturalidad y una frescura inigualables. Comenzó con la elegancia de una Hueya que fue interrumpida por un molesto teléfono móvil entre el público. Siguió después con la gracia y la sutileza de una Milonga casi con la cadencia de un vals, y finalizó con una Vidalita en la que parecía que las cuerdas volaban, con una sensación de absoluta libertad.

Con esta obra de 1923 (justo ahora hace un siglo) se dio además toda una carambola en el concierto, porque da la casualidad que el abuelo del compositor, Amancio Alcorta, era originario de Santiago del Estero, cuna del folclor argentino y ciudad donde residió una temporada la cantante oscense Paola Lai, que era la invitada de la cuarta parte de este concierto.

Pero antes llegó la tercera parte, el homenaje más claro a la vida y obra de Javi Hernández. Se trataba de la composición que Martín Domínguez, impulsor de La Caja de Música, ha realizado a partir del cuento Como ella me enseñó, escrito por Arancha Ortiz e ilustrado por Javi Hernández. La propia Arancha ejerció de narradora mientras la pantalla iba mostrando las maravillosas y delicadas imágenes creadas por Javi, y los músicos de la OCH y de La Caja de Música daban forma a una pieza llena de sensibilidad y emoción, en la que el piano interpretado por Teresa Pueyo jugó un papel estelar.

El alzhéimer es el eje conductor de un texto que se ve reforzado por una música eminentemente descriptiva, que pasa por momentos de romanticismo, gracilidad (como ese guiño a la canción infantil Vamos a contar mentiras), ternura, sentimentalismo y dramatismo hasta llegar a la explosión optimista del final.

Por último, la cuarta parte tenía como invitada estelar a la cantante oscense Paola Lai, procedente de una familia de grandes músicos creativos. En un ejercicio de rutilante sincretismo, Paola ha conseguido en su trayectoria hacer una bandera de esas músicas de ida y vuelta, al hibridar con acierto el flamenco y las raíces españolas con todo el rico caudal del folclor sudamericano. Empezó de forma tímida, pero se soltó enseguida en su interpretación de Que te vaya bonito, esa refulgente joya de José Alfredo Jiménez que han hecho suya desde Chavela Vargas hasta Vicente Fernández, pasando por Joaquín Sabina, y que aquí sonó en una brillante transcripción de Antonio Viñuales Pérez. Siguió con una sorprendente y fascinante mezcla de una vidalita argentina con una vidalita flamenca, que interpretó en un rincón del escenario apoyada únicamente por el piano y un cuarteto de cuerda (dos violines, viola y violonchelo) en un delicioso formato intimista. Y el final llegó con un precioso y aromático Fandango de Huelva, que contó con una trepidante introducción al violín de Antonio Viñuales, citando los Recuerdos de la Alhambra de Francisco Tárrega, y con una interpretación llena de flamencura por parte de una exultante Paola Lai. El público, entusiasmado, reclamó un bis, que llegó de la mano de una nueva lectura de Que te vaya bonito, esta vez con una Paola más radiante y segura. La ovación, no hace falta decirlo, fue enorme. Seguro que hasta Javi Hernández la ha escuchado.