Cultura

PATRIMONIO

Al encuentro de San Vicente en Huesca a través del arte

La ciudad guarda múltiples representaciones de su copatrón desde la DPH a la catedral

María Antonia Buisán junto al frontal del siglo XIII que se encuentra en el vestíbulo de la Diputación.
María Antonia Buisán junto al frontal del siglo XIII que se encuentra en el vestíbulo de la Diputación.
Laura Ayerbe

“Huesca ocupa el primer lugar entre las ciudades por sus dos hijos, San Lorenzo y San Vicente, presentándolos como preciadas joyas”. La historiadora y presidenta de la Asociación Ciudad Vicentina, María Antonia Buisán, recuerda estas palabras de Baltasar Gracián para referirse al copatrón de la ciudad, junto a San Lorenzo, que fue martirizado el 22 de enero del año 304. Un santo con el que los oscenses pueden reencontrarse en este día festivo, en forma de las distintas representaciones artísticas presentes en varios de los enclaves más representativos de la capital altoaragonesa.

En Huesca hay muchos sitios donde poder ver imágenes de San Vicente, porque el culto a este santo viene desde la antigüedad. Hay muchas tradiciones que lo hacen hijo de Huesca, bastante fundamentadas. Y claro, el culto a este santo que es universal, ha hecho que lo consideren una joya, el ser hijo de Huesca y le hagan tantas obras artísticas dedicadas a él”, afirma Buisán. “Muchos autores han dicho que tenemos que estar orgullosos de la ‘joya’ de tener a San Vicente como hijo de Huesca”, continúa.

El recorrido puede iniciarse en el hall de la Diputación Provincial, donde puede verse un frontal del siglo XIII que, “en registros horizontales, va contando la pasión del santo” y es el más antiguo que se conserva, procedente de la ermita de Nuestra Señora del Monte, de Liesa, describe la historiadora oscense. “Aparte de esta joya”, señala Buisán, “tenemos en San Pedro el Viejo un busto relicario del santo en cobre y plata repujado, con cajones de piedras preciosas y un receptáculo en el pecho para colocar la reliquia”. Es del año 1519 y fue encargado por Don Juan Cortés, benefactor del templo y fue dorado por Mendoza. “Es una auténtica maravilla, se sacó en procesión hasta los años 60 y ahora puede verse en la iglesia de San Pedro, en el museo, en el interior de la torre, dentro de una vitrina”, explica la historiadora.

San Vicente sale además al encuentro de los visitantes en el retablo de Damián Forment de la catedral, del año 1510, lo que demuestra, señala Buisán, que entonces ya había “un culto importante”. También aparece San Lorenzo, el patrón de Huesca, con el que San Vicente suele aparecer representado a menudo en la mayoría de los retablos “como hijos de Huesca”. “Está sentado con un libro abierto, es un santo que aparte de tener el atributo de la rueda de molino, muchas veces aparece con un libro porque era el encargado de recoger los libros, el ajuar litúrgico, era diácono”, subraya Buisán. Esto lo hacía quizá, menos popular que otros santos que ejercían el rol de sanadores para convertirle “en un santo culto, que destaca en los estudios y que por eso el obispo San Valero lo viene a buscar a Huesca”. Un libro que, seguramente, hace referencia a los evangelios. Tanto San Vicente como San Lorenzo aparecen también en la portada de esta seo gótica junto a las esculturas de los apóstoles que flanquean la entrada principal, cada uno con el atributo que les caracteriza y que recuerda su martirio: la parrilla en el caso del primero y la rueda de molino, en el segundo.

Un balcón en el Coso Alto

El balcón de la iglesia de San Vicente el Bajo, conocida como La Compañía, desde el cual el copatrón observa la vida de la ciudad en el Coso Alto, es también una de las imágenes más representativas de la ciudad. Marca, señala Buisán, una de las antiguas entradas al casco urbano que se llegó a llamar puerta de San Vicente. En el lugar donde se encuentra el templo, la tradición dice que fue el lugar de nacimiento del santo. “Si entramos en la iglesia tenemos que mirar hacia el techo, donde vemos una representación de la pasión de San Vicente en lienzos adheridos que representan su vida y lo podemos ver también en el altar mayor. Sobre el retablo está San Vicente con la rueda de molino”, explica la historiadora. En este retablo se encuentra ahora el Sagrado Corazón, que ocupó ese lugar con la llegada de los jesuitas y aún permanece allí, si bien el templo en su conjunto está dedicado al santo, ya que en ese lugar, la orden del Santo Sepulcro compró la casa natal y allí, describe Buisán, “edificaron un primer oratorio y ya una iglesia dedicada a San Vicente”.

