Huesca
Por
  • Javier García Antón

Valero y el tiempo

Valero Casasnovas Artal
Valero Casasnovas Artal
D. A.

Faulkner tenía aversión a los relojes, porque matan el tiempo y muerto permanece mientras lo marquen las pequeñas ruedas. El propio Dalí expresó la angustia por lo real en sus relojes blandos de La Persistencia de la Memoria, que en 1954 reinterpretó con la Desintegración de la Persistencia de la Memoria. Tiempo y espacio derretidos, una deformación que quizás nos ayuda a contextualizar y relativizar la cotidianidad que parece segura y, sin embargo, es inaprensible, efímera.

Ha pasado la vida demasiado rápida para Valero Casasnovas Artal, al que la profesional de la hoz ha segado la cosecha que venía sembrando desde hacía 75 años. Cierto es que quien fue presidente de la Cámara Agraria Provincial y de la Asociación Empresarial Agropecuaria (hoy Asaja) devoraba los minuteros en su afán de defender su familia, su patrimonio y sus ideales: el campo, sus organizaciones y el sentido común que mamó desde Castejón de Monegros y extendió a Almudévar, al infinito y más allá.

Valero era una persona de convicciones tan profundas que las expresaba con una prodigalidad que topaba con los tiempos... sin darse cuenta de que los relojes acaso fueron flexibles en el surrealismo de Dalí y corren contra la profundidad argumental. Años después, cuando nos topábamos, me recriminaba cariñosamente que en tal ocasión le corté cuando apenas había iniciado lo nuclear de su intervención, en el Congreso Económico Provincial de 2007.

 Aquel 28 de noviembre, hube de anunciarle que le quedaba un minuto cuando aún no había arrancado su mensaje oficial (tenía 10’). Me contestó: ¡No es posible! Lo fue. Y, aunque él no lo creyera, su introito fue verdad pura, de las que rasca las conciencias y molesta a los aparatos. Tempus fugit. Descansa, amigo.