Huesca

ENTREVISTA 

Julián Ruiz Martorell: "Siento pena por dejar esta provincia que es preciosa, me llevo a Huesca y a sus gentes en el corazón"

Desde 2011 ha sido obispo de Huesca y de Jaca, el 23 de diciembre asumirá la diócesis de Sigüenza-Guadalajara 

Julián Ruiz Martorell.
Julián Ruiz Martorell.
Laura Ayerbe

Julián Ruiz Martorell, obispo de las diócesis de Huesca y de Jaca desde marzo de 2011, tomará posesión de su nuevo cargo de obispo de  Sigüenza-Guadalajara, el próximo 23 de diciembre en la Catedral de Sigüenza. Asegura que se irá del Alto Aragón "lleno de gratitud" y que se llevará a Huesca y a sus gentes "en el corazón". 

El Papa Francisco le ha nombrado obispo de Sigüenza-Guadalajara, ¿cómo afronta este nuevo cargo?

—Con mucha gratitud a Dios por el don de la vida, el don de la vocación y el don del sacerdocio. Mucha gratitud también a las diócesis de Huesca y de Jaca a las que he servido durante 12 años y van a ser en diciembre 9 meses. Al mismo tiempo es para mí una posibilidad de servir a la iglesia en Sigüenza y Guadalajara. Conozco a Atilano Rodríguez Martínez, obispo de Sigüenza-Guadalajara desde 2011, al que voy a sustituir tras su renuncia, me parece una persona excelente y voy con ilusión.

Siento pena porque dejo aquí buenos amigos, he tenido muy gratas experiencias, he conocido personas muy dedicadas, muy entregadas, muy generosas. Siento pena por dejar esta provincia que es preciosa, magnífica y también por las personas que han estado trabajando al servicio de la iglesia y del Evangelio.

¿Ha podido darle las gracias al Pontífice o tiene previsto visitarle?

—Todavía no. Tenemos prevista una entrevista en Roma con el Dicasterio para el Clero el 28 de noviembre y el Papa ha dicho que vendría a hablar con nosotros. Allí, en ese momento, tendré oportunidad de darle las gracias.

¿Cómo definiría estos 12 años al frente de estas dos diócesis?

—Valoro estos 12 años también con sentimiento de gratitud a tantas personas que tanto en Huesca como en Jaca han colaborado porque se toman en serio su condición de testigos del Evangelio. También como una oportunidad que el señor me ha concedido para servir y lo valoro desde el conocimiento de mis limitaciones y tengo que pedir perdón por las cosas que no haya sabido hacer, las que se podían haber hecho de otra manera y por los momentos en los que no he llegado a acertar con la solución justa.

¿Ha sido complicado compaginar las diócesis de Huesca y Jaca?

—Muy complicado desde el punto de vista de los desplazamientos. De hecho son dos diócesis que son independientes y no tienen más que una cosa en común, el obispo. Hay dos estructuras diocesanas totalmente independientes. La Diócesis de Huesca pertenece a la provincia Eclesiástica de Zaragoza, la Diócesis de Jaca pertenece a la provincia Eclesiástica de Pamplona y Tudela. Ambas diócesis son plenamente aragonesas pero tienen esa especificidad, lo cual significa que ha habido que compaginar reuniones tanto en Zaragoza como en Pamplona. La ventaja es que he tenido excelentes arzobispos, en ambas capitales. Ha sido difícil justamente por eso, por la duplicidad de actuaciones y los desplazamientos continuos, de tal manera que Monrepós me es conocido y reconocido.

¿Se ha dejado algún proyecto en el tintero?

—Sí, hay cuestiones que se quedan allí en el tintero. Por ejemplo, el Plan Diocesano de Pastoral, que marca acciones y objetivos para cuatro o cinco años. En este momento, está bastante maduro, pero no podrá llevar mi firma porque ya no me da tiempo.

En cuanto a los bienes de las parroquias altoaragonesas, ¿le ha faltado algo por hacer?

