Cultura

La Entrevista

Consuelo García del Cid: "Nosotras queremos el perdón público de las congregaciones"

La autora presenta, a las 19:00 horas, en el Casino de Huesca ‘Las desterradas hijas de Eva’

Consuelo García del Cid
Consuelo García del Cid
S. E.

Un día de 1975 Consuelo García del Cid que se encontraba durmiendo en su habitación, en Barcelona, fue sorprendida por su madre y un médico. Le dijeron que le iban a poner una vacuna contra la gripe. Sin poder reaccionar, se despertó 24 horas después en una habitación que no reconocía, muerta de miedo y con la boca seca. Cuando se asomó por la ventana vio que los coches tenían la ‘m’ en la matricula. “En ese momento supe que me habían traído a Madrid”.

García del Cid es la autora de Las desterradas de hijas de Eva, libro en el que destapa un agujero negro en la memoria de este país: el Patronato de la Protección a la Mujer. “Fue una barbaridad; una Gestapo a la española contra las mujeres que se prolongó hasta 1985, sin que nadie hiciera nada”, asegura. La escritora e investigadora lo presentará esta tarde en el Casino de Huesca, a las 19:00 horas. Un acto que está organizado por el Colectivo Feminista de Huesca y que presentaran Irene Abad y Sescún Marías.

El libro se editó en el año 2012 y a esta investigación se le pueden sumar otros títulos: Ruega por nosotras, Las insurrectas del Patronato de Protección a la Mujer y Niña del rincón, en el que narra su testimonio personal. “Llevo 13 años por toda España. Hasta el año 2012 nunca había pisado un plató y no entendía porque me llamaban todas las teles. En ese momento me di cuenta que había metido el dedo en un agujero de la memoria”, relata la escritora.

En Madrid estuvo un año. Lo recuerda como algo espantoso. Se escapó un 2 de abril de 1976. Posteriormente le trasladaron al reformatorio del Buen Pastor en Barcelona. “Ya había ganado algo, estaba en mi ciudad. Me despedí de mis compañeras en el patio y les juré que la historia iba a salir a la luz”, continúa.

Y es que nadie había oído hablar del patronato. “Pero no porque se quisiera ocultar, sino porque no les importábamos a nadie”, señala. “Nos obligaban a trabajar todo el día. Había un adoctrinamiento religioso extremo. Nuestra única intimidad se reducía al váter. La correspondencia estaba totalmente censurada. Estaba prohibido manifestar cualquier tipo de afecto, es decir, no podías hacer nada”, asegura la autora que sigue: “Salías de allí convertida en un gusano porque te habían convencido de que no eras nada, de que estabas loca. La mayoría de nosotras nos casamos jovencísimas y terminamos en manos de maltratadores porque llevábamos un cartel invisible que decía ‘vulnerable”.

Cuando empezó su investigación no había nada de noticias sobre el patronato, solamente una información sobre su disolución en 1985. Cuenta que pasó por una fase de rabia y odio que le duró bastantes años. “Aunque al final se te pasa, no puedes odiar toda la vida. Llegó un momento en el que tomé esto como una misión que me eligió a mí. Y pienso que tuve que pasar por esto para poder contarlo”. Por ello, asegura: “Nosotras lo que queremos es el perdón público de las congregaciones”.