Huesca

GENTE DE AQUÍ

Carlos Santafé Acín: “En madera creas una pieza que se visualiza enseguida y eso les anima”

Lleva siguiendo la dinámica de la madera toda la vida, desde el taller de la plaza Montearagón junto a su padre, hasta hoy en la Serrería de Arcadia

Carlos Santafe Acín, en la entrada de la Serrería de Arcadia.
Carlos Santafe Acín, en la entrada de la Serrería de Arcadia.
Laura Ayerbe

Carlos Santafé Acín es de esos profesionales que aprendieron el oficio en la familia, viendo a su padre desde pequeño ejercerlo en el taller que tenía en la plaza Montearagón, en el barrio de San Martín, desde el año 56. “Toda la vida siguiendo la dinámica de la madera”, afirma. Y al enunciar esta frase pareciera que cientos de recuerdos le asaltan la memoria. Porque en 43 años -tiene 61 y empezó en la carpintería profesionalmente a los 18- “te pasan muchas cosas”. 

Llegó un momento, en que la empresa salió del centro de Huesca para instalarse en un polígono y crecer; llegó la crisis –la de 2008- y sus embates, que hicieron naufragar muchas pequeñas y medianas empresas entre los gremios. 

Como otros, una vez pasado lo más duro de ese temporal, Carlos salió a flote y continuó con la madera, esta vez él “solo en el taller”, unos cuatro o cinco años. Fue en ese momento cuando Arcadia lo llamó para hacerse cargo de la Serrería, como responsable de producción, y como echaba de menos “la vidilla del taller”, entró al trapo: “Me vino bien porque llevaba mucho tiempo tirando de gente y quedarte solo es duro”.

El proyecto es un taller de carpintería al uso, solo con algunas particularidades, como la maquinaria que acogen del taller de Jardinería y al fondo, la máquina de pellets, clave en su nueva línea de actividad.

En el instante en que Santafé entró en aquel taller vio las posibilidades que tenía. Y es que en su buen hacer reside gran parte del cambio que ha experimentado la Serrería hasta convertirse en lo que es hoy. “Cuando llegué solo había una persona en todo el taller, un usuario que se ha jubilado ya, que tocaba las máquinas y los demás, solo con la sierra y a cortar”. Cuando el primer día intentó que cogieran un taladro, se encontró con una respuesta que no esperaba: “Es que no lo podemos tocar”. “¿Cómo que no lo podéis tocar? Hay que tocar”, les respondió. E inmediatamente fue hacia el camión, cuyo fondo estaba muy deteriorado y decidió que esa sería la primera tarea que harían, y “cogieron taladro, cogieron tornillos... ¿Veis cómo sí que podéis tocar?”, les reafirmó

Ese es el impulso que mueve a este carpintero desde entonces: proporcionar seguridad a las personas que trabajan en Serrería. Y “es que hay que dársela, se tienen que equivocar”, porque para empezar a hacer “tienen que probar”. También, entre sus cometidos está el de observar y decidir quién acomete qué tareas. Identificar “quien está más capacitado” para utilizar una máquina u otra, “porque el trabajo que desempeñan tiene un riesgo alto en accidente laboral”. Dar formación y acompañarles en el proceso, que prueben, “buscar el potencial de cada persona” y poco a poco encontrarles su lugar en el taller, “porque hay quien es más de trabajos repetitivos, donde cogen su espacio de confort y si lo sacas de ahí se revoluciona”. 

También tener en cuenta su interés y mostrarles las bondades de un material tan noble como complejo, porque la madera es “más rara”, cada trozo, cada árbol, es distinto; “hay veces que te vuelve loco porque se dobla, porque tira para aquí...”; pero también es “un material que aunque esté cortado está siempre vivo, como una esponja que absorbe humedad, dilata, contrae...”; “es fácilmente maleable” y “automáticamente empiezas a crear un volumen, una pieza que se visualiza, con lo cual la gente se anima más”.

Una de las cosas que más le costó a Santafé fue cambiar la mentalidad con la que llegó, “de rentabilidad, de producción”, propia de la dinámica del mercado. “Ir andando y tienes que parar y dar dos pasos para atrás, porque les transmites ese estrés y ellos lo notan a la primera de cambio una barbaridad”, explica Carlos, que confiesa: “El primero que ha tenido que aprender he sido yo”. Pues empezar a trabajar con personas con problemas de salud mental te obliga a “sujetar los pies” para no abrumar o a “hablar en 25 frecuencias diferentes”, intentando “ganarte la confianza” de cada uno, “y creo que me la he ganado”.

El objetivo ahora es “evolucionar lo máximo posible para que las faenas sean más agradecidas, los trabajos más bonitos, menos penosos” y con ”más rentabilidad...”, eso mientras se avanza hacia el objetivo final: “Lograr que la gente a quien enseñamos salga al trabajo ordinario”. Algo muy difícil cuando se habla de salud mental por el estigma y las reticencias que todavía existen. Por eso, con Santafé al frente se busca profesionalizar lo más posible los talleres como Serrería y ahora el siguiente paso es diversificar el negocio y con esa visión “terminar de formar un equipo” para dar servicios de reformas.

Entre el ruido de sierras y maquinaria, alguien le termina la frase “no dice que no a nada” y el se ríe cuando se le pregunta si ha habido algún reto que no hubiera imaginado hacer, y ahí recuerda la construcción de varias cubiertas de tejado, “una de ellas a tres aguas, preciosa”; “se desenvolvieron perfectamente y te sientes orgulloso”.