Huesca

SOCIEDAD

La familia Güerri mantiene la centenaria tradición de San Antón

Cada 17 de enero, la capilla de la calle San Antonio se vuelve a abrir, siendo un día de celebración que comparten con los oscenses

Los nietos más pequeños de Joaquín Güerri cumpliendo con la tradición después de la misa.
Los nietos más pequeños de Joaquín Güerri cumpliendo con la tradición después de la misa.
Salas Güerri

Como cada 17 de enero, la capilla de San Antón de la calle San Lorenzo -ubicada en los bajos del número 75- volvió a abrir sus puertas este miércoles para que los oscenses pudieran cumplir con una tradición de la ciudad, y como siempre la familia Güerri lo vivió como un día muy especial.

Fue su padre, Enrique, quien se encargó de inculcarles este sentimiento “que él había vivido desde niño”. Ahora es la siguiente generación de la familia, los nietos, “doce en total de varias edades, la más pequeña de 8 años”, quienes se han sumado a esta fiesta tan emotiva.

Salas, una de sus hijas, nos cuenta algunos detalles relacionados con esta capilla. “La casa está fechada en 1722 y era un convento de religioso en el que se honraba a San Antonio Abad”. Y añade que “esta orden fue extinguida a finales del siglo XVIII por Pío XII, pero dio permiso para que se quedaran dos monjes un tiempo”, más tarde continúa, “con la desamortización de Mendizábal la compró un antepasado de la familia por la rama paterna”.

Sus actuales herederos han investigado bastante sobre los orígenes del inmueble y han sabido que todas las sedes de estos monjes hacían la función de hospital y especialmente atendían a afectados por el ‘fuego o fiebre de San Antonio’, “una enfermedad que en realidad es el ergotismo, causada por el consumo de centeno y que provocaba gangrena en la sangre y en la mayor parte de los casos la muerte”.

“Pese a las muchas reformas que se han hecho en estos siglos la capilla se ha conservado”, agrega. Y sobre sus elementos explica que “en la parte de afuera hay un San Antón de madera, con la Biblia cerrada, y en el interior es de piedra y tiene el libro abierto invitando a rezar y a escuchar la palabra”.

El edificio de casa Medianero -como así se les conoce-, era un inmueble solariego y grande y tienen constancia, por lo que su madre pudo recabar, “lo han habitado al menos 13 o 14 generaciones o incluso podrían ser más”, añade Salas.

Y explica que “cuando Sánchez Carrasco era alcalde de la ciudad quiso poner en valor y el Ayuntamiento se encargó de la restauración de las tallas”, una inversión muy costosa. Y aunque la casa proviene de la familia de su padre por vía materna, la de su madre incorporó “dos hornacinas mucho más antiguas que las del santo, las de San Salvador y de las santas Nunilo y Alodia”.

La capilla aunque propiedad privada, tuvo mucho arraigo en el barrio de San Lorenzo, “donde habría mucha gente que se dedicaba a la ganadería, y siempre acudían a rezar cuando algún animal enfermaba”.

Para todos los hermanos el 17 de enero siempre era “fiesta grande” y se les permitía faltar al colegio, había una gran comida con familia y amigos, “todo era muy alegre”, y uno de sus muchos recuerdos es “cuando salía a la calle con la campanita para anunciar que iba a empezar la misa”.

Y este miércoles, de nuevo, volvieron a cumplir con la tradición.