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Chus Broto Martínez: “En una biblioteca, el acceso libre es lo más importante”

Ha sido la responsable de la biblioteca de Ciencias de la Salud y del Deporte durante casi cuarenta años

Chus Broto, en el patio interior, de la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte.
Chus Broto, en el patio interior, de la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte.
Pablo Segura

AL ENTRAR EN el edificio de la Facultad de Ciencias de la Salud y el Deporte del campus de Huesca, en la plaza de la Universidad, 4, a Chus Broto Martínez se le acumulan los saludos de sus antiguos compañeros, mientras recorre la actual biblioteca, las estancias donde se alberga el depósito o su antiguo despacho.

Apenas han pasado dos años desde que se jubiló como directora de la biblioteca ubicada en el edificio más significativo del campus universitario de Huesca, sede en sus inicios el Colegio Universitario, primero como centro adscrito, albergando en diferentes fases los estudios de Medicina, Humanidades y más tarde de Nutrición.

El vínculo con los libros a Broto le viene de familia, pues sus padres regentaron la librería Broto, en el Coso Alto, donde hoy hay una joyería, al lado de una tienda de telefonía.

Estudió Filosofía, porque en aquellos años no existían estudios en Biblioteconomía ni de Documentación. Lo hizo en el Colegio Universitario cuando todavía se ubicaba en donde hoy está la Escuela Oficial de Idiomas: años en los que el centro todavía no tenía una biblioteca pública. Terminó 4º y 5º en Zaragoza y se especializó en Historia Contemporánea.

Su primera intención era preparar oposiciones de enseñanza, por 1981. Pero el mundo del libro le gustaba casi irremediablemente, al haberlo tenido siempre muy cerca y un día se acercó a la biblioteca pública. “Todavía estaba en el Casino. Pregunté si podía ver cómo era el trabajo más interno de la biblioteca y me admitieron”, en una suerte de ‘voluntariado’ que no era otra cosa que trabajar sin cobrar, pero que le permitió aprender la esencia del trabajo de una biblioteca: “Lo más básico, todo el trabajo técnico lo aprendí ahí, a fichar, catalogar, hacer las clasificaciones. Y junto a la directora María Rivas que después fue directora del archivo”.

Al finalizar y entre que salían las oposiciones y no, Chus elaboró el censo de archivos de la provincia, recorriendo todos los ayuntamientos. Casi cuando ya estaba terminando, salió la plaza de la biblioteca del Colegio Universitario: “Estudiaba por las noches después de estar todo el día trabajando. Con una amiga que conocí en la pública nos hacíamos los apuntes porque no había temarios ni nada”. Era 1985 cuando sacó la plaza.

En aquellos años, “estaba todo por hacer”. La nueva ubicación requería que se organizara la biblioteca. Broto recuerda que había premura para que la tuvieran a punto, “subiendo libros, poniendo luces, con profesores ayudando a organizar, porque se pasó parte de sus fondos a la biblioteca además de lo que se compró”, que fueron de inicio 11.000 títulos. Después Humanidades se trasladó al edificio de Ronda Misericordia, donde hoy está la Facultad de Empresa y Gestión púbica, y con los estudios, sus fondos.

En estos casi 40 años, Chus ha vivido la implantación del préstamo por ordenador o la llegada del telefax, que se instaló en su despacho, lo que concentró el trasiego del profesorado que pasaba por ahí para hacer uso del nuevo sistema de comunicación. También, recuerda cuando la Escuela de Graduado Social se instaló temporalmente en ese edificio, lo que trajo personal de secretaría y una compañera bibliotecaria para encargarse del fondo de la escuela. Unos años buenos, “porque compartimos intereses”. Y cómo no, los vaivenes académicos con unos estudios, los de Medicina, de los que hoy solo quedan dos años y cuya pérdida progresiva siguen provocando pesar en quienes vivieron la lucha por su permanencia. “De aquí han salido gente muy buena. Yo creo que no se lo dejarán perder”.

La biblioteca del Colegio Universitario “fue siempre una reivindicación” y pese al trabajo realizado, y el apoyo recibido hay una cosa que aún lamenta: no haber logrado tener una biblioteca de acceso libre, que “es lo más importante”, porque “si no ves un libro...”, reflexiona retóricamente; además, “cuando miras uno, ves otros al rededor. Los libros son para que se usen no para tenerlos en un armario completamente cerrado”, en referencia a los diferentes armarios, con puertas de cristal y cerrados con llave que durante años albergaron el fondo de libros y que siguen, ahora ya muchos vacíos, ubicados en los pasillos de las diferentes plantas del edificio y que obligaba a Broto y al resto de personal, “a estar todo el día como un ama de llaves, abriendo y cerrando armarios; subiendo y bajando”, explica.

De los últimos años recuerda como gracias al libro electrónico y los fondos on-line, durante la pandemia se pudo dar acceso “a un montón de libros y bases y la gente pudo seguir trabajando”. Por eso, aunque amante del papel, no rechaza los avances y confiesa usar mucho el libro electrónico, “tiene sus ventajas. Yo no lo tiro. Me gustan los dos”, aunque del libro en papel queda la sensación de “llevártelo, doblarlo, usarlo”.