Huesca

SALUD MENTAL

El suicidio, un síntoma de una "sociedad enferma, egocéntrica, hedónica y poco solidaria"

Unas jornadas de Cruz Blanca con expertos analizan un problema creciente, con un aragonés que se suicida cada 3 días y entre 8 y 9 intentos diarios

Carmelo Pelegrín, María Ángeles Molina, José Manuel Dolader, la moderadora y Carlos Pérez.
Carmelo Pelegrín, María Ángeles Molina, José Manuel Dolader, la moderadora y Carlos Pérez.
Rafael Gobantes

Diferentes entidades de la ciudad oscense han abordado este viernes un tema tan dramático como tabú, el suicidio, para dar a conocer un problema de salud de primer orden -un aragonés se quita la vida cada tres días- que sin embargo pasa desapercibido para la sociedad. En “No mires para otro lado”, las jornadas de prevención del suicidio organizadas por Cruz Blanca, el Centro de Escucha Javier Osés y la Fundación Caja Rural de Aragón, cuatro expertos hablaron de cómo desestigmatizar el suicidio y de la mejora de la prevención.

Carmelo Pelegrín, médico psiquiatra y jefe de Salud Mental del área de Huesca, ha evidenciado que el suicidio “sigue siendo un tabú”, pero ha apuntado que “tiene que dejar de serlo porque forma parte de nuestra vida cotidiana y, desgraciadamente, cada vez hay más casos”.

De hecho, el suicidio es la primera causa de muerte entre los jóvenes desde hace años, reemplazando al sida primero y más tarde a los accidentes de tráfico, ha recordado Pelegrín. “Lo tenemos que tomar muy en serio para empezar a hablar de él para estudiarlo, conocerlo y prevenirlo mejor”, ha afirmado el jefe de Salud Mental.

A las Urgencias de todo Aragón llegan diariamente “unos 8 ó 9 intentos de suicidio”, con un fallecido cada tres días. También ha puesto números al suicidio en Huesca, revelando que de las 2.000 urgencias que atiende el Hospital San Jorge cada año, “un 20 % -unas 400, más de una al día- son por intento de suicidio”.

Ha contrapuesto la relativa estabilidad en el número de casos de otras enfermedades mentales graves -“la esquizofrenia y el trastorno bipolar más o menos se mantienen”- con el incremento de los suicidios, ya sean consumados o intentos.

“Estamos en una sociedad enferma o en crisis”, una sociedad “muy egocéntrica, muy hedónica y poco solidaria”, y el quitarse la vida es un síntoma más de ello, ha expuesto Pelegrín, quien ha indicado que ninguna parte de la sociedad está al margen de este problema.

Factores por edades

Analizando por etapas de la vida, ha comenzado por los adolescentes, “que se suicidan porque hay personas muy frágiles, a veces sobreprotegidas y a veces abandonada, y los más abandonados llegan al consumo de tóxicos muy jóvenes”, iniciándose con el cannabis y luego pasando a drogas duras. 

También el sexo en estas edades, más compulsivo y “que ha perdido un poco los valores del amor y de una sexualidad más afectiva”, influye, ya que la suma de todo ello lleva a que parte de los adolescentes -no todos, ha matizado- sean “frágiles, impulsivos, con consumo de tóxicos e intolerancia a la frustración”. De allí que el suicidio entre ellos sea “compulsivo”.

Ya de adultos, las personas se enfrentan a una sociedad “muy competitiva donde no es fácil encontrar un trabajo estable y, a veces, arrastran consumos crónicos de sustancias psicoactivas”. Al respecto, Pelegrín ha alertado de que drogas como la cocaína y las anfetaminas están “absolutamente normalizadas”, convirtiéndose en una “epidemia silenciosa”. Estas personas, con el paso de los años, “se van quedando solas y en situación económica precaria”, lo que también influye en el incremento de suicidios.

Y ya en la última etapa de la vida, y con un tercio de ancianos que viven solos, la precariedad económica sigue igual o se acentúa y se suman las enfermedades crónicas, la discapacidad o el abandono por parte de los hijos. “Es muy fácil que la desesperación sea un caldo de cultivo para el suicidio”.

Y esta muerte, además, es “probablemente” la que más haga sufrir a los familiares porque “se sienten culpables” al pensar que podían haber hecho más para prevenirlo, pero Pelegrín ha remarcado que “es muy difícil” reconocer a una persona que está pensando en quitarse la vida. Desestigmatizar el suicidio ayudaría “porque probablemente la gente fuera más capaz de manifestarlo”.