SD Huesca

FÚTBOL - COLABORACIÓN

Un Huesca bipolar y un puntazo

Se lo dije ayer al gran Carlos Marañón en un encuentro en Zuera: Hoy, os vamos a mojar la oreja. Tal es la fuerza -o la osadía- del voluntarismo, convencido de que el optimismo no gana partidos -ayuda-, pero el pesimismo directamente los pierde. Con la simpatía que los aficionados españolistas tienen al Huesca, la respuesta del director de Cinemanía y comentarista deportivo fue amable, tal es además su talante. Semejantes vaticinios hice a otros dos grandes de Cornellá, el abogado José María Fuster-Fabra -agasajado ayer con una camiseta de la Cruz de San Jorge con su nombre por el presidente Lasaosa- y el periodista altoaragonés pero asociado a la magnífica causa perica José Manuel Oliván. La relación en estos momentos es tan amistosa y fluida que sólo hay una ciudad con mayor deseo de la salvación del Huesca: la Barcelona periquita. Y es que existe una verdad apodíctica en la actitud de los seres humanos: la excepción a la fórmula de que los polos idénticos se repelen se halla en la bonhomía, de tal manera que la congregación de gente de bien multiplica la suma de sus virtudes.

Me decía Carlos Marañón que Rubi sufre en aguas turbulentas, probablemente porque su concepción del fútbol se desenvuelve mejor en los remansos del orden que en la pelea contra la corriente. Y, tras ver el partido de ayer, me inclino por modular mi altísima estima a quien nos guió hasta tan arriba, aunque siempre sostendré su buen gusto y su excelente visión. Un arquitecto, oigan.

El Huesca de ayer fue bipolar. Exasperantemente timorato y errático en la primera mitad, en la que sólo el conformismo de los blanquiazules evitó un destrozo mayor después de la falta botada por Granero. Y, cual si la cartilla franciscana hubiera inoculado una dosis de entusiasmo inagotable acompañada de una operación de vista futbolística imparable, audaz y ambicioso en la reanudación, quizás favorecido por el reconstituyente voleón de Etxeita, pero también por incorporaciones energéticas como la de David Ferreiro, que no es la panacea pero al que se echa de menos cuando está en el banquillo porque Enric Gallego precisa de alguien de su generosidad para que su entrega fructifique en goles. No están en esa labor Chimy ni Cucho, individualistas empequeñecidos en sus ansias. El ariete exige socios más fiables.

Apunte final de este puntazo: el árbitro, de nuevo, parcial. Nada nos van a regalar. Pero avanzamos.