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Kiko Lanau Ballarín: “Vamos para atrás, puede costar una generación volver al arte”

Al frente de la Joyería Lanau junto a su mujer, ponen fin a una etapa de 32 años con el cierre del negocio principal

Kiko Lanau en su joyería ubicada en el Coso Bajo oscense.
Kiko Lanau en su joyería ubicada en el Coso Bajo oscense.
Pablo Segura

Ser punteros, tener personalidad y arriesgar constituyen las principales máximas que han seguido Kiko Lanau y Natalia en su negocio de joyería en el centro de Huesca en una trayectoria de 32 años que culminará a finales de julio no sin nostalgia por dejar atrás toda la ilusión, entrega y dedicación, y por comprobar que “desaparecen los oficios, que se están perdiendo buenos profesionales”.

Así lo siente Kiko Lanau Ballarín (Barbastro, 1962), quien con 4 años llegó a Huesca con sus padres, Pepe y Dorita, desde Monzón por un traslado laboral de su progenitor. Estudió en el colegio San Viator y Empresariales en Zaragoza, y a través de un amigo cuyo padre estaba relacionado con el mundo de los diamantes y la joyería, se interesó y estudió Gemología en la Facultad de Geológicas de Barcelona. Aquella decisión tomada de forma casi accidental sería la más trascendental, porque en las aulas conoció a Natalia, con quien ha formado una familia, junto a sus dos hijos y crearon en 1990 Joyería Lanau en el local que ocupaba Imprenta Casanova, en el Coso Bajo oscense.

“Desaparecen los oficios, se están perdiendo buenos profesionales”

La experiencia en el negocio que llegaba desde el abuelo de Natalia con la Joyería Miramar en Zaragoza ayudó, aunque, como todos, los comienzos fueron difíciles, pero “muy ilusionantes”. “Siempre hemos comprado a nuestro gusto, porque para poder transmitir hay que definirse, no puedes tocar todo porque al final no tocas nada”, traslada Lanau, quien considera que han tenido “bastante personalidad en diseño de joyería”. Así, con Natalia han investigado con “materiales, texturas, marcas” y han recorrido las ferias más importantes de Italia, Suiza y Alemania, donde compraban e iban “arriesgando”, para aportar al cliente “vanguardia”.

Todo el trabajo dio sus frutos en grandes logros como la condición de Joyería Lanau de distribución de Cartier, Breitling, Hublot, Baume & Mercier, Montblanc o en exclusiva en Aragón de la marca alemana Niessing. “Es una gran pérdida ahora para la ciudad, es como si desaparecieran los concesionarios de Mercedes, Audi o BMW”, compara Kiko Lanau, cuyo negocio fue clasificado entre las cien mejores tiendas de España.

“Para poder transmitir hay que definirse”

Fueron creciendo y en 1999, tras conocer la Swatch Store que se acababa de inaugurar en la Via della Spiga de Milán, la replicaron casi enfrente de la suya, en el local que fue de la Pastelería las Pajaritas. “Fue muy arriesgado porque la rentabilidad gastos/población daba negativo, pero el entonces director general, Gonzalo de Ceballos, me dijo: Si tú confías en Swatch, Swatch confía en ti”. Una decisión acertada y una tienda que continuará en Huesca con las marcas Swatch, Swarovski, Pandora y Casio, una unión en un solo centro que solo es posible en una ciudad pequeña.

La “supercrisis” llegó en 2008. Lanau la compara “con el crack del 29 en Nueva York” e ilustra con el ejemplo de que en Navidad, de un buen gasto en regalos de empresa, en ese año “se pasa a cero”. Desde entonces “ha sido una lucha constante para mantenerse y creo que nunca llegará a ser lo que fue, porque los hábitos de consumo han cambiado”.

La joyería es “lo superfluo” y por lo tanto “el primer recorte”. Así, el sector ha sido muy castigado por la crisis y la pandemia y, a juicio de Lanau, ha tenido el fallo, “no en ciudades pequeñas pero sí en grandes, de pensar que son competencia unos de otros. Debían haber visto que su competencia son las agencias de viajes, los aparatos electrónicos... y unirse”.

“Un comerciante de Huesca triunfaría en cualquier parte”

Lanau dejará este negocio y buscará nuevos proyectos, pero por sus venas corre el amor por la joyería, que para él es “autoestima, aporta belleza, hechuras de arte y clase. En joyería menos es más, de verdad”, comenta. “La joyería no deja de ser una sensibilidad más”, traslada. Añade que en el norte somos de “piezas más pequeñas, más poderosas y de más peso”; aún más arriba, los alemanes, de “arquitectónicas”, y en el sur de “más grandes, ligeras en hechuras, pero con florituras”.

Es un comerciante entregado. “Dedicación y entrega son fundamentales, ser amable, profesional... de eso la gente joven no quiere saber nada”, reflexiona. Y comparte que “desaparecen los oficios. La sociedad está perdiendo buenos profesionales de la sastrería, la zapatería, la ebanistería... Vamos para atrás, puede costar una generación volver al arte”.

Considera que el comerciante que sobrevive en Huesca “triunfaría en cualquier parte del mundo”. Es “una ciudad difícil”, porque “está cerca Zaragoza con una gran oferta y porque es una ciudad de servicios en la que la gente viaja y compra cuando está de vacaciones”. Frente a la “tirria” a Zaragoza, Lanau siempre ha apostado por lanzaderas con esa ciudad que también puedan traer a Huesca visitantes y compradores.

Kiko Lanau tiene múltiples facetas, no dice “no” a casi nada -eso le llevó a actuar en la película ‘Lo mejor que le puede pasar a un cruasán’ de Paco Mir- y es un apasionado de Huesca y su equipo de fútbol -su padre fue uno de los 21 empresarios que avaló la compra del campo-, pero sobre todo, como los diamantes en los que es especialista, tiene unas características especiales que le hacen destacar. Seguirá buscando la belleza y el arte. Por ahora, él y Natalia afrontan la retirada agradeciendo al público oscense la respuesta a su audacia.