Huesca

MEDIO AMBIENTE

La otra cara de los estorninos, un ave con mucho que contar

El educador y divulgador ambiental Pablo Vallés lamenta la “aversión increíble” a esta especie “muy inteligente” de la que anima a hablar en positivo

Una gran bandada de estorninos sobrevolando la ciudad.
Una gran bandada de estorninos sobrevolando la ciudad.
Raúl Susín

Los estorninos son “muy inteligentes y sociables”. Poseen “un lenguaje complejo”, ya que son capaces de aprender gorjeos, silbidos, llamadas y canciones, y sus vuelos sincronizados, al atardecer, suponen un bello espectáculo.

Pero, ¿por qué se les tiene tanta manía en la ciudad de Huesca? ¿Son los únicos culpables de los excrementos de aves que ensucian la ciudad? ¿Qué esconden sus vuelos sincronizados? ¿Realmente son una plaga?

Para responder a estas y a otras cuestiones el educador y divulgador ambiental Pablo Vallés, propietario de la empresa Huesca Naturaleza, ha puesto en marcha una serie de sesiones divulgativas gratuitas. Su objetivo es “enseñar y hablar del comportamiento de los estorninos, disfrutar sus vuelos al atardecer, desmontar todas las mentiras que se cuentan y hablar de soluciones realistas por las que se debería apostar”. La primera de estas actividades fue el pasado 20 de diciembre, con gran aceptación, la siguiente tuvo lugar el 27 de diciembre y la próxima será el 3 de enero, a las 17:00 horas, en la entrada del Parque de las Mártires.

Este oscense asegura que lleva muchos años observando que “lo que más falta hace ahora mismo para abordar el tema de los estorninos en la ciudad es una campaña de educación ambiental”. Algo que, dice, “no hace nadie”, por lo que ha asumido el “reto de intentar explicar a todos los oscenses que quieran venir la realidad y la verdad de estos pájaros”. Según sus cálculos, en la capital oscense hay actualmente una población de unos 30.000 estorninos pero, advierte, “no son una plaga” y tampoco el enemigo número uno de los seres humanos. “Ahora mismo no suponen para nada una plaga en la ciudad de Huesca, es más, casi todos los excrementos de los que se acusa a esta especie son de paloma torcaz, que se ha instalado en la capital oscense desde hace diez años”, plantea.

La gran cantidad de estorninos, explica, procede de su proliferación en los años 90. “Es un ave que la especie humana multiplicó. En Rusia se incitó esa sobrepoblación en el siglo XX con cajas nido porque son muy buenos a la hora de combatir plagas de insectos”, detalla. Pero se trata, aclara, “de un problema para nosotros que no han generado los estorninos, sino el ser humano”. En su opinión, “lo que falta es educación ambiental, sensibilidad y saber que en la ciudad de Huesca al atardecer ocurre un fenómeno de una belleza extraordinaria provocado por estas aves”. Apuesta ante todo por “intentar hablar en positivo de los estorninos, no solamente en negativo”. También señala que para reducir la población de estos pájaros en la ciudad “no sirve para nada tirar cohetes, ni soltar águilas Harris, ni los rayos láser, la megafonía o el tordocop”.

Entonces, plantea, ¿para qué seguir con estas medidas?”. En su lugar, defiende que hay que recurrir a la etología (el estudio del comportamiento de las especies animales) ya que así “es más fácil de saber qué les gusta a los estorninos y qué odian”.

Con el lanzamiento de cohetes en el Parque Miguel Servet, advierte, “ lo que se hace es ahuyentar a depredadores como el búho chico”. Se decanta, por tanto, por la puesta en marcha de “actuaciones muy baratas y muy básicas”. “Lo que hay que hacer es detectar dónde están localizados los dormideros. Los estorninos solo buscan árboles altos y con copa”, plantea.

Pablo Vallés expone que se deberían podar, por ejemplo, los plataneros que hay en la avenida Martínez de Velasco, pasada la antigua vía, árboles que componen uno de sus dormideros. Otros son la zona de pinar del Parque Miguel Servet y la del Hospital Provincial. “Sería más sencillo instalar unos suelos debajo de los pinos que se puedan limpiar fácilmente cada mañana de excrementos y ya está”, propone. El experto lamenta que “la aversión que se ha creado en Huesca hacia el estornino, que no tiene culpa de nada, es increíble. He llegado a escuchar que molesta el sonido que producen, que es un canto y un lenguaje complejo de un ave muy sociable. ¿A las seis de la tarde le molesta a alguien? Ni es la hora de la siesta, ni es la hora de dormir. Porque luego por la noche están calladitos”. Lo que hay que explicarle a la sociedad, en su opinión, “es que en el momento del atardecer la naturaleza viene a la ciudad, a dormir con nosotros”.

Y no solo estorninos, también cigüeñas, milanos reales, urracas, cornejas, lavanderas... “Es un espectáculo. Si eso lo vendiéramos como qué suerte tenemos y explicamos los patrones de comportamiento: por qué vuelan así antes de entrar en el dormidero, por qué generan esas nubes y cómo pueden lograr esa sincronía... Esto es lo que se debería de contar desde hace años y es al revés”, dice. Y es que, para este amante de la naturaleza, “solo se ha proyectado una imagen negativa de una especie que no tiene la culpa de nada, que lo único que ha hecho es aprovechar lo que nosotros hemos generado. Dormían en carrizales, que fueron arrasados en los años 90, y tienen que dormir ahora en el centro de las ciudades”.

El búho chico, un gran depredador al que temen

En el pinar de Salas o en el cerro de San Jorge, dice, no hay estorninos durmiendo porque habita un gran depredador, el búho chico. “A pesar de que la ampliación de El Alcoraz supuso la pérdida de una gran colonia invernante de búho chico, aún sigue habiendo”, dice. De día, en unas bandadas tan grandes, los estorninos están a salvo, pero por la noche no. “Si tirásemos cohetes en el cerro de San Jorge, el búho chico se iría y habría estorninos. Estamos haciendo justo lo contrario de lo que se debe hacer”, advierte.

Por tanto, concluye afirmando que las medidas aplicadas para reducir la presencia de estornino en la ciudad no han funcionado. Ha bajado su presencia, pero por otros factores. “Lo que ocurre es que se han talado muchos árboles en los que dormían y, además, por culpa de los insecticidas, la población está bajando de una forma natural en toda Europa, como pasa con los gorriones, porque se han quedado sin alimento”, explica finalmente.