Huesca

OJO AVIZOR

De un convento carmelita del XVII a la arquitectura racionalista del XX

Huesca tiene tesoros de patrimonio ocultos para vecinos y visitantes, que son todo un hallazgo

La "Casa Barco", un ejemplo de arquitectura racionalista de comienzos del siglo XX.
La "Casa Barco", un ejemplo de arquitectura racionalista de comienzos del siglo XX.
Pablo Segura

UN CONVENTO del siglo XVII y a pocos pasos, un edificio racionalista de los años 30? En el casco antiguo de Huesca resulta posible. Se trata, por un lado, del cenobio de las Carmelitas Calzadas de la Asunción, fundado en 1656 y que todavía habitan monjas de clausura y, por otro, de la “Casa San Agustín” o de “Las Lástimas”, obra del arquitecto José Beltrán Navarro de 1933.

Estos y otros edificios son así enclaves que a simple vista pueden pasar desapercibidos, tanto para el visitante como para los propios oscenses, pero que pueden resultar un interesante hallazgo para quienes gusten de indagar en ese “turismo invisible” con el que cuentan todas las ciudades. La casa de “Las Lástimas”, no es el único ejemplo de racionalismo arquitectónico, un estilo geométrico y de formas simples y que fue tendencia en la primera mitad del siglo XX.

La capital altoaragonesa cuenta con varios edificios de dicha corriente situados en distintos puntos del casco urbano, desde “Casa Retortillo”, en uno de los flancos de la plaza de Navarra, a otro edificio emblemático, “Casa Polo”, construida entre 1931 y 1933, en la plaza del Justicia, que recibe su nombre por la tintorería que albergaba en su parte baja y desde la que este mes de noviembre se lanzó el “chupinazo” de las fiestas del barrio de Santo Domingo y San Martín.

Modernidad en los años 30

“Casa Polo” es así un edificio “súper moderno para la época y, sobre todo, para la ciudad”, tanto por su exterior como por la decoración de sus estancias interiores, según señala Miguel Ángel Campo, miembro de la Asociación de Vecinos Juan de Lanuza del barrio de Santo Domingo y San Martín. Como recuerda, el edifico sufrió los estragos de la Guerra Civil y un bombardeo le dejó sin una cristalera en uno de los balcones que después no fue restituida. Uno de sus vecinos más ilustres, subraya Campo, fue el abogado, político y economista barbastrense León Buil, quien estuvo casado con una de las hermanas Polo. Buil, asegura Campo, conservaba hasta sillones del Congreso, que muchos diputados de entonces desearon llevarse consigo después de la reforma que se efectuó en la Cámara Baja tras el fallido golpe de Estado de 1981.

“La tintorería siempre ha sido además un elemento dinamizador del barrio. Ahora hay varios locales, una peluquería y el estudio del artista Isidro Ferrer. La cuestión es que es además una casa habitada y eso también está muy bien, aunque no sea visitable”, explica Miguel Ángel Campo.

Sobre el racionalismo y su impacto en la capital altoaragonesa, trata el volumen “Arquitectura racionalista en Huesca”, obra de Alejando Dean Álvarez-Castellanos, Marta Delso Gil y Carlos Labarta Aizpún, editado en 2009 por el Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación Provincial de Huesca).

Esta corriente también dejó así huella en la avenida Monreal, donde puede verse la “Casa Barco”, con su particular forma redondeada en el chaflán y su color granate oscuro; en la calle de Miguel Servet o en la calle del Parque, donde salen al paso del caminente las conocidas como “casas de la lotería”, construidas por las familias agraciadas por un premio en 1929 y dedicadas ahora, la mayoría, a dependencias administrativas u oficinas. Aunque en esa calle también llama la atención, vecina a la entrada del parque Miguel Servet y el Instituto de Estudios Altoaragoneses, una casa cuyo porche exterior está sustentado por columnas de inspiración griega, similares a las que flanquean el teatro Olimpia.

Huesca cuenta con más casas “solitarias” de pequeña altura situadas entre edificios de más altura y cuya arquitectura llama también la atención en el contexto del casco urbano actual.

En la calle de Cabestany puede verse así la conocida como “Casa de los Platos”, que cuenta en su exterior con estos ornamentos y que se encuentra todavía habitada y con locales comerciales en activo en su parte baja, fruto de una ciudad en expansión, a comienzos del siglo XX, cuando el trazado urbano de esta parte de la ciudad todavía no se había definido.

La plaza de San Antonio cuenta también con un imponente chalet rodeado de edificios, del que también llama la atención su arquitectura singular. “Es de una familia importante de Huesca que lo construyó allí, puede que hace unos 50 años más o menos, con un buen arquitecto. Lo conservan porque consideran que es una arquitectura de interés, ya que ofertas para venderlo han tenido”, señala el historiador oscense Antonio Naval.

