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Jesús Bosque Riba: “Pasar de una disciplina a otra es estar en permanente formación”

Ha trabajado como mecánico de centrales de Telefónica y de trabajador social, para lo que se formó, pero el cine es la constante en su vida 

Jesús Bosque, en el hall de entrada del Teatro Olimpia.
Jesús Bosque, en el hall de entrada del Teatro Olimpia.
Laura Ayerbe

Dice que siempre le ha gustado el cambio de trabajo “el estar pasando de una disciplina a otra. Tiene de bueno que estás permanentemente en un proceso de formación”, el hacer “trabajos tan dispares, creo que es una cosa buena, te da una visión amplia”, explica Jesús Bosque Riba.

Nació en el barrio de San José, Zaragoza (1955), donde tuvo una infancia feliz, de esas de pasar rato en la calle jugando con piedras. Era el tercero de diez hermanos y cuando se le pregunta si recuerda algo de su infancia a en lo que se sigue reconociendo no lo duda, “en el hecho de buscarte la vida y valerte por ti mismo (...) Creo que eso crea un poco de carácter”.

Estudió Trabajo Social en Zaragoza. Había pasado de los 11 a los 17 años interno en un seminario, otra cosa que deja una marca, “cierto interés por lo social y cierta mística”.

Ya en la universidad recuerda el cambio de tornas; era el único chico en la clase, “solo había hablado con mis hermanas y no había tenido una amiga en mi vida”, relata. Tras el impacto inicial, reconoce, “me vino súper bien. Aprendí un montón del mundo femenino y con el tiempo era una más”.

Afirma que “es de Huesca por preferencia”, porque fue viviendo en Barcelona que se dió cuenta que le agobiaba la ciudad grande. Trabajada de mecánico de centrales en Telefónica y conocía Huesca solo de parar camino del Pirineo. Así que cuando tuvo la oportunidad pidió el traslado.

Estando organizándose los Servicios Sociales municipales, surgió una oportunidad laboral, así que cogió una excedencia, para ser uno de los primeros trabajadores sociales del servicio municipal.

Después le propusieron trabajar para Cáritas en un piso tutelado “con chavales y chavalas sin familia”, una etapa “muy dura e interesante”, que también terminó y tras la cual volvió a ejercicio en la compañía de telefonía. “Estaba muy bien. Ahí trabajas con máquinas y no discutes con nadie. Me gustaba la parte manual”, añade, considerándose con suerte de trabajar en cosas que ha disfrutado: “Nunca he trabajado en algo que no me ha llenado”.

Rondaban los 80 y por entonces Bosque estaba vinculado al movimiento antimilitarista y de objeción de conciencia y vivía en una comuna en la plaza de los Fueros. Una “época interesante” en las que empezó a indagar en la fotografía junto a Alberto Turmo y José Ignacio Callén. “Nos empezábamos a juntar, con las cámaras, para hacer experimentos y montajes”. De esa época también se conoce con Eugenio Monesma, que ya trabajaba en Súper 8.

Poco a poco se introdujo en ese mundo. “Hice algún cursos privados por mi cuenta. Y acabé encargándome de los talleres de vídeo del Ayuntamiento junto a Javier Brun”.

Por entonces, ya asentado en Huesca, Bosque decidió organizar su vida laboral en Telefónica para que solo le ocupara una mitad de jornada seis meses al año. El tiempo que le quedaba libre, cogía su cámara y viajaba, primero a Latinoamérica, a Colombia y Ecuador, llevando a cabo proyectos cinematográfico con comunidades indígenas, a veces en colaboración con organizaciones internacionales y otras junto a un antropólogo. “Después me dediqué al cine de montaña, Con Cecilia Buil me fui a Groenlandia, a Patagonia”.

El cine y el audiovisual se asentaban como una constante entre los cambios. Puso en marcha la Asociación de Realizadores oscenses e impulsó el ArtLab. Como voluntario con Cruz Roja, inició un club de ocio y tiempo libre con Atades, “que duró como 7 o 8 años”. “Ytambién llevé el servicio de vídeo de Pirineos Sur cuando empezaba”.

A los 52 años le llegó la prejubilación. Recuerda la central, que funcionaba con motores que daban vueltas, pero “con la tecnología actual, sobra todo el mundo”, concluye. Fue entonces cuando se dio el gusto de matricularse en Comunicación Audiovisual, que no la necesitaba pero le apetecía, y que le sirvió para ordenar todo aquello que había aprendido.

Siguió adentrándose en el mundo del cine, llegando a trabajado con Paula Ortiz en sus dos largometrajes y algunos cortometrajes, También ha sido patrono de la Fundación del Festival de Cine de Huesca, evento que dirigió solo un año para darle el relevo al equipo directivo que asumió su gestión posteriormente. A día de hoy sigue colaborando con la sección Mayores al Festival y es director de Programación del Pirineos Mountail Film Festival.

Tiene dos proyectos expositivos entre manos y “tres o cuatro ideas más, un guión para un cortometraje que nunca acabo de pulir”, entre otros. Junto a Eduardo Lacruz se ejercita en la dirección de fotografía, “y me está gustando mucho utilizar la luz. Es muy interesante esa parte creativa de cómo iluminas y qué es lo que transmites. Es un elemento tan poco solido... Me gustaría saber más”.