Huesca

NO FIESTAS DE SAN LORENZO 

Los dulces más tradicionales no faltan en las mesas oscenses

Las reuniones familiares propician la compra de productos típicos, como el pan de San Lorenzo, cuya elaboración es única en cada establecimiento

Clientes de la Pastelería Vilas en la capital de Huesca compran los productos típicos de temporada.
Clientes de la Pastelería Vilas en la capital de Huesca compran los productos típicos de temporada.
Rafael Gobantes

Las tradiciones se resisten a abandonar el centro de las mesas. A sabiendas de que las restricciones sanitarias impiden importantes aglomeraciones públicas, las reuniones familiares se han convertido en una opción para compartir momentos con los más allegados. Aquí, los oscenses han optado por acudir a las pastelerías a comprar los productos tradicionales de la tierra con los que endulzar sus mesas. “No es como si hubiera fiestas”, resaltan los pasteleros, pero muchos de ellos se han sorprendido, ya que no esperaban filas a la entrada de los establecimientos.

Como en Ascaso, que durante toda la semana ha tenido clientes en la puerta. “La gente ha venido a pedirnos los lamines de Albahaca; este año llega en cajas especiales, la tarta lorenzana; compuesta de albahaca, limón y lima, la tarta 10 de agosto; retocada con chocolate y albahaca, la tarta Alba, las trufas heladas, las cintas laurentinas… Todo ello específico de San Lorenzo”, señala Lourdes Ascaso, gerente del establecimiento, que no se olvida del producto estrella, el pan de San Lorenzo.

El pastelero Antonio Oliván y Ascaso padre diseñaron la receta hace unos años y todavía su sabor conquista al paladar oscense. “Es una masa de brioche que necesita mucha fermentación. Está enriquecido con mantequilla, pasas de Corinto y fruta. Después el tiempo de cocción necesario y pasado por azúcar”, revela Lourdes Ascaso. Los últimos dos años están siendo muy diferentes, lamentan, pero cuentan con el turismo de paso y los oscenses.

Nueces y fruta escarchada

También en Loa las colas han sido constantes en los últimos días. “Sobre todo mamás, papás y abuelos, que son de llegar temprano por la mañana”, señalan desde servicio del establecimiento. Pedro José Sánchez es el propietario de la tienda y tiene bien aprendida la receta que le hace conseguir un apreciado pan de San Lorenzo. “Lo primero es obtener el día de antes la masa compuesta de mantequilla y harina. A la mañana siguiente amasamos el fragmento, añadimos nueces y fruta escarchada mojada en ron, ya en los días anteriores. Cuando tenemos la masa, la introducimos en la fermentadora unas cuatro horas y lo metemos al horno. Al enfriarlo, se pinta con mantequilla y azúcar”, finaliza Sánchez, que ha preparado para este año uno diferente cuya leche va infusionada con albahaca. “Aún está en pruebas, así que veremos cómo funciona”, sugiere el pastelero.

Para su compañero Gurutz Goikoetexea, propietario de la pastelería Vilas, “la venta esta funcionando mucho mejor que el año pasado”. Lo intuyó ya en los días previos y ahora está recogiendo los frutos. Le ha sorprendido la alegría en las calles, las ganas de reunirse y también de compartir dulces. Su pan de San Lorenzo contiene nueces y avellanas, además de la fruta escarchada bañada en ron, pero lo que le hace diferente son las lágrimas de San Lorenzo.

“Aprovechamos el fenómeno astronómico de las perseidas para elaborar unas tartas en forma de lágrima dándole un sabor laurentino”, asiente Gurutz, que creó esta receta hace muchos años y siempre triunfa. Asegura que deja un aroma de albahaca y mermelada de “bocado de San Lorenzo”.

Puestos a degustar, no se pueden olvidar las especialidades de Tricas, Tolosana, Lapaca..., o dejar de probar en la panadería Palomar los empanadicos de calabaza. Es la cuarta generación desde 1912 que pone sus manos en la masa para hornear los dulces oscenses más tradicionales. Este pan de San Lorenzo conserva la misma receta con la que Palomar abuelo se inició en la pastelería.

“Se puede decir los productos, pero no las cantidades”, avisa Pedro Palomar hijo, que se sirve de harina de fuerza, mantequilla asturiana, azúcar, huevos, leche en vez de agua, masa madre y unos tiempos de fermentación más largos. “Como nos enseñó el abuelo”, resalta, hasta llevar a la mesa el bocado más dulce.