Huesca

crítica musical 

Tradición y canción

El grupo oscense Olga y los Ministriles clausura el festival

Olga y los Ministriles.
Olga y los Ministriles.
Javier Navarro

Los años pasan… y pesan. Pero el camino que abrió hace ya 45 años el grupo oscense Hato de Foces continúa con paso firme a través de la trayectoria de Olga y los Ministriles, que, como cada año (con la única excepción de 2020), han sido los encargados de clausurar el festival iberi@huesca.folk en la Plaza General Alsina. E incluso en aquel fatídico 2020 el grupo pudo presentar su recién estrenado disco en aragonés Flamas en el Palacio de Congresos el mismo día que decayó el confinamiento. Así que los años pasan, pero Olga Orús y Salvador Cored no reblan en su infatigable labor de dar a conocer la música tradicional aragonesa, eso sí, convenientemente puesta al día.

En esta ocasión, ante una abarrotada Plaza General Alsina, presentaban alguna novedad como la incorporación de dos nuevos miembros: Dani Escartín en la batería y percusiones, en sustitución de Jesús Prades, y la joven clarinetista Adriana Callau, que ha aceptado el difícil reto de sustituir el acordeón de Josu Ubierna, miembro emblemático del grupo y excelente músico.

En todo caso, Adriana pasó la prueba con nota muy alta y demostró que el clarinete posee una sonoridad que puede cubrir perfectamente ese hueco que deja el acordeón. Por su parte, Olga Orús, además de volver a mostrar su espléndida voz, se está destapando cada vez más como una magnífica y amena portavoz, con constantes notas de humor, que a veces hacen pensar que al deslenguado Ara Malikian le ha salido una competidora.

Tras un instrumental inaugural, su actuación continuó con el Baile de la escoba de Latorrecilla y con un clásico de su repertorio, Camino del Barrichós de Graus. En La hermosa tórtola combinaron un paloteau de Robres con el carnaval de Hecho, pasando de la sutileza a la algarabía de la fiesta, y con una excelente intervención con los palos a cargo de esos dos grandes bailadores que son Virginia Costea y Jairo Périz, que realizarían varias intervenciones realmente notables.

El tono alegre continuó con La recatachunga, donde mezclaron una melodía de la Jacetania con una canción infantil de Tamarite. Y tras otro de los clásicos de su repertorio, La canastera, Olga entonó esa emocionante versión del S’ha feito de nuey de Pepe Lera que les valió uno de los Premios de la Música Aragonesa.

No faltaron tampoco en su menú ni sus Joticas buenas ni su versión especial de Aqueras montanhas, bellísimo himno no oficial de los Pirineos que se canta a uno y otro lado de la montaña y que Olga y los Ministriles interpretaron en la adaptación al aragonés que realizó Chusé Raúl Usón.

Y tras la bonita albada Alquezra del repertorio de La Orquestina del Fabirol, cerraron la primera parte de su actuación con su revisión de Hay una cruz en el saso de Más Birras, una suerte de western baturro con el que Mauricio Aznar se adelantó tres décadas al interés actual por el tema de la despoblación.

La segunda parte fue un extracto del espectáculo Recordando a los cantautores, que se podrá ver íntegro el día 28 en Sabayés en el marco del festival SoNna y en el que, junto a Eduardo Paz (de La Bullonera), llevan a cabo una selección de canciones emblemáticas de los grandes cantautores aragoneses.

Eduardo Paz, que elogió la fantástica voz de Olga Orús, ha perdido parte de su portentosa y conocida potencia vocal de antaño, pero mantiene intacto su carisma.

Acometieron en primer lugar el clásico Cuando vayas a Huesca del añorado Joaquín Carbonell (para quien Eduardo tuvo palabras de cariño no exentas de espíritu somarda aragonés), y después fueron cayendo la dura sequedad de Todos repiten lo mismo de José Antonio Labordeta, Venimos simplemente a trabajar de La Bullonera (aquí llegó el recuerdo a su compañero Javier Maestre, recientemente fallecido), Con la ayuda de todos de Carbonell (en una versión minimalista), Quién te cerrará los ojos de Labordeta y, finalmente, Ver para creer, donde todo el público se unió al canto de “los de Huesca y de Teruel, como los zaragozanos…”.

No hace falta decir que, por supuesto, hubo un reclamado bis, en el que, ya sin Eduardo Paz, sonaron O viento rondador de La Ronda de Boltaña, el tradicional El villano y ese canto de panaderas de Alcaine, Rau Catarriau, con el que suelen finalizar siempre sus actuaciones y en el que se animaron también a cantar (¡y cómo!) las dos nietas de Antonio Orús, otro de los Ministriles. Tradición, familia y canción.