SD Huesca

OPINIÓN

La importancia de los partidos-trampa

Míchel ha heredado y pulido la personalidad del Huesca

La importancia de los partidos-trampa
La importancia de los partidos-trampa
LOF

HUESCA.- Recordar que uno va a morir es la mejor manera de evitar la trampa de pensar que hay algo que perder. En su fatalismo, Steve Jobs reclamaba, ante la indefensión, seguir los consejos del corazón. Al choque de este domingo en Las Palmas, la sentencia va como anillo al dedo.

El partido del Huesca en el estadio insular no comenzó con el silbato inicial de Figueroa, sino tres meses antes. Sólo en esa dimensión temporal se puede valorar una victoria plagada de minas, y no ya por la resistencia rival, sino por la historia y la intrahistoria desde el descenso. Tiene un fantástico gusto dulce arrancar así después de la cuestión extradeportiva, de las dificultades para conformar la plantilla, de las novias que no quieren que sus chicos estén en tugurios -¡con lo encantadores que somos en este paraíso!-, de quienes huelen el dinero e intentan aprovecharse, de quienes intuyen depresión donde lo que abunda es la paciencia, de una indisimulada incomprensión rayana en la desconfianza, porque, ¡caramba!, cómo ha achuchado el calendario.

Y se nos echa encima la liga ante un histórico en apuros que, para los insensatos, parece pan comido. Y Dante pone la parte del incendio. Y se pide la suspensión. Y saltan jugadores que apenas se conocen de semanas -o de días-, ebrios unos del elixir de la juventud, atemperados por otros bregados en mil batallas, mucho ingenio en bruto, compromiso de esfuerzo total.

El gol de Gallar, que nos alegra enormemente a quienes conocemos de sus vicisitudes actuales y pretéritas, es en realidad el triunfo de una apuesta, de un estilo irrenunciable incluso en la más extrema dificultad de un partido-trampa sembrado de artefactos y sin chalecos salvavidas.

Después del paso de Rubi -el inspirador- y de Francisco, Míchel ha heredado y pulido la personalidad del Huesca. Con el balón hay que entenderse, mimarlo, hacerse uno con él, sin brusquedades por más que las circunstancias aprieten, con caricias aunque la presión parezca insostenible. Con este talante y un equipo, ante todo, muy bonito en su expresión intergeneracional, exuberante en talento, impredecible como lo son los artistas, vamos a sufrir (revisión cardíaca, ya), pero, cuando el engranaje coja un ritmo fluido, gozaremos. Faltan piezas, pero el motor suena muy bien.