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Rosa Casals: "La relación con la clientela ha sido de familia y de mucha amistad"

Con 49 de dedicación profesional a sus espaldas, el próximo 22 de diciembre, esta comerciante se jubila

Rosa Casals, en su despacho de interiorismo, que empezó como tienda de regalos.
Rosa Casals, en su despacho de interiorismo, que empezó como tienda de regalos.
Pablo Segura

Aunque hace tiempo que su día a día está ligado al mundo de la decoración y el interiorismo, Rosa Casals se define “sobre todo” como “comerciante y vendedora”. Y tras 49 años de dedicación, se jubila. El 22 de diciembre será su último día en el nº 12 de La Correría,donde empezó este negocio en el 90; una tienda de objetos de decoración para la que Casals tenía un objetivo, “que fuera la tienda donde mejor se preparan los regalos”.

A quien haya conocido la tienda, en sus inicios sobre todo, le sorprenderá que sea precisamente a las puertas de la Navidad, el día que Casals ha escogido para jubilarse. Dice que así “el comienzo será diferente”. Un momento de mucha actividad, la temporada navideña, en la que, los primeros años, se formaban “filas de gente que llegaban hasta la esquina”; con la tienda llena, y ella y sus trabajadoras echando hasta 12 horas de trabajo, “pero siempre con muy buen ambiente”.

Eso es algo que remarca cuando se le pide que revise los 32 años que ha estado al frente de este negocio; la relación con su clientela, con la que ha establecido una relación “tan familiar y de amistad que ha pasado de padres a hijos” y ellos “ahora también son clientes”.

Abrió el negocio tras tener a su hija. Había estado llevando el almacén de vinos de su familia, Bodega La Carrasca, dos años, hasta que su padre falleció y aún intentó sacarlo adelante, “pero sola no podía”. Fue entonces cuando tomó la decisión.

Hoy afirma, que en aquel momento no se le pasó por la cabeza que el negocio fuera a evolucionar de tienda de regalos a despacho de interiorismo.”Nos empezaba a demandar decoraciones en casas, empecé a traer pequeños muebles y lámparas. Me formé para poder ayudar a la gente, en texturas, mediciones, combinación de colores, materiales, en Barcelona, Toulouse, en Italia; de decoración e interiorismo, y en arte floral. Algo en lo que, en los últimos 27 años, le ha acompañado Belén, quien le acompaña en la gestión del negocio. “Entró para tres meses para otro negocio que no prosperó y luego vino a esta tienda. Ha sido mi orden y mi todo. Hemos ido siempre juntas”, le dice.

Su determinación le ha permitido asumir proyectos de todo tipo, también de envergadura, como la decoración del despacho de abogados Arriaga en Madrid, y otros muchos -casas antiguas, pisos, naves, “de dejarlo todo, (una vez, hasta la elección de las sábanas en nuestras manos”- y no solo en Huesca y provincia. A poco menos de un mes de jubilarse, no se le escapa ni una pista de qué va a suceder con este negocio; solo un vaticinio: “Creo que no se cerrará”.

Amor por su trabajo

Un local que al principio, le parecía tan grande, que quería cerrarlo por la mitad. Objetos de decoración se distribuían por rincones y paredes, ocupándolo ordenadamente y aprovechando cada hueco, con el ánimo de que quien ahí entrara pudiera “soñar con cómo quería que fuese su casa”.

Y es que siempre quiso que este espacio fuese “más que una tienda. De hecho”, continúa, “teníamos un cliente, un señor muy mayor que iba a misa a las 12 todos los días y antes, pasaba por aquí, porque decía que le infundía alegría y le daba vida”. Por eso tampoco quiso nunca un mostrador al uso, y utilizó dos sillas y una mesa antigua de comedor, como zona para despachar y, sobre todo, envolver y preparar los regalos de una forma que por entonces no era muy frecuente en Huesca.

Se le propone echar la vista a trás y recuerda el disgusto, “muy grande”, que le dio a sus padres, “porque querían, sobre todo mi madre, que yo estudiara y tuviera un porvenir”. Pero decidió dejar los estudios porque lo que quería era vender, y tras estar un par de años en la bodega de su padres, -a la que fue con 14 años ante su negativa a estudiar- , un día vio un cartel en una tienda en el que ponía “se necesita aprendiz”: “Era una tienda preciosa, Sudi Boutique, de ropa de mujer, al lado de la Tabla Nueva”. Ahí aprendió de María Jesús, la dueña de la tienda: “Era dura conmigo pero me enseñó muchísimo, y sobre todo a amar mi trabajo”. Cuando cerró este negocio, “me vinieron a buscar de una tienda que iban a abrir en las Cuatro Esquinas, Calzados Pienia, y ahí también estuve muy feliz”.

Ha visto cambiar La Correría “la primera calle peatonal” y recuerda a Mariví, de Pocos Muchos, al fotógrafo Víctor Ibáñez, y a Nacho, el de Blanco y Negro, “y había un sastre, Barlés. Han sido tantos años y lo hemos pasado tan bien”. Y con ese sentimiento de pertenencia a un sector afirma contundente: “El comercio es la arteria principal de una ciudad pequeña”.

Dice que no tiene nada planeado para la nueva etapa, que irá “sobre la marcha”. Por ahora, con la vista puesta en el 22, promete: “Nadie se va a quedar sin su trabajo terminado”.