Huesca

nuevas tecnologías

Advierten de los riesgos de las pantallas para los menores

Profesionales de la unidad de salud mental infantojuvenil hablan de los daños

Muchos niños y adolescentes usan el móvil mucho más de los recomendado.
Muchos niños y adolescentes usan el móvil mucho más de los recomendado.
EFE

Al igual que sus padres, muchos niños y adolescentes están usando las pantallas, sobre todo el móvil, mucho más de lo recomendado con la diferencia de que el cerebro de los menores todavía está formándose y las consecuencias de estos excesos son más graves que las que causa entre adultos. Menor rendimiento escolar, mucha más impaciencia, un descanso de menos horas y de menor calidad o la falta de desarrollo de la imaginación o las relaciones sociales son algunos de los daños más habituales.

Ángela Sánchez y Raquel Cuevas, psiquiatras de la unidad de salud mental infantojuvenil del Centro de Salud Pirineos, explican que, hasta el momento, no han tratado a menores que hayan sido derivados por la adicción al móvil, pero sí es un problema que se observa en muchos de los casos que tratan. La problemática ya venía de antes, pero se ha incrementado con la pandemia y, especialmente, con el confinamiento duro de la primera ola.

“Como adicción en sí no lo tratamos, pero sí es un tema que tratamos en general. Vienen por otras patologías, como ansiedad, depresión o falta de relaciones sociales, y siempre exploramos el uso de pantallas de forma rutinaria y allí se detecta. Muchas veces es un hallazgo que hacemos de forma casual al preguntar por su uso”, relata Sánchez.

De media, los niños y adolescentes que tratan en la unidad de salud mental infantojuvenil usan el móvil entre 3 y 4 horas diaria -cuando “lo recomendado tendría que ser menos de 2 horas al día”-, pero en casos extremos se llega “hasta las 14 horas y hasta las 16”. “Le preguntamos a una adolescente si podíamos ver juntas el tiempo de uso de su móvil. La media era de 12 horas y el máximo, de 16”, indican sobre los casos más llamativos.

Con independencia de si son 3 ó 4 horas o 12 -mediodía, dicho en otras palabras-, ambas psiquiatras hacen hincapié en que los adolescentes no deberían pasar más de 2 horas diarias delante de una pantalla, un consejo que -excluyendo las horas obligadas por trabajo o estudios- también es aplicable para los adultos, aunque sean pocos quienes cumplan ese límite recomendable.

“El cerebro del menor está como en obras. La corteza prefrontal todavía no está desarrollada y por eso hay que protegerles”, entre otras cosas, de los excesos delante de una pantalla, recalca Cuevas.

El primer móvil no deberían tenerlo “nunca” antes de los 12 años, lo que no significa que sea obligatorio comprárselo al alcanzar esa edad.

Y en la infancia más tierna, menos de 2 años, la recomendación es “nada de pantallas”, la de la televisión incluida. A partir de esa edad, “hay expertos que recomiendan que tampoco” vean nada en pantallas hasta los 6 años, mientras que otros lo admiten, pero siempre que no se alcance la hora diaria.

Otro consejo, con independencia de la edad -para menores y para adultos-, es que dos horas antes de irse a dormir “no se debe ver ni una pantalla”. “Y eso -enfatiza Cuevas- incluye la tele”.

El brillo y luz directa de toda pantalla afecta a la melatonina y al ritmo circadiano. Aparte del tiempo que se pierde de sueño por alargar la vigilia frente a la pantalla, el uso de la pantalla en las últimas horas del día también hace que “se tarde más en conciliar el sueño, haya un peor descanso y de menos horas, y al día siguiente estén más somnolientos y cansados, con lo que afecta al rendimiento escolar” y “de manera proporcional” al uso de pantallas, detalla.

Cuevas explica que la melatonina se produce en las horas de oscuridad, pero que el brillo de las pantallas interfiere negativamente, lo que a su vez “altera el ritmo circadiano y las horas de sueño”.

Además, la capacidad de atención y concentración también se ve mermada por el uso excesivo de pantallas. Sánchez relata que hay muchos estudios sobre la relación entre el uso de redes sociales, “sobre todo entre niños pequeños”, y el déficit de atención. Con el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) “en auge” desde hace años, ambas psiquiatras creen que las pantallas y las redes sociales son una de las causas detrás de este incremento de diagnósticos.

“Están hechos para que nos generen adicción”

Sánchez llama la atención sobre el hecho de que estos dispositivos tecnológicos “están hechos para que nos generen adicción”, tanto a adultos como a menores, pero por el todavía inconcluso desarrollo cerebral de estos, el efecto es todavía peor en adolescentes y, sobre todo, niños.

“Son muy intuitivos, muy fáciles de usar y refuerzan el sistema de recompensa de dopamina, que es el mismo circuito que generan las drogas -añade la psiquiatra-. Nos generan una gran adicción con una gran facilidad y más en menores que todavía no tienen esa capacidad para autorregularse”.

Las consecuencias del abuso de estos aparatos son “muchas” y dependerá de la edad a la que empiecen a usarlos: “Cuanto antes comiencen, menos desarrollado está el cerebro y mayores serán las repercusiones que puedan tener el móvil y las pantallas en general”.