Huesca

SAN LORENZO 2022

Premios de lujo para un toreo de bisutería ante toros fanfarrones

Puertas grandes de saldo para Perera y Tomás Rufo ante una mansada de El Torero con escaso fuelle

Miguel Ángel Perera y Tomás Rufo salieron a hombros en la tarde de ayer.
Miguel Ángel Perera y Tomás Rufo salieron a hombros en la tarde de ayer.
Pablo Segura

Se conducía la feria por unos derroteros razonables para el triunfante triunfalismo de nuestro coso, pero fue llegar el viernes y acelerar el ritmo festivo. La tercera de feria se ha saldado con dos saldos, dos puertas grandes de baratija; dos premios de lujo a un toreo de bisutería. Al menos, Tomás Rufo ha exhibido torería y un proverbial sentido del temple y ha ligado dos tandas por la derecha y un par de naturales, una joya al lado de un Perera que no ha ofrecido nada más que voluntad. Rufo, además, ha sido castigado por el mal desempeño de su varilarguero, que ha masacrado a un toro que podría haber ofrecido más dentro de la atonía general de las reses de El Torero.

Ha resultado una corrida de toros fanfarrones: han salido todos muy aparentadores de chiqueros, en plan aquí estoy yo y me voy a comer la tarde; y ha sido ver el capote y comenzar a mansear, para evidenciar flojera a la salida del encuentro con los petos de los caballos e ir perdiendo fuelle de forma alarmante en las muletas. Han sido los seis unos toros de absoluta falta de transmisión, ayunos de emoción. Y mira que se han empeñado en meter la cara y repetir, pero siempre a su pesar, como presas de la galbana.

Algunos arreones de raza han dado la falsa sensación de alimañas. Ha sido el paradigmático caso del segundo de la tarde, que ha correspondido a un Miguel Ángel Perera al que ha puesto en apuros sin que se le vieran más problemas que una tendencia a venirse adentro en el embroque -un defecto que el diestro jamás logró controlar- y que protestaba echando la cara arriba. Baste decir que ha desarmado al coletudo en dos ocasiones. Cierto, el burel ha mirado a Perera algunas veces al final de la faena, pero sin que se le aparecieran aviesas intenciones de hacer por él. Tener que decir únicamente de Perera a estas alturas que estuvo firme con un toro parece una triste baratura.

En ningún momento mandó el pacense, ni mucho menos templó, ni ligó. No puede contabilizarse un pase en condiciones, toreando con el pico y fuera de cacho con contumacia en un tedioso sinsentido. Eso sí, al segundo lo ha despachado de un estoconazo. Flamear de pañuelos y rapidez de la presidenta para abrirle una puerta grande de fruslería.

El pleno despiporre final, Tomás Rufo no podía ser menos. Ciertamente el debutante lo ha intentado en ambos toros. El suyo ha sido el desempeño más aseado y digno de toda la tarde. Ha sido Rufo más potencia que acto, más posibilidad que realidad, porque se ha intuido muchísimo de bueno, se ha podido apreciar madera de torero grande, voluntad de figura, pero poco se le pudo apreciar.

En el que ha cerrado plaza, que ha llegado extenuado a la muleta, ha ligado dos tandas por el pitón derecho de una primorosa suavidad (en la primera perdió lastimosamente las manos el toro y descompuso la tanda) y ha intentado otras dos al natural con mano de seda, pero el burel no daba para más y ha habido de cerrar aliviando a la res con toreo para la galería. Ha matado de una estocada y han arrepentido tanto la generosa pañolada como la ligereza en el premio.

El primero (tercero de la tarde) le había aguantado más y ha tratado de lucir un aceptable pitón izquierdo, aunque como el resto de la corrida, estaba para poco. Por lo menos, quiso y se puso en el sitio.

Habrá que quedarse con la esperanza de lo que puede ser un diestro que tiene torería hasta para calzarse la zapatilla, la que le medio sacó el segundo toro al rodar al inicio de la faena.

Reiterada esta pérdida de manos del toro sexto, es oportuno hablar de la suerte de varas.

18 toros llevamos y ninguno puesto bien en suerte, ninguno picado siquiera con aseo, ninguno empujando en el caballo. Hay que lamentar ayer dos varas con especial mala praxis, alevosas ambas, intolerables.

En el que ha abierto plaza, al toro se le ha cerrado la salida (acción antirreglamentaria) y se le ha metido sañudamente la puya. Eso sí, El Juli muy digno él, movía ostentosamente el brazo con gestos al del castoreño para que levantara la pica. Este paripé ya lo conocemos. Al sexto, se lo ha castigado con furia y ha llegado medio zombi a la muleta.

Hay que picar y hay que hacerlo bien, porque es una suerte fundamental para medir la bravura, para corregir defectos de embestida y para ofrecer al espectador un espectáculo singular y valioso por sí mismo.

Y casi es noticia que El Juli no saliera también por la puerta grande. De la madurez del diestro ayer no hubo nada. Lo de siempre: toreo al hilo del pitón, suerte descargada y pictórica composición de la figura. Para la foto y poco más. Para colmo ha matado mal, con mala ejecución y deficiente colocación. Y aún así se ha llevado una oreja, que hacía presagiar la bagatela de tarde que luego fue; un bochorno y no solo por el calor.