SD Huesca

COLABORACIÓN

Dos no pelean si uno... no puede

Dos no pelean si uno... no puede
Dos no pelean si uno... no puede
GOFI

HUESCA.- Si no fuera por la acuciante necesidad del Huesca, perder en El Alcoraz contra el Barcelona con un solitario gol sería más que aceptable. Incluso plausible. Sin embargo, un partido ganado de 17 disputados es un lastre que, junto a la presunta crisis de juego de los de Koeman, deja un sabor amargo. Tirando de manual de aforismos, dos no pelean si uno no puede -el correcto es no quiere-, y este domingo la exhibición de la primera mitad de los culés fue apabullante. El 0-1, para creer en milagros. No indemnes, pero salimos vivos hasta morir en la orilla.

No sé si alguno de ustedes tuvo la misma sensación, pero mi impresión fue la de una de esas plazas de la Cataluña manipulada por los irredentos que se tiñe, en franca intolerancia, de lazos amarillos. El Alcoraz amarillo. Míchel había anunciado en la víspera que es punto menos que ridículo pretender disputar la posesión del balón al Barcelona, quizás porque es de ese tipo de entrenadores nostálgicos que todavía adjudican a los de Koeman los atributos de los Xavi, Iniesta y el Messi más explosivo. Aquella época fue irrepetible, pero sería mezquino negar que un once con Ter Stegen, Messi, Busquets, De Jong, Pedri o Dembelé, con Griezmann en el banquillo, es un reto al alcance de cualquiera. Para triunfar ante semejantes fenómenos, hay que confiar en la indolencia ajena, más allá incluso que en el desempeño propio.

Que Míchel lo intentó nadie lo puede dudar. Sí cabe poner en entredicho una banda con Pulido (que no es lateral) y Sergio Gómez (cuyas facultades defensivas están acotadas), que fue la pista de despegue del aeropuerto del Prat. Claro, luego está el clan de los pequeños, con el insistente Pedri y Lionel, que quería celebrar su partido 500 en Liga con una exhibición de pases y faltas, pero que topó con un Álvaro Fernández sobre el que este domingo recayeron las miradas de cientos de ojeadores de todo el mundo. Estuvo soberbio el arnedano, como lo estuvo un Javi Galán enchufado y brillante. Y como también me gustó particularmente Doumbia, potencia y aplomo. El resto, hizo lo que pudo. El problema es si la voluntad sirve para salvar este barco. El Consejo decidirá.