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CICLISMO - PRUEBAS CICLOTURISTAS

Reto personal y aventura en pureza de Jaime Navarro

El oscense ha realizado en 2020 tres pruebas "non stop" de 1.000 kilómetros o más

Reto personal y aventura en pureza de Jaime Navarro
Reto personal y aventura en pureza de Jaime Navarro
S.E.

HUESCA.- El oscense Jaime Navarro ha aprovechado estos últimos meses para abordar tres grandes retos dentro de su afición por las grandes pruebas cicloturistas de ultrafondo realizadas en autosuficiencia y sin paradas establecidas, sólo con un tope de horas. Las más conocidas de ellas son las brevets, que suponen un pasaporte para la París-Brest-París, una prueba de gran tradición y 1.200 kilómetros que Navarro ya realizó el pasado año.

Este año ha realizado tres de tono similar en nuestro país, que alcanzan o superan los 1.000 kilómetros y que le han permitido conocer muchos puntos de nuestra geografía.

Navarro explica que su gran objetivo de este 2020 era la Caravaca-Santiago de Compostela, una prueba de 1.200 kilómetros que unía la localidad murciana de Caravaca de la Cruz con Santiago de Compostela. Comenzaba el 15 de agosto y había que completarla en 90 horas.

Una prueba de estas características siempre es una aventura y Navarro explica que lo más importante, incluso por encima de la preparación física, es "tener confianza en la cabeza". Y también cuidar determinados aspectos, como llevar comida por la noche, cuando no se encuentran lugares donde conseguirla.

Señala que el aire se hace duro, aunque él como aragonés está más acostumbrado, y se le hace más pesado pedalear con la lluvia y las tormentas que les acompañaron en la zona de León, donde también se produjeron algunos pinchazos. Tener recursos para aguantar el frío, a veces tirando de lo que se puede, y el apoyo de los compañeros es importante para ir superando las dificultades.

Después de los 1.200 kilómetros oficiales, incluso tuvo el empeño de llegar a la plaza del Obradoiro en la bicicleta, pues el destino estaba fijado antes de meterse en Santiago. Fue muy especial llegar de noche y con algo de lluvia al emblemático destino de los peregrinos.

Estas participaciones, cuenta, le han permitido también disfrutar de muchos lugares bonitos y pone los ejemplos del territorio costero de Alicante o de la zona de Ruidera.

Los paisajes, eso sí, sólo se disfrutan de día, pues hay muchas horas de pedaleo por la noche en la que no se puede admirar los parajes. En su caso, cuenta que prefiere descansar algo más de tiempo seguido, en un hotel a poder ser. Pero hay participantes que apenas duermen y hacen estas pruebas echando alguna cabezada suelta para engañar al cuerpo y seguir adelante.

La prueba más reciente que ha realizado Navarro fue también la que más dura se le ha hecho. Fue la de Alicante de 1.000 kilómetros, que tenía 16.000 metros de desnivel positivo y que había que completar en 75 horas. Fue un constante sube y baja partiendo desde Alicante y subiendo hasta Castellón y bajando por Teruel de nuevo para regresar a Alicante con paso por Valencia. La prueba, en definitiva, prácticamente dibujaba el mapa de la Comunidad Valenciana. Navarro cuenta que fue "más dura que la París-Brest".

Y completa el terceto de pruebas de este año la de 1.000 kilómetros que hizo con salida y llegada en Madrid y que pasaba por prácticamente toda Castilla y León. Cuenta que en esta las temperaturas fluctuaban entre los casi 40 grados en la zona de Madrid con noches de 3 y 4 grados en las frías noches castellanas.

Navarro tiene un recuerdo muy especial de la París-Brest-París del año pasado. Es una prueba emblemática y, sobre todo, destaca el gran ambiente que se vive en la misma, con gente llegada de muy distintos puntos y el apoyo que se siente al paso por las localidades de Francia, con aplausos o aficionados ofreciendo algo de comer a los corredores. Todo ello, con el aliciente de llegar a París.

Cree que en este tipo de pruebas se mantiene la esencia del cicloturismo, frente a las que tienen más carácter competitivo. En estas pruebas uno va a su ritmo y, aunque hay quien va rápido en las más cortas, de 200 o 300 kilómetros, la gente suele ir con calma en las más largas.

Y permite conocer gente de distintos lugares y "de todo tipo" con los que compartir esos ratos de pedaleo.

La bicicleta va cargada con bastante ropa y con algo de comida y pasa de los 15 kilos sin contar el agua, frente a los 7,6 que suele pesar en vacío. En su caso, los lleva repartidos entre una cesta y una bolsa.

UNA MODALIDAD AL ALZA

Navarro, que tiene 32 años, señala que cada vez hay más aficionados a estas pruebas y que se están rejuveneciendo, pues habitualmente los participantes solían tener sobre 50 ó 60 años.

En Huesca destaca que el Club Ciclista Oscense está haciendo un esfuerzo y después de organizar este año las brevets de 200 y 300 kilómetros tiene en vistas añadir otras más largas.

En su caso, tiene ganas de seguir realizando retos. Comenta que ya ha cumplido con muchos de los requisitos para recibir las distinciones a los randoneurs. Le falta entre otras, las 24 horas en dirección Yepes, en las que hay que completar al menos 360 kilómetros.

Y señala que próximamente optará por las pruebas de 400 o 600 kilómetros que se pueden realizar en fines de semana.

Al final, se trata de disfrutar, de superar retos personales y de vivir la experiencia, por encima de cualquier distinción.