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Pepe Almazán: "Me gusta todo de la hostelería, si no hubiera caído malo, aún trabajaría"

Tiene una dilatada trayectoria en el sector hostelero con paradas en El Loreto, Venus, Parque Bar y Puerto Rico, donde ha estado 29 años

Pepe Almazán Corpas en la puerta del bar Puerto Rico.
Pepe Almazán Corpas en la puerta del bar Puerto Rico.
N.C.

Pepe Almazán Corpas nació en Loja (Granada) el 2 de diciembre de 1948 y con solo un mes y medio ya estaba en Huesca, donde vivían sus padres, que trabajaban en el campo. Empezó a estudiar en San Vicente y luego pasó a Salesianos. “Años muy tranquilos, había mucho de todo” (sonríe). Pronto comenzaría su vida laboral, como aprendiz en la fontanería Azor y Gracia (Calle San Salvador, 12, donde ahora está el bar El Peñista).

Luego llegarían los primeros trabajos en bares de Huesca: El Molinero, Mi Bar, Puerto Rico, Flor… Y los dos años de mili: “La hice voluntario. El campamento en Zaragoza y luego en el cuartel de Infantería de Huesca, donde estuve poco tiempo porque me enchufaron en la Diputación Provincial con los mutilados de guerra. El capitán era amigo de mi padre y me enchufó aquí parte de la mili. Iba a buscar la Orden al Gobierno y el correo, a Correos”.

Jugaba al fútbol en el equipo del barrio de Santiago -“el cura, Cándido Rufas, me llamó, me apunté y jugaba de central, era un defensa muy duro”- y durante unos tres años boxeó como amateur, en un local que estaba en el mismo edificio en el que tenía su sede el Parque Municipal de Bomberos de Huesca, en la Ronda de Montearagón (Trasmuro), un suelo en el que años después se hizo la ampliación del Colegio San Vicente. Con él, otros deportistas como Hernández, Cantín, Lucán, “que fue campeón de Aragón... Estábamos muchos, yo era peso superligero, y hubo muchos combates en (las piscinas de) Almazán, en la plaza de toros, y a Zaragoza también bajamos alguna vez a boxear. Es un deporte noble en el que, eso sí, si no pegas no haces nada. En el fútbol, si no quieres correr, no corres, en el boxeo, te arrean a tí o pegas tú. Pero cuando me marché a París, lo dejé”.

Estuvo tres años en París trabajando en un restaurante, ”fueron años muy buenos, yo trabajé mucho, gané mucho dinero y viví bien”.

Regresó a Huesca porque su madre “alquiló el local” donde hicieron El Loreto, “que era de Ángel Sanagustín, toda la familia, aunque el único que sabía de hostelería era yo” (primera breve pausa, que con tanta emoción no puede hablar). “Me emociona mucho hablar de aquellos años, por los buenos recuerdos que tengo. Yo, además, me emociono mucho”.

Después cogieron el cercano local donde ahora está la cafetería Martín, y abrieron “el restaurante Loreto”.

También llevaron la cafetería Venus, que tenía discoteca. “La verdad es que fueron unos años que lo pasamos y trabajamos muy bien, estuvo genial”. Años en los que la zona del paseo de Ramón y Cajal era de las más concurridas de la ciudad, con tres discotecas: Penny Lane y Osca XXI, además de Venus.

“De allí -sigue narrando Pepe Almazán- me fui al Parque Bar, donde lo que hay hecho lo hicimos nosotros”. Y su última etapa en la hostelería ha sido en pleno centro de Huesca, en los porches de Galicia, en el Puerto Rico, “un local que es de Jesús Ortiz y donde he estado 29 años, hasta mayo del año pasado”.

Desde entonces, tiene una irreprimible tendencia a ir cada día a un velador del bar Rugaca, que comparte pared con su Puerto Rico. “Si hace frío, solo vengo por la mañana y si hace bueno, mañana y tarde. Tengo que venir todos los días a verlo” (de nuevo la emoción le impide seguir hablando). Querencia a un local “donde he hecho muchísimos amigos. Hubo una temporada que ya abría la puerta a las 5 de la mañana, luego a las 6 siempre… y claro, ha pasado muchísima gente. Me dicen algunos que al cerrar, los he jodido”. Un punto fuerte del Puerto Rico han sido los veladores, que desde hace unos años “se utilizan mucho más que antes, incluso en invierno, cuando antes ni había”. Un cambio que se debe, en su opinión, a la prohibición de fumar dentro de los locales y que cree puede ser una de las consecuencias de la pandemia de la covid. Él, en San Lorenzo, llegó a tener hasta 120 mesas en los Porches.

De todos estos establecimientos, “me quedó con el Puerto Rico, con el que era mío, y donde hemos hecho de todo, pero sobre todo montonadas de gambas y calamares”.

Con una tan dilatada trayectoria en hostelería, hay que pedirle a Pepe Almazán que compare el sector en aquellos años y en la actualidad, y su respuesta es tan corta como clara: “Antes se atendía a la gente muy bien, ahora hay que esperar media hora para que te sirvan”. “A mí -añade-, me encanta la hostelería, me gusta todo de la hostelería, y si no hubiera caído malo, aún estaría trabajando”.

La emoción hace que se entrecorte su voz nuevamente cuando se le pregunta qué tienen para él los Porches de Galicia. “Es el rincón más bonito de la ciudad. He estado aquí 29 años muy a gusto, todo muy bien”, y “son muchos los que cuando me ven cada día aquí, me preguntan por qué”. La respuesta es sencilla: “es lo que más me gusta de la ciudad por los recuerdos que tengo de tantos años”.

Cuando no está en los Porches de Galicia, pasa el tiempo entre su casa y las partidas de guiñote que suele jugar con unos amigos en la avenida Pirineos.

Al preguntarle si ha viajado mucho y cuál es su destino preferido, responde con una sonrisa: “A mí no me gusta ir de viaje. Yo prefiero estar aquí, cerca del Puerto Rico, para que no se lo lleven”.