—Esta es una reivinidcación que viene de muy largo. En 1955 se segregan algunas parroquias que pertenecían a las diócesis de Lérida. En su museo hay bienes que han pertenecido a esas parroquias que pasaron a depender de la Diócesis de Huesca: en concreto el frontal de la parroquia de Berbegal, la tabla de San Pedro y la crucifixión, de Peralta de Alcofea, y la portada de El Tormillo, trasladada piedra a piedra para decorar la iglesia de San Martín en Lérida. Hace dos años, depués de que ya se había clarado más o menos la situación de los bienes en Barbastro-Monzón, escribí a la nunciatura, que después de recabar la informacion con Roma respondió y dio una serie de pautas sobre estos bienes pendientes que tendrá que seguir el obispo que me sustituya. Estos bienes pertenecen a la Diócesis de Huesca y están en Lérida en calidad de depósito, y lo más normal es que vuelvan a sus dueños.

¿Este ha sido el reto más complicado al que se ha enfrentado en estos años?

—No ha sido el reto más complicado pero sí el más mediático y polémico. El reto más importante para mí es que vivimos en una sociedad que necesita a Cristo pero que no lo reconoce. Cuando en muchas localidades de nuestra Diócesis, tanto en Huesca como en Jaca, se van apagando las luces, la luz del Evangelio tiene que continuar, y este es nuestro gran reto: ser testigos con menos medios. Cada vez somos menos los sacerdotes y mayores en edad, pero también hay una creciente actividad por parte de los seglares y por parte de las personas consagradas. Seguramente con menos medios de los que teníamos hace alguno años queremos seguir siendo testigos en una sociedad que vive un horizonte multicultural, plurireligioso, donde no se valora la presencia de Cristo, que justamente es el que da respuesta a todos los interrogantes que anidan en cualquier corazón humano, sea creyente o no. Ese es nuestro mayor reto, la evangelización para conocer a Jesucristo.

¿Piensa que hay una crisis de valores en la sociedad actual?

La sociedad actual también tiene otros valores pero podemos reconocer que la valoración de las religiones institucionalizadas en todo el mundo ha ido decreciendo.

¿Y cómo está la situación dentro del la Iglesia?

Es un dato sorprendente pero nunca en la historia de la Iglesia ha habido tantas vocaciones como ahora. Pero surgen en países de Asia, en África, en Latinoamérica, en algunos lugares muy concretos del centro de Europa, no así en la Europa Occidental, donde vivimos una crisis vocacional. El señor sigue llamando a los corazones pero no hay muchas respuestas positivas, y este es un reto. Por otro lado, la Iglesia está realizando un proceso de sínodo, se ha producido la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, el pasado octubre, cuya segunda sesión será en octubre de 2024 porque el Papa nos ha animado a caminar juntos. Los religiosos tenemos mucho que hacer en el anuncio de la palabra, en dar a conocer a Jesús, en la celebración de la fe y en el testimonio de la caridad.

¿Qué le diría a quienes vinculan Iglesia y pederastia?

—A todos nos interesa que desaparezca esta lacra social. No intento eludir la pregunta, pero vamos a situar las cosas. No es una excusa, pero los datos que se han producido en la iglesia católica son entre el 0,2 y el 0,6 %. Lamentablemente, estas situaciones de abuso se producen, fundamentalmente en el ámbito familiar, en los ámbitos deportivos, en los ámbitos asociativos. No excluimos nuestra responsabilidad porque en un momento concreto cuando había algunos casos se pretendía defender la integridad de la institución. Con el Pontificado de Benedicto XVI cambió el paradigma y estamos en una nueva situación avalada por el Papa Francisco. Reconocemos que en el centro tiene que estar la persona, lo que nos lleva a escuchar con mayor empatía, respeto y a intentar acercarnos para que haya un proceso de restauración psicológica, afectiva e incluso económica. Pero no es un problema que concierne a la iglesia, es un problema social. Y somos injustos cuando hablamos solamente de los casos de la pederastia en la Iglesia. Es algo que está infectando el tejido social. No intentamos eludir nuestra responsabilidad pero situemos todo esto, si queremos atajar el problema hemos de ir a las raíces y hemos de reconocer que esto está infectando el nudo de relaciones dentro de la misma sociedad. 

¿Qué recuerdos se va a llevar del Alto Aragón y de sus gentes?

—Muchísimos recuerdos y todos ellos muy gratificantes. El Alto Aragón tiene un paisaje magnífico y espléndido. La provincia de Huesca es una auténtica joya, una maravilla. Tiene además un inmenso patrimonio histórico, artístico y monumental. Luego está la nobleza de las gentes, ese sentido genuinamente aragonés de la sensatez. Personas sabias en el sentido bíblico porque la sabiduría en la biblia no tiene tanto que ver con ese  saber sino con los sabores. Son personas sabias porque detectan el gusto de la vida. Huesca y todo el Alto Aragón se caracteriza por esa nobleza de espíritu por esa transparencia. 

