Huesca

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Alejandro Esperanza, arte y sensibilidad al piano

El pianista y compositor oscense compagina su vida en los escenarios con el ámbito educativo

Alejandro Esperanza en una imagen de niño y otro en la actualidad tocando el piano.
Alejandro Esperanza en una imagen de niño y otro en la actualidad tocando el piano.
S.E.

Alejandro Esperanza Mateos (Huesca, 1992) empezó a tocar el piano a los 5 años y, aunque el “flechazo” con la música fue “directo”, su amor por el piano se fraguó a fuego lento, como las relaciones que perduran en el tiempo.

Veintiséis años después de sus primeras clases en la Academia Albéniz de Huesca, Alejandro Esperanza se ha convertido en uno de los músicos más destacados de Aragón.

En la actualidad está volcado en la promoción de su segundo disco, Olivos, que presentará el próximo 14 de diciembre en el Festival de Jazz de Barcelona, uno de los más importantes de Europa.

En este álbum Alejandro Esperanza se ha rodeado de dos especialistas de nivel internacional, el contrabajista catalán Manel Fortià y el baterista porteño Marcelo Woloski, que tiene tres Grammys y forma parte de Snarky Puppy.

El pianista y compositor oscense compagina su vida en los escenarios con el ámbito educativo. Es el director del Aula de Música Moderna y Jazz del Conservatorio del Liceo de Barcelona, un cargo “muy estimulante” que le está haciendo “aprender mucho”, afirma.

Por otra parte, con Jazz for Kids, proyecto con el que está vinculado desde sus inicios, está de celebración del décimo aniversario, algo que confiesa que le hace “muy feliz”.

“Han sido muchos años de aprendizajes y experiencias, y siento que el proyecto a día de hoy está más vivo que nunca. Seguimos trabajando para acercar el jazz y la música moderna a los jóvenes de nuestra Comunidad”, expresa.

Alejandro Esperanza vive a caballo entre Barcelona y Huesca, dos ciudades muy distintas por las que siente un cariño especial.

“Barcelona está llena de posibilidades, con una actividad cultural infinita y con un nivel artístico altísimo”, dice el músico, y confiesa que es precisamente esa parte de la ciudad condal la que le mantiene estimulado y motivado para “seguir creciendo en lo profesional”.

Por otra parte, “Huesca significa estar en casa. Me encanta la gente y la tranquilidad que hay”, afirma. De hecho, considera que la posibilidad de vivir entre las dos ciudades le permite llevar a la capital oscense sus aprendizajes y aportar su granito de arena al lugar que lo vio nacer.

De su infancia recuerda especialmente su barrio, Los Olivos. “Me parecía un mundo en sí mismo, donde nunca nos aburríamos de hacer cosas”.

Vivió “la época de los tazos y los cromos”, juegos que compartía con sus amigos del colegio Pedro J. Rubio, con los que también iba mucho en bicicleta por el barrio.

El fútbol, por supuesto, era también otro de los grandes divertimentos, junto con el piano, que le acompaña desde niño. “A medida que he ido aprendiendo me ha ido fascinando más y más”, comenta.

Alejandro Esperanza es un oscense de “pro”, con sangre “danzante” en sus venas y un enamorado de la ciudad que, con la peatonalización del centro, ha ganado en encanto y ha cambiado “mucho y a mejor”, opina.