Huesca

ECOS/ ¿QUIÉN SOY?

Desirée Pueyo Bernet, una vida “muy activa” y de superación

Rememora sus veranos en Biniés, su paso por la autoescuela, la práctica de muchos deportes y sus  otras muchas actividades

Desirée Pueyo Bernet en una imagen de niña y en la actualidad.
Desirée Pueyo Bernet en una imagen de niña y en la actualidad.
S.E.

Desirée Pueyo Bernet (Huesca, 1973) se autodefine como una persona “muy inquieta, muy activa”, lo que le ha llevado “a buscar actividades que me hiciesen superarme a nivel personal en otras cosas”.

Cuando nació, “mis padres tenían el primer Bar París, en la calle Conde Aranda”, pero a los dos años, dejaron la hostelería “porque no era muy conciliadora con la familia”. Con 6 años se fueron a vivir al Perpetuo Socorro, “donde tenía muchos primos y fuimos muy felices creciendo todos allí”. Como en la montaña, en la casa de Biniés de sus tíos, donde varios años pasó con sus muchos primos los dos meses de verano, “que fueron muy felices”.

Una adolescencia de deportes -gimnasia rítmica hasta los 14, bádminton, atletismo y esquí-, y de estudios, hasta que en 2º de BUP “me cansé y lo dejé, pero hacia taquigrafía, mecanografía, informática…, y entré a trabajar en una asesoría laboral”. Y su juventud fue “estar implicada en muchas cosas, por ejemplo en la asociación del barrio, donde llevábamos las fiestas, en Cruz Roja...”.

Mientras trabajaba, hacía estudios “de calidad, de gestión de empresas”, se cansaba “de estar tantas horas en una silla” y seguía con el esquí. Pero “me caí esquiando, me hice mal en la rodilla y ese fue el salto a la Autoescuela Goya, que es de mi familia. Fue sobre el 91/92, cuando me saqué el carnet de conducir, y me quedé en labores de administrativa”. Y luego, el título de profesor de autoescuela, “que es bastante durillo sacarlo”.

En 2003, con el nacimiento de su hija, un cambio de vida y traslado a Madrid, y después de varios proyectos, en el 2014, vuelta a la autoescuela.

A mí me aportaba mucho ayudar a las personas. Trabajé 5 o 6 años en Jaca, que entonces tenía tres cuarteles militares, y había soldados de valles muy profundos de Cataluña que no hablaban absolutamente nada de castellano y había que ayudarles casi a que aprendiesen a leer y hablar un poco de castellano para que se pudiesen sacar el carnet de conducir”.

Comenta que para ser un buen profesor de autoescuela, “hay que tener ganas, paciencia y capacidad de empatía, de ponerte en el lugar del alumno desde el minuto 1”.

Sobre los copilotos, tan dados a corregir a los conductores que acompañan, dice que “tienen que darse cuenta de que pueden llegar a frustrar al conductor”, y advierte de que con sus comentarios “se puede generar tensión dentro del vehículo, y el estrés genera distracción y una distracción puede darnos un disgusto”.

El tiempo libre que tiene, “voy a clases de canto, leo y me gusta mucho viajar con mi hija a ambientes relajantes como monasterios, balnearios, sitios con historia y tranquilidad; nos gusta mucho el turismo cultural, nos enriquece”. Con ella coincide, además, en el taller municipal de teatro musical, que ahora mismo “es lo que más me llena, me aporta y aprendo muchísimo. Es un taller de creación, y eso significa que lo que hacemos no está escrito y lo tenemos que crear, y eso nos obliga a tener que investigar sobre el trabajo que vayamos a hacer”.

Un último detalle, le sigue emocionando que “después de 20 años haya gente que aún se acuerda de cuando se sacó el carnet contigo, es grato”.