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Óscar Moret Raluy: "Me pegué de quinto un mes y medio que no veas"

Era un niño que disfrutaba de todo en su Almudáfar natal, en la actualidad es presidente del Ceder Zona Oriental 

Óscar Moret Raluy.
Óscar Moret Raluy.
S.E.

Pasó su infancia en Almudáfar y ha seguido “el mismo dibujo” que trazaron sus padres, porque continúa viviendo en esta pedanía de Osso de Cinca donde ha formado su familia con Lorena y sus hijos, Alma y Guillén. Óscar Moret Raluy (Almudáfar, 1974) era un niño feliz, como ahora lo son sus hijos, a los que “todo les va bien”, como a él a su edad. Y está convencido de que pertenecer a un núcleo pequeño “te ayuda en la vida”.

Sus padres, Francisco y Josefina, se dedicaban a la agricultura, y tiene una hermana mayor, Rosa. También vivía con sus abuelos José y Carmen, de quienes guarda un gran recuerdo. Sus primeros años de alumno fueron en el colegio de Osso, pero en 2.º se trasladó al de Belver, porque acudía ya su hermana, cinco años mayor. “Fue muy gratificante, porque tenía amigos en Osso y en Belver, pero vivir en una pedanía hace todo más difícil”, en este caso coger todos los días el autobús y ser el único alumno que acudía de fuera tan pequeño, aunque “es verdad que eso te espabila”, asegura.

No era buen estudiante pero, afirma, “sí debía de ser muy listo porque aprobaba bien. Soy muy activo y no me debía de dar tiempo para todo”, justifica entre risas. El principal juego en el patio era el fútbol, y acabadas las clases, algunas veces se quedaba con amigos en Belver u Osso. En Almudáfar, se juntaban todos los niños y niñas, una decena de todas las edades, para jugar a fútbol, con los playmobil y en la gravera, “donde nos tirábamos por la arena y alguna pedrada también nos lanzábamos. Éramos bastante peligrosos en aquella época”, confiesa. Valora que en un pueblo pequeño los niños van “más sueltos” y tienen la posibilidad de ser “más creativos”.

Las “extraescolares” eran acompañar al campo al resto de la familia. “Si había que coger olivas, manzanas o melocotones, íbamos”. Vivía con total naturalidad la matanza del cerdo -“una brutalidad para un niño”-; a él le impresionaba más el gallo de su abuela, porque siempre le perseguía. Jugaba al ajedrez y coleccionaba chapas de cerveza y coca-cola y también sellos. “No solo los coleccionaba sino que leía bastante sobre el tema. Me interesaba mucho”, precisa.

Al evocar sabores de su niñez, recuerda especialmente los bocadillos que le preparaba su abuela Carmen: “De lo que fuera, daba igual, pero ese pan con tomate y aceite... Era insuperable”, asegura.

“En esa itinerancia de los chicos de Almudáfar”, fue al instituto en Fraga. A los 18, como había pasado por tantos pueblos, fue quinto en Osso, Belver, Fraga, Zaidín... e incluso -”no me preguntes por qué- en Peñalba. “Me pegué un mes y medio que no veas. Esto tuyo no sé si es normal, me decía mi madre, y yo tampoco lo sabía”, ríe. En esa época ya había empezado a trabajar en el negocio familiar de fruta.

Era un niño tímido hasta que estudiaba la situación y se soltaba. “Sigo siendo igual, aunque no se lo crea nadie”, asegura y apunta que ha heredado formas de ser de sus dos progenitores. “Pero mi mujer me dice que soy hijo de mi padre, que es muy tozudo. Él fue alcalde pedáneo y yo también y el compromiso con lo público y lo social lo he aprendido en casa”, recalca. Actualmente sigue siendo alcalde, es responsable de Fruta de Uaga en el Bajo Cinca y presidente del Ceder Zona Oriental.