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Nieves Ropero, compromiso con la catequesis

El día que inscribió a su hijo fue el día en que se ofreció voluntaria para acompañar a niños y niñas en el camino hacia la comunión 

Nieves Ropero en una imagen de niña y en la actualidad.
Nieves Ropero en una imagen de niña y en la actualidad.
S.E.

Nieves Ropero, catequista de Sariñena y organizadora de todos los actos que niños y niñas realizan en el año, es una mujer inquieta, solidaria y muy participativa que llegó a La Cartuja de Monegros con 5 años. “Nací en Valfonda de Santa Ana y soy la menor de cinco hermanos, todos varones, y siempre escuché decir a mi padre: ‘No vas a ser menos que tus hermanos’ y con esa filosofía fui creciendo”.

En el 92 se trasladó a Sariñena, “donde formé una familia”, dice orgullosa, rememorando los primeros años. “Colaboré siempre en Ampas, y en todo lo que practicaba mi hijo, incluso gestioné unos años el Club Natación Sariñena. El día que inscribí a mi hijo en la catequesis y pidieron voluntarios, me faltó tiempo para levantar la mano. Tras 22 años sigo en esta tarea, y aquí seguiré, en la parroquia de el Salvador de Sariñena”.

A La Cartuja de Monegros llegaban familias procedentes de toda España, “gentes que sin conocerse empezaron un proyecto común; echar raíces y crecer como pueblo”, explica, “los primeros años estábamos muy unidos, no existían rencillas de antepasados. Ahora, pasados 54 años, tristemente la cosa ha cambiado”. Aprovecha para reivindicar, “mi pueblo tiene artículo femenino singular. Muchos se empeñan en llamarlo “Cartuja de Monegros” me duelen los ojos cuando lo veo escrito sin artículo…”.

De su primer recuerdo narra estar “en la puerta de mi casa con mi madre a mi hermano José, que me cogía de la mano y me llevaba a pasar la tarde con las chicas de la ‘Sección Femenina’. Era lo que ahora se conoce como monitores de tiempo libre”.

Recuerda a su gran maestra, “la señorita Aurora Gascón, que me enseñó a leer y escribir. A las chicas nos daba costura todos los miércoles, mientras que los chicos, con Don José hacían manualidades y actividad física. Afortunadamente esto ha cambiado”.

Con la fortuna de tener unos docentes muy especiales, explica que “cerca de la Iglesia vivía una congregación de monjas, las Carmelitas Misioneras. Una de ellas se ocupaba de la guardería, Mª Ángeles Yoldi. Otra atendía a los enfermos y nos ponía las temidas inyecciones, Carmen Garralda, y Josefa me enseñó Corte y Confección y a coser a máquina. Con Antonio Puyol, el cura, comencé en la catequesis y en los campamentos de Conques”. Ahí se hizo monitora de tiempo libre y con Puyol formaron el primer grupo de teatro de La Cartuja, “preparábamos una función para cada 23 de abril”.

Pertenece a la Cofradía de La Sangre de Cristo. “Vivo intensamente la Semana Santa, con su oración y silencio en el templo y con el sonido a golpe de bombo y tambor en las calles durante las procesiones, una tradición y cultura que no debemos perder. Se necesita que más gente. Hago un llamamiento desde aquí”.

Como mujer muy organizada, ocupa su tiempo libre en “paseos, caminando con la música en mis oídos y la cámara de fotos en la mano, Pasear por el monasterio de La Cartuja de Las Fuentes, la Laguna de Sariñena… Cada mañana voy al huerto, cerca de la laguna, ese es ‘el sitio de mi recreo’ y en los días despejados, me siento en un banco y desde allí observo la laguna y, muy a lo lejos, el Monasterio de la Cartuja”.