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Caminata por la ruta megalítica

Entre pinturas y dólmenes de Almazorre a Paúles de Sarsa

En la caseta de las balanzas.
En la caseta de las balanzas.
Peña Guara

El pasado domingo llegábamos 38 senderistas al barrio bajo de Almazorre para iniciar una ruta por un entorno de gran valor histórico-arqueológico. Con un viento fresco y un cielo nuboso comenzamos a subir por un sendero sinuoso al barrio alto, donde se encuentran la parroquial dedicada a San Esteban, con restos románicos del S. XII, y pegado a ella el esconjuradero, que tiene una cubierta de losetas de piedra digna de admirar.

Obviamos el sendero que indica Eripol y tomamos el PR-HU 54 que desciende hacia el rio Vero, atraviesa una zona boscosa, pasa bajo unos farallones rocosos donde pudimos apreciar restos fósiles incrustados en la piedra caliza y termina en el Barranco de la Selva que cruzamos sin dificultades.

Todo el itinerario está perfectamente señalizado por indicadores y por paneles informativos. Tras pasar junto a un reconstruido horno de cal tomamos el desvío hacia el castillo de La Zaba. Está todo el conjunto en ruinas salvo un torreón elevado sobre un espolón rocoso junto al Vero y desde el que se controlaría y dominaría el paso del río.

Volvimos sobre nuestros pasos y por pista siempre en suave ascenso, dejando desvíos y señalizaciones a la derecha, llegamos al indicador Abrigo Rupestre de Peña Miel. Hay que dejar la pista y por una estrecha y pedregosa senda que baja con fuerte inclinación hacia el Vero, se accede a otro de los numerosos covachos, bien protegido por una verja de hierro, que acogen el Arte Rupestre Prehistórico de la zona declarada Patrimonio Mundial de la Unesco.

De nuevo en la pista caminamos un rato hasta encontrar el indicador Caseta de las Balanzas (Dolmen de Almazorre). El panel explicativo da cuenta de las excavaciones realizadas en 1986 (un compañero que participó contó algunas anécdotas), de los restos arqueológicos que se encontraron y de cómo se supone se construyó y manipularon rocas de tanto volumen y peso. A través de los restos óseos sabemos la cronología de este dolmen: 1845 a C.

Continuamos caminando por la pedregosa pista con una escasa y rala vegetación: carrascas, aliagas, chinebros y bojes, hasta que apareció la inconfundible silueta de Peña Montañesa y poco después el valle donde se asienta Arcusa. Tras un largo descenso llegábamos a las tres de la tarde a las ruinas del Mesón de Arcusa punto crucial en la Cañada Real que comunicaba los pastos de los pueblos del Pirineo con los del Valle del Ebro. Allí comimos.

Nos quedaban por visitar los dólmenes de Pueyoril y La Capilleta.

La razón de ser de los dólmenes presenta grandes incógnitas. De una función funeraria, teoría mayoritaria, a otra que apunta a símbolos de poder o demarcación territorial. El de La Capilleta como novedad presenta una inscripción circular.

Teniendo a la vista Paúles de Sarsa nos dirigimos hacia el Yacimiento de la Morería. Situado en un lugar estratégico para la defensa pues está rodeado al oeste por un acantilado sobre el Vero y el resto por largos y anchos muros de lajas de piedra. Resulta desconcertante ver tantos cientos de toneladas de piedras amontonadas sin que se sepa si en su día fue un asentamiento medieval o corrales ganaderos.

Media hora después subíamos al autobús en Paúles de Sarsa. Unos 15 kilómetros en casi 5 horas de caminar, salvando un desnivel acumulado de 650 metros.