La casa del Nazareno

Volviendo atrás en el tiempo y de regreso a la calle de Las Cortes, las carmelitas mantienen abierta a diario la iglesia de San Vicente El Alto, de 9:30 a 14:00 horas y de 15:00 a 20:30, como un lugar de recogimiento y silencio para todo el que quiera entrar. En el templo se celebra además la fiesta del patrón menor de la ciudad en años alternos, con San Vicente El Real, la iglesia de La Compañía, en el Coso Alto. Es el hogar de la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y en su interior puede verse todo el año esta imagen, uno de los emblemas de la Semana Santa altoaragonesa, que sale en procesión todos los Miércoles Santo.

Es posible además comprar los dulces de artesanía monacal que elaboran las religiosas. Y como parte también del conjunto de un convento, en la plaza de Santa Clara, se encuentra la iglesia de San Antonio, a la que se accede tras cruzar un pequeño patio y donde los oscenses veneran al santo que le da nombre.

Y de San Antonio a San Antón. Muy cerca de este último templo, al final de la calle de San Lorenzo, se encuentra, integrada en una casa particular, la capilla de San Antón. “La familia quiso conservar la capilla y la acomodó en los bajos del edificio, en el mismo sitio, pero no es la original, sino una reconstrucción, con unas dimensiones y una ambientación como eran en la anterior”, explica el historiador oscense Antonio Naval. Se abre tan solo una vez al año, coincidiendo con la fiesta del patrón de los animales domésticos, el 17 de enero.

Del siglo XVII al XIX

Siguiendo con el turismo religioso, en el casco antiguo, en dirección al Coso Bajo, el paseante puede encontrar además, en la plaza de Lizana, la Casa Museo donde vivió el Saturnino López Novoa, fundador de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, cuya restauración fue inaugurada hace ahora un año, en noviembre de 2021 y por cuyas estancias parece que no haya pasado el tiempo.

Se trata de un edificio de cuatro niveles con jardín y con una superficie museográfica de 1.500 metros cuadrados. Con la rehabilitación, la casa, que data del siglo XVII, ha recuperado el aspecto que debía tener cuando el Padre Saturnino la habitó desde 1870 hasta su fallecimiento en 1905. La estatua del religioso en la misma plaza de Lizana constituye así una invitación para cruzar el umbral.

El agua de San Julián

Y unos metros más abajo, con acceso desde la calle de Joaquín Costa, a la altura del número 10, a través de unas escaleras de piedra, sorprende a los visitantes un antiguo lavadero que forma parte del patio de una comunidad de vecinos. “Son los restos del lavadero donde las mujeres lavaban la ropa en la década de los ochenta del siglo XIX. El agua la traían desde el pueblo de San Julián, en la sierra de Guara”, señala el historiador oscense. En Huesca, además de las fuentes públicas, se construyó esta instalación, para que las mujeres, señala Naval, “no tuvieran que ir a las acequias o al río Isuela”.

También del siglo XIX data el popular Banco Azul, al final del paseo de la Estación y cuya rehabilitación sigue siendo una de las reivindicaciones más antiguas de la Asociación de Vecinos del barrio de San Lorenzo. “Está completamente descuidado”, señala el historiador. “Es una lástima que se haya perdido, se hubiera podido mantener, incluso ahora que hay urbanizaciones al otro lado de la carretera, podría tener su utilidad”. El Banco Azul está en Huesca desde la llegada del ferrocarril a la ciudad. “Llega el tren a Huesca, construyen la Estación y a su vez ordenan el Banco Azul, como sitio para visitar”, comenta Naval, quien señala además que era “uno de los sitios de moda”, para pasear entonces.

Con todo, en Huesca hay todavía mucho por descubrir, como señala la presidenta de la Asociación de Vecinos del casco antiguo Osce Biella, Rosa Abadía. Pone, entre muchos otros ejemplos, la capilla de Santa Rosa, en la calle de Canellas, cerrada al público y que los vecinos quieren recuperar como espacio “lúdico y cultural”. La titularidad es del Ministerio de Cultura y se ocupa de su gestión el Arhivo Provincial, que se encuentra a pocos metros. “Es una de las reivindicaciones que hemos hecho como Asociación de Vecinos y como Plataforma de Defensa del Patrimonio. Hay un proyecto para su rehabilitación pagado, que habría que actualizar por precios. Pero ahí se quedó y no se ha hecho más”, señala Abadía.

Lamenta además la existencia de un arco gótico apuntalado y que ha sido tapiado, en la plaza de la Moneda. Los solares de “Vilas” por la pastelería del mismo nombre y de la calle Zarandia conservan además restos arqueológicos que los vecinos quieren poner en valor, como los ahora tan reivindicados del Círculo Católico y el edificio del antiguo Seminario, que se quiere salvar de la demolición.

Un ejemplo del tesón de los vecinos en defensa de su patrimonio son así los restos conservados de la antigua iglesia románica de La Malena, en la calle Pedro IV. “La Malena está cuidada, está mantenida, no hay queja. Fue algo que se salvó por reivindicación y celo vecinal, por gente que vivía al lado. En un determinado punto se mantuvo y se cuida bien por parte municipal”, añade la presidenta de Osce Biella.