Huesca

DÍA DE ARAGÓN

Ricardo Marquina: “Todo aquel que hace reportajes sabe que está siendo vigilado de cerca”

Ricardo Marquina: Documentalista y corresponsal en Moscú desde hace 15 años

El periodista Ricardo Marquina.
El periodista Ricardo Marquina.
S. E.

La situación en Rusia para el periodismo se empezó a complicar por 2014-2015, con la invasión rusa de Crimea. Hasta entonces “en Rusia todo iba bien, había dinero, llevaba un camino más o menos pro-democrático, la gente podía hablar libremente, no había presión hacia los periodistas o los extranjeros. Los que estuvimos aquí (entonces) vivimos los mejores años de Rusia sin saberlo”, explica el corresponsal y documentalista oscense Ricardo Marquina.

En la actualidad, “es casi imposible trabajar” si se trata de hacer un reportaje, con testimonios y localizaciones, añade en conversación telefónica desde Moscú. “Nadie quiere hablar con la prensa, mucho menos con la extranjera. Hacer un reportaje de televisión es imposible. Hay compañeros de grandes medios que siguen haciéndolo”. En su caso ha pasado de hacer entre cinco y siete reportajes de tele al mes a uno al trimestre. Además de en un recorte de libertades y derechos, esto se traduce en algo mucho más mundano, “que cobro menos”; otro límite, en este caso, a su estabilidad económica.

A esto, se añade, explica, la vigilancia que el Kremlin ejerce sobre las y los reporteros. “Todo aquel que hace reportajes, sabe que está siendo vigilado”, explica, incluyéndose en el lote. Un seguimiento a partir de un billete de tren o de una reserva de hotel, que se manifiesta en “una pareja en un coche” que les sigue “a todos los lados. A veces interaccionan y a veces no. (Nos) dejan hacer pero tú sabes que están ahí todo el rato”.

Una situación para las y los corresponsales extranjeros que sufrió un punto de inflexión con el encarcelamiento del corresponsal de The Wall Street Journal, Evan Gershkovich, al que Moscú acusa de espionaje y que “ha supuesto un cambio para muchos” en el escenario de medios internacionales. “Hasta ahora no habían tocado a un periodista extranjero, cosa que ha cambiado. No sé muy bien qué van a hacer sobre todo los medios anglosajones que son los más señalados”.

Una vida puesta “patas arriba” el 24 de febrero de 2022, también en el devenir cotidiano, que Marquina transfigura simbólicamente en “una cebolla con muchas capas de problemas”, con afecciones en el día a día, con tarjetas de crédito (las españolas) que ya no funcionan o sin poder transferir dinero de una cuenta española a una rusa, lo que le obliga a buscarse la vida para comprar rublos.

Razones para continuar en Rusia, dice, “hay muchas”, desde las más mundanas -“soy un trabajador y necesito dinero para vivir”- hasta las intrínsecas al ejercicio profesional: la “responsabilidad” de que “hay que estar aquí” para “contar, mientras nos dejen y se pueda, lo que está pasando, intentarlo al menos”.

Marquina es consciente de que la cosa puede ponerse peligrosa. “En ese caso, no me quedará más remedio que abandonar de manera definitiva o temporal el país”, explica, reconociendo que “hay muchas malas señales, pero de momento aquí estamos”, continúa.

Lo que resultaría definitivo para él, y para cualquier periodista, el que le retiraran o no le renovaran la acreditación. Una autorización que antes de la guerra tenía la duración de un año y que en la actualidad, a las y los corresponsales de “los países que Rusia considera no amigables u hostiles, España entre ellos, obligan cada tres meses”. Un proceso relativamente sencillo, que no hace la vida sea imposible -”es una capa más de molestia de esta cebolla”-, pero que deja a Marquina y otros profesionales en un estado de incertidumbre. “Las están dando muy justas de tiempo, con uno, dos o tres días. Con esa acreditación tienes que ir a la policía a hacer tu visado. Juegan con los nervios de la gente, que reciben la acreditación a un día o dos de que termine su visado y tiene que correr” para no estar de manera irregular y correr el riesgo de ser expulsado.

El problema ahora en Rusia para todo el mundo, explica, “es que el futuro está en una densa niebla. Nadie es capaz de saber dónde estaremos a final de verano”. El no poder hacer planes “a veces resulta agotador, otras es cómo te levantes cada día”. La manera de llevar el que “nada esté tu mano” es la resignación e intentar “aislarlo en la cabeza”, para evitar “volverse loco”.

Esta semana Marquina está entre Estonia y Moldavia para hacer un documental. “Es un mes que tengo las cosas claras, luego ya veremos”