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MONTAÑISMO

La grandeza de un modesto desconocido

El Pic d’Aret (2.939 metros) se yergue en el corazón del Pirineo Central

Una vista de las cumbres entre las nubes.
Una vista de las cumbres entre las nubes.
S. E.

En el Pirineo, que es tan nuestro como de todos, existen parajes increíbles, valles espectaculares y montañas. Y montañas hay de varios tipos, las impresionantes, las altivas, las sobrecogedoras, las hermosas. La especie humana en su habitual costumbre de mesurar todo, las ha clasificado por su altura sobre el nivel del mar y esta práctica ha convertido a muchas cimas en montañas ‘importantes y comerciales’ y a otras en ‘desconocidas e invisibles’ las primeras son más reconocibles y atraen a muchos visitantes, al contrario que sucede con las otras.

Cuando la sección Pico a Pico de Peña Guara programó la ascensión al pic d’Aret muchos avezados montañeros se sorprendieron y 17 de esos avezados montañeros conocieron este pasado domingo la grandeza de un imponente pico que con sus 2.939 metros de altura se yergue en el corazón del Pirineo Central. Rodeado de macizos coronados por cimas de más de 3.000 metros. Las montañas del Neouvielle, Culfredas y Lustou, Perdiguero, Bachimala y Posets, el macizo de la Munia y Monte Perdido y otros ‘modestos’ como Punta Suelza y Fulsa, Midi de Bigorre, Arbizón, Mount-Né y en el centro de ésta corona de cimas el pic d’Aret.

Dejamos atrás el bonito pueblo de Tramezaigues por la carretera que conduce hasta el Hospice de Riomajou, pero unos kilómetros después tomamos una pista forestal que se interna en la profundidad de un bosque donde no penetra el sol. Poco antes de una bonita cascada, en una barrera empieza una tímida senda que remonta a través de la espesura, hasta salir a praderas inundadas de plantas de frambuesas y arándanos de los que a la subida, pero sobretodo a la bajada daremos buena cuenta. El itinerario ahora por hierba rala es a veces practicamente invisible con algún hito indicador de vez en cuando.

En algunas zonas una rebaño de ovejas ha marcado más el camino hasta que la hierba se acaba y llegamos a las gleras de rocas y la senda desaparece más aún. Lo que sí vemos es el collado que hay entre los picos d’Aret y Sarroues y hacia allí vamos.

Una vez en el collado observamos que las nubes que por la mañana dormían plácidamente en el fondo de los valles, han ido subiendo a nuestro ritmo, impidiéndonos una nítida vista del entorno pero creando un mágico ambiente a nuestro alrededor. Nos quedarán los últimos 200 metros de desnivel hasta la cima en los que las manos serán necesarias en la cresta somital, en ese momento llevamos en nuestras piernas más de 1.400 metros de desnivel en una ascensión que si bien hasta aquí ha sido simplemente caminar, la dureza del itinerario ha sido constante en una subida mantenida que ni perdona ni afloja. Cima del Pic d’Aret a seis kilómetros lineales del inicio y más de 1.600 metros por encima del mismo.

Las nubes nos impiden ver claramente los 1.400 metros casi verticales que se desploman hacia Riomajou, pero se pueden entrever. El errante movimiento de las nubes nos permite ver amplios retazos del horizonte que rodea esta impresionante y grandiosa montaña. El ambiente es magnífico, la compañía también, la relajación tras el esfuerzo merecida pero ese cielo que nos rodea con sus algodonosas nubes nos quiere decir que el espectáculo visual en unas horas también será acústico y eléctrico.

Bajaremos por el mismo camino de subida, no hay otro, nos iremos reencontrando con la cada vez más abundante vegetación conforme perdemos altura, algunos acabarán con agujetas también en la espalda de tanto agacharse a comer dulces frambuesas y espléndidos arándanos. Ocho horas y media después de haber salido, regresamos a los vehículos. Cuando salimos del bar después de reponer nutricionalmente más de lo que habíamos perdido, la tormenta nos saluda. Ha sido un día redondo.