No es la única iglesia dedicada al copatrón en la capital altoaragonesa, ya que en el casco antiguo, en el convento de las Carmelitas, se encuentra San Vicente el Alto y donde se encontraba el hogar de los abuelos y los padres del santo, Enola y Eutiquio. Buisán recuerda en este punto cómo el nombre de Enola arrastra la triste historia de ser el nombre de la madre del piloto que lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima y que llevaba también la aeronave que lanzó el proyectil. En San Vicente el Alto puede verse así un retablo en el que aparece, en el centro, San Vicente “todo vestido de gloria, con la dalmática roja, en el cielo, rodeado de ángeles, con los brazos abiertos”, muestra María Antonia Buisán, quien incide en que las religiosas del convento “hacen muchísimo por recordar a San Vicente”.

En el conjunto de la provincia de Huesca también son muchos los pueblos y cofradías que cuentan asimismo con imágenes de San Vicente. “En muchos lugares hay retablos. Son infinidad las obras artísticas en la provincia y en España”, afirma la historiadora oscense. Como son también muchos los autores clásicos que le nombran, Prudencio, San Agustín, que hablan ya de San Vicente. “Gonzalo de Berceo, en el siglo XIII, en uno de sus versos, dice ‘San Lorenzo y San Vicente, ambos de Huesca fueron, díjenlo las escrituras’. O sea, que escrituras ya antiguas hablaban de qué importante eran para Huesca”, continúa Buisán.

Un legado para preservar

Desde la Asociación Vicentina que preside, con la ayuda también de los jesuitas, llevan muchos años preservando la historia y el legado del copatrón para los oscenses, con la organización de actividades como conferencias y rutas explicativas que daban a conocer la pasión del santo y su vida por eso, como señala Buisán, “a la gente de Huesca, si le preguntas, ya saben quién es San Vicente”.

Buisán desea así a los oscenses que disfruten de este día y que aprovechen “para ver todo lo que hay de San Vicente en Huesca, que hay muchas obras artísticas”. “Verán que la población tenía interés por el santo y por hacerle altares, retablos y mucha orfebrería, muchas ropas litúrgicas bordadas, capillas… Es un santo universal. Ya lo dice San Agustín, que no hay lugar en el orbe donde el día de San Vicente no se lea su pasión. Ya lo dice la antigüedad”.

Una figura universal que también protege la vendimia

El santo atrae además a numerosos fieles y personas interesadas en su figura de otras partes de España, como Valencia y también de Francia, donde es patrón de la vendimia y se celebra la fiesta de la Saint-Vicent Tournante, cada año en una localidad distinta de la región de Borgoña. “Los pueblos hacen un círculo, por eso se llama ‘Tournante’ y cada año lo celebran en un pueblo”, relata María Antonia Buisán, quien ha tenido la oportunidad de visitarlos y donde, como señala: “te das cuenta del culto que tiene, universal y lo importante que es para todo el mundo”. En Francia, San Vicente es así el protector de las viñas contra las enfermedades de la planta y del campo. Cuentan así que un día, según una leyenda relacionada con las cofradías que protegen al santo, éste, “iba hablando con los labradores y les iba preguntando cómo iban y resulta que su burrita se paró y mientras ellos hablaban, iba mordiendo los brotes de las parras y vieron que al año siguiente, esos brotes mordidos germinaban con mucha más fuerza y entonces decían que la burrita de San Vicente era la inventora de la poda”.

Una faceta del santo y una fiesta, la de patrón de los viticultores, que Buisán sugiere también traer a la provincia de Huesca, en concreto a la comarca de Somontano. En Portugal es además patrón de Lisboa, recuerda la historiadora.