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Las dos caras del Cervín en una pausa de tormentas

El CM Nabaín organizó esta ruta en un lluvioso puente de Semana Santa

Instantánea tomada durante la ruta llevada a cabo por el Cervín el pasado fin de semana.
Instantánea tomada durante la ruta llevada a cabo por el Cervín el pasado fin de semana.
CM NABAIN

El Cervino o Mont Cervin es una de las montañas más afamadas de los Alpes. Sus afiladas aristas y su magnífica estampa hacen de ella una montaña única. Menos exclusivo es el toponimo que le da nombre, que está presente en otras cordilleras. Y también en Aragón.

Nuestro Cervín, o Zerbín, de estampa altiva, pero de perfiles mucho más suaves, se sitúa en Ribagorza, entre las localidades Llert, Aguascaldas, Biescas, Beleder (Biescras y Belvedé en su denominación en el aragonés de la zona) y Campo, flanqueado por los valles de Bardají y de La Garona, por el Rialbo y el Ésera.

El Club de Montaña Nabaín organizó un recorrido de norte a Sur de esta cumbre, entre Llert y Campo, en el marco de las actividades de su asamblea anual celebrada esta Semana Santa, que también incluyeron la salida de cierre de la temporada de esquí, una sesión formativa de su sección de Medio Natural con el naturalista David Carpi, y una salida infantil. El temporal de lluvia y nieve obligó a posponer esta última -que se celebrará en mayo- y exigió buscar en esos días “una ventana de buen tiempo” para la excursión del Zerbín.

Y en las dificultades puestas por la meteorología estuvo también el premio, pues la nieve dio una nueva cara a los bosques y prados de esta montaña, y el agua convirtió en un espectáculo los barrancos y cascadas del recorrido.

Tras una noche de precipitaciones importantes, arrancó la excursión en una mañana surcada por las nubes, con el granizo acumulado todavía en la pequeña localidad de Llert. Las sendas de la cara noreste del Zerbín y los densos bosques de ambas vertientes del valle de Bardají (o Bardaixín), trajeron a la imaginación de los caminantes a la osa Sarousse, muerta en 2020 en una cacería, que tuvo en estos montes y caminos su territorio de campeo. Caixigos, pinos y hayas se fueron sucediendo en el ascenso, poblándose cada vez más de nieve, que se iba derritiendo sobre la senda blanca en los momentos en que asomaba el sol.

Un respiro necesario para continuar

Tras las últimas rampas la cumbre nevada permitió a los caminantes tomarse un respiro y un almuerzo, y disfrutar de una gran panóramica sobre Campo y su cuenca -que se salvó de morir ‘afogada’ bajo las aguas de un pantano-, las sierras de Morillo, Aguilar y Esdolomada, el monte de Campanué y La Fueva, Peña Montañesa, el Cotiella oculto por las nubes, los montes de Barbaruens y de Chistau, el Baciero, las cumbres de Benasque, el Turbón, la sierra de Sis y el tajo del congosto de Monrebei.

Tras recorrer la “dehesa” superior del Zerbín se inició el descenso, en principio común con el que se dirige a Belvedé, girando después hacia la cuidada localidad de Biescras. Su barranco, y la fuente que le da la vida, hicieron las delicias de los caminantes. Sus “gorgas” de tosca, rebasadas por el nivel del agua se convertían en unas pequeñas (pero también bellas) gradas de Soaso.

El agua amenazaba con no dejar pasar a los caminantes sobre las piedras “pasaderas” cubiertas por el agua, Finalmente no cumplieron su amenaza y la excursión se dirigió, con las primeras gotas de lluvia cayendo, hacia Campo por un suave terreno de margas. Allí un merecido y tardío “vermú” premió los dieciseis kilómetros recorridos, con un total de 700 metros de ascenso y 1.100 de descenso. La ventana de “buen tiempo” buscada permitió disfrutar de una bonita jornada de montaña.