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Chimy: "En Huesca fue donde aprendimos a ser felices"

"La pasión según Chimy Ávila" en el Informe Robinson de Movistar

Chimy: "En Huesca fue donde aprendimos a ser felices"
Chimy: "En Huesca fue donde aprendimos a ser felices"
LALIGA

HUESCA.- "La pasión según Chimy Ávila" es el título del reportaje que ofrece la plataforma de Movistar a sus abonados dentro del último programa Informe Robinson. Un recorrido vital con el futbolista argentino que enamoró a la afición del Huesca en las dos temporadas que vistió la camiseta azulgrana y que se ha convertido en el líder y goleador de Osasuna en una temporada que se ha truncado por la grave lesión que sufrió en el encuentro ante el Levante y que le va a mantener fuera de combate hasta la próxima campaña.

Si algo queda claro en el reportaje es que el Chimy y su familia tienen marcado a fuego a Huesca y al Huesca en su corazón. En este "engranaje" de cariño y afecto aparece como figura clave un aficionado oscense, Juan Merino, que fue "una gran ayuda" por la acogida que le dispensó su familia cuando llegó al club y a la capital altoaragonesa. "Lo que nunca imaginé es que en Huesca encontrara una casa y una gente que me amara tanto. Que me iban a dar tanto amor a mí, a mis hijos y a mi familia", destaca el Chimy. "Allí fue donde aprendimos a ser felices, en Huesca", apostilla su mujer, María Bossi.

Chimy Ávila llegó al Huesca en la temporada 17-18. Fue clave la "conexión" que se hizo entre su club de origen, el San Lorenzo (donde no disfrutaba de muchos minutos), Leo Franco -que fue quien le propuso volar a España- y el club azulgrana, íntimamente ligado a la figura del guardameta argentino. Las imágenes de aquella histórica campaña con los goles que marcó Chimy abren ese apartado dedicado a una etapa intensa que le sirvió de escaparate.

"Aprendí mucho con Rubi. Me dijo: lo primero que tienes que cambiar es el temperamento. Y lo segundo, hacer una pausa en tu vida general porque no puedes estar a mil en todo momento", recuerda Chimy.

Interviene Juan Merino para reflejar la figura del delantero argentino. "Empuja como si fuera él todo el equipo. Marcaba un tanto en los últimos minutos y levantaba todo el campo. Se convirtió en el ídolo del Huesca".

De la alegría del ascenso a la frustración del descenso tras la derrota con el Valencia apenas un año después de haber hecho historia con el Huesca por su salto a la máxima categoría. "Fue muy triste porque costó tanto lograr el ascenso... El último partido contra el Valencia me cayó todo de golpe. Sentía que estaba defraudando a todos los oscenses. Sabía que no me podía quedar".

Ese fue el punto y final de su estancia en Huesca, fundido en un abrazo con su amigo Juan Merino y siempre querido y ovacionado en las veces que se ha acercado esta misma campaña por El Alcoraz para ver al Huesca.

Su futuro estaba en Pamplona. Aparece en escena el director deportivo de Osasuna, Braulio Vázquez, para explicar cómo encaró el fichaje del argentino. A base de conversaciones con su agente y con el futbolista y enviándole videos de la afición que le iba a idolatrar. "Imagínate a todo el campo gritando Chimy, Chimy, Chimy", le animó el director deportivo. Con su carácter pasional, Ávila empatizó con ese fanatismo que él mismo lleva dentro. Allí en Pamplona está prolongando ese momento dulce que vive desde que llegó a España y que ahora está marcado por el paréntesis que le ha dejado la lesión.

EL PASADO

"La pasión según Chimy Ávila" arranca en el barrio del Empalme Graneros, en 1994, con la canchita que la familia del futbolista tenía al lado de su casa, en un suburbio de la ciudad de Rosario. "He cometido errores en mi vida, he hecho muchas veces el mal. Me acuerdo de mis compañeros de la infancia. El que hoy no está privado de su libertad, está en un cementerio. Muchas veces he pedido de rodillas perdón a Dios y siento que me perdonó", afirma Chimy, que a los más jóvenes aconseja "que se ganen la pasta honestamente".

Amor por el fútbol y fervor religioso es una constante no solo en él sino en toda su familia, con la madre, Graciela "La Gringa" Caballero, a la cabeza de una tropa de nueve hijos y separada de su marido "aunque juntos en los momentos difíciles", apostilla Chimy. Una familia que se considera "fanáticos del fútbol" y una madre que ha tirado del carro "y ha hecho el rol de padre y madre a la vez" a la que el Chimy tiene identificada en su brazo izquierdo con el tatuaje de una geisha.

El recuerdo de cuando conoció a su mujer, María Boselli, con la que convive desde hace 15 años en un matrimonio que se inició "en una piecita".

La amargura de su primer equipo profesional, el Club de Tiro Federal. "Fui muy feliz pero no me fui muy feliz", afirma. Su representante era entonces el hijo del presidente. Le acusaron y le detuvieron por llevarse balones e indumentarias del club. Aquello le costó una detención y una depresión que le alejó de los campos dos años. Trabajó como albañil, "me enseñó que en la vida hay que lucharlo".

Su mujer estuvo siempre para animarle. "Lo último que se pierde es la fe". "El Chimy entra a la cancha y se quiere comer hasta el pasto", interviene su padre, para recordar que la vida le trató duro. Tanto como la angustia de la enfermedad que tuvo su hija a los pocos días de nacer y que le mantuvo en un hospital durante dos meses hasta que milagrosamente sanó.

Se hizo también la luz en la vida del Chimy cuando conoció a sus agentes, los hermanos Carlos y Jorge Bilicich. "Me cambió la vida", recuerda el argentino. Ellos fueron quienes le llevaron al San Lorenzo, con el que debutó en el Torneo Apertura en 2015 y donde tuvo la oportunidad de "formarme como persona". El resto de la historia es la que con tanta pasión ha vivido el Chimy Ávila en el Huesca primero y ahora en Osasuna. Y con él las dos aficiones.