Huesca

¿quién soy?

Julián Ortas Laliena, el gusto por el trato con la gente

“Conservo las croquetas de jamón caseras y la bola de patata de atún de ‘el Juli’ y las migas a la pastora”

Julián Ortas en su infancia y en la actualidad.
Julián Ortas en su infancia y en la actualidad.
S. E.

Julián Ortas Laliena ejercía como electricista cuando tomó la decisión junto a su pareja de entonces de montar ‘El Juli’. Era 2011, “montamos un bar en plena crisis, sí”.

Fue un cambio de tercio importante. “Me dedicaba a mantenimiento y a vivienda, luego pasé a almacenero para repartir materiales”, pero “la verdad, la electricidad no me apasionaba mucho”.

Durante los 10 años que permaneció con las puertas abiertas, ‘El Juli’ llevó una trayectoria similar a la de “un pequeño avión, subiendo, poco a poco”, hasta convertirse en un lugar de referencia entre la hostelería oscense, “todavía hay gente que me recuerda lo que echa de menos el Tritón”, una tapa “que tuvo bastante exito”. “Llegamos a estar entre los primeros puestos en Tripadvisor”, recuerda, donde la calificación la dan las personas usuarias, habitualmente “gente de fuera, lo cual es de agradecer”.

El cierre de ‘El Juli’ vino motivado por otra crisis, esta por la pandemia de covid. “El alquiler estaba muy elevado. Se había hecho un poco de deuda. No tuve suerte con los caseros y no era cuestión de seguir y esclavizarme”.

Fue entonces cuando surgió la oportunidad de gestionar la cafetería del Colegio Mayor Universitario Ramón Acín, del campus de Huesca. “Voy a llevar dos años. Y me recuerda como con ‘El Juli’, va despegando poco a poco. La gente está viniendo”, un poco a la voz de “El Juli está ahí arriba”, y aunque no es lo mismo en cuanto a oferta gastronómica, cuando “entras, tienes el mismo trato y simpatía que había en ‘El Juli’ y eso es lo más importante”.

Aunque es hostelero desde hace poco, antes de que ‘El Juli’ empezara, Ortas solía subir a “trabajar a las fiestas de Bolea, y en algunas fiestas de pueblos para verano o para San Lorenzo también”. Y lo que más le gustaba entonces, y le gusta ahora, es “el trato con la gente, estar de cara al público”, lo que le recuerda a su abuela, agricultora, “que subía al mercado a vender. Ella era muy comerciante, le gustaba, y a mí también, el vender, atender, tratar a la gente como te gustaría que te trataran a ti”.

Y esa es la filosofía que sigue también en esta cafetería que da servicio a estudiantes y profesorado de la facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte, a residentes del Colegio Mayor y a quien quiera acudir, pues “está abierta al público”.

Lo que sí permanece de ‘El Juli’ en la cafetería universitaria son “las croquetas caseras de jamón y las bolas de patata de atún”. “Todo casero. Las patatas fritas las hacemos nosotros (en referencia al tándem que forma con Rosi, la cocinera), no son de bolsa”, avisa. Y las migas a la pastora, lo que conquista a un grupo de exclientes que las encargan de vez en cuando.

Ortas mira al futuro con tranquilidad y reconciliado con el cierre de ‘El Juli’. “La pandemia no me ha venido mal, decir he llegado hasta aquí y me he quedado contento”. El cambio le permite seguir dedicándose a lo que le gusta pero con más tiempo para dedicarlo a su hijo y para cultivar un ocio que antes no podía, como el senderismo: “Hace un año que he empezado a subir montañas y he hecho hasta un tres mil”.