El día 23 de diciembre tomará posesión de su cargo de obispo de Sigüenza-Guadalajara. ¿Cómo va a ser su Navidad?

—Pues muy interesante. Hasta ahora el día de Nochebuena lo he pasado casi siempre en Jaca. Por la tarde visitaba el barrio de los Gitanos, después iba al Hospital de Jaca, a una residencia, a continuación celebraba la eucaristía con las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y, luego hacía la misa del Gallo en la Catedral de Jaca. Ahora ya, puesto que estaré en Sigüenza durante esos días, espero visitar varias comunidades religiosas y después, el 25 de diciembre, celebraré la eucaristía en la Catedral y luego me dicen que es tradición que se canten villancicos al obispo. 

¿Y la diócesis de Sigüenza-Guadalajara se parece a las de Huesca y Jaca?

—No, Huesca y Jaca son dos diócesis, y Sigüenza-Guadalajara es una, lo mismo que Barbastro-Monzón.  Es más extensa, más poblada, tiene buena comunicación con Madrid y hay pueblos más grandes que los que conocemos aquí en Aragón. 

Muchos oscenses van a echarle de menos. ¿Qué mensaje les quiere trasladar?

—Bueno, yo también les echaré de menos. Les diría que merece la pena seguir a Jesús, escuchar su palabra y continuar dando la vida como él la dio. También que hay que tener una vida plena, no solo hay que limitarse a sobrevivir, sino tenemos que vivir intensamente a la luz del evangelio y siguiendo a Jesucristo, que es camino, verdad y vida. 

Y usted, ¿qué va a echar de menos del Alto Aragón?

—Echaré de menos a muchas personas, también los paisajes magníficos, los amaneceres y atardeceres que he podido comprobar y contemplar yendo y viniendo de Huesca y de Jaca, que son solamente consecuencia de la acción de Dios. Son como cuadros que llevan una firma, la del creador. Desde los paisajes nevados del Pirineo a los otoños de Broto y Torla. Aunque yo he vivido en Zaragoza muchos años, allí fui ordenado sacerdote, me llevo a Huesca en el corazón. Huesca tiene tres diócesis: Barbastro-Monzón, Huesca y Jaca. Pero esta última, incluye el norte de la provincia de Zaragoza, que es un pico, desde Salvatierra, Sos del Rey Católico, Uncastillo... Me llevo un recuerdo muy entrañable, me voy muy agradecido. He aprendido muchas cosas, he convivido con personas ejemplares y me voy con el corazón lleno de gratitud.

¿Sabe ya quién va a sustituirle como obispo de las Diócesis de Huesca y Jaca?

En el momento en que un servidor tome posesión en Sigüenza-Guadalajara el 23 de diciembre se pondrá en marcha el mecanismo. Entonces, o bien la Santa Sede nombra un administrador apostólico o bien el Colegio de Consultores nombra un administrador diocesano. En este caso serían dos, porque son dos diócesis. Pero si la Santa Sede determina que sea un administrador apostólico seguramente será para las dos. Así que la Santa Sede dirá como se continúa pastoreando aquí. 

Sería mejor que hubiese un obispo para Huesca y otro para Jaca...

Claro, eso sería lo ideal. Pero ahora a lo mejor no es factible porque ya llevamos 22 años en esta situación. En el año 2001, en cuatro días fallecieron el obispo de Jaca, Don José María Conget Arizaleta, y el obispo de Huesca, Don Javier Osés Flamarique. Entonces la Santa Sede nombró administrador apostólico al que entonces era obispo de Barbastro-Monzón, Don Juan José Omella, actual cardenal arzobispo de Barcelona. Pasados los años, nombró la Santa Sede obispo de Huesca y de Jaca a Don Jesús Sanz Montes, que actualmente es arzobispo en Oviedo. Y en el año 2011 vino un servidor como obispo de Huesca y de Jaca, dos Diócesis diferentes unidas 'In persona episcopi', en la persona del obispo. Cada una tiene su autonomía y lo único que comparten es el obispo.