Huesca

¿Quién soy?

Lowel Ganiyu Omogbolahane, futbolero y trabajador tenaz

Gracias a si tesón ha conseguido labrarse un porvenir en la ciudad y dice que es “el negro más conocido de Huesca” 

Lowel Ganiyu Omogbolahane en su juventud y en la actualidad.
Lowel Ganiyu Omogbolahane en su juventud y en la actualidad.
S. E.

Su carácter dicharachero y su facilidad para entablar conversación con todo el mundo no dejan entrever los sinsabores que pasó Lowel Ganiyu Omogbolahan desde que los planes con los que salió de su país se truncaron, hasta labrarse con mucho esfuerzo un porvenir en la ciudad y convertirse, como dice, en “el negro más conocido de Huesca”.

A sus 37 años ha dejado atrás muchos malos momentos en los que se sintió “muy sólo y sin apoyo de nadie”, y han sido casi veinte años en los que ha tenido que esforzarse al máximo para lograrlo.

Natural de Nigeria, de la zona de Lagos, es “el penúltimo de diez hermanos”, en su caso no conoció a su padre y lo crío su abuela, que era ciega, y junto a ella estuvo hasta que a los 18 años salió de su país para jugar al fútbol.

En su familia no había afición por este deporte y él empezó “jugando en la calle unos dos o tres años, a veces incluso descalzo”. En su casa nos les gustó mucho la idea y le exigieron que siguiera estudiando al menos hasta completar el equivalente a la ESO.

Más tarde, ya en un equipo, comenzó a “ganar las primeras copas como mejor jugador”. Y llegó una oportunidad que a priori se presentaba como muy buena y, junto otros compañeros que integraban una pequeña selección, se fue a Portugal a participar en diversos torneos amistosos. Pero tras disputar un partido se desentendieron de ellos y tuvo que buscarse la vida. Algunos de sus compañeros tenían familia en zonas cercanas, no fue su caso, y así empezó su periplo, en el que no oculta que sufrió mucho. Recaló en Huesca junto con otro jugador del combinado que tenía aquí a su hermano, el resto del equipo se acabó desperdigando.

“Fue una época muy dura” en la que no tenía papeles y trabajaba en negro, pero reseña que nadie le regaló “nada”.

Tiene mucho que agradecer a Chemi, que le metió en el Peñas, le ayudó con el castellano y le sacó “en todos los partidos”. Conocer a María Pilar Polo dice que le “cambió la vida”, y con el apoyo del don Agustín, un cura de la iglesia de Santiago, ficho por el Tardienta, equipo que tuvo que dejar “el año del ascenso a tercera al no ser comunitario”.

Después cambió varias veces de equipo “en función de quien era el que mejor pagaba”, porque -justifica- “tenía que vivir”.

Volvió un par de meses a Nigeria “para gestionar el visado y a la vuelta conseguir el DNI en España”, lo que le permitió a la vuelta incorporarse al sector de la construcción.

Sin dejar de lado su afición estudió para ser agente de fútbol y se sacó el título de entrenador nacional y técnico deportivo de grado superior convirtiéndose poco después en “entrenador del fútbol femenino” y fue “el primero que hizo las tres pruebas”. Para poder vivir mejor lo combinó con “un trabajo en mantenimiento en la Fundación Alcoraz”.

Es padre de dos hijos con los que comparte pasión por el deporte rey.

Y ha sido muchos los oscenses a los que ha tutelado, en diferentes categorías y clubes, y de todos ellos ha sabido ganarse el cariño, el respeto y una gran